Por: Edwin Francisco Herrera Paz
¿Recuerdan que estaba dispuesto a conquistar el mundo?
Pues he decidido volver a intentarlo. Mi compañero de letras ya trazó un plan
que he decidido compartir con ustedes. Resulta que cuando uno gana poder es
porque otro lo ha perdido, lo que no puede pasar sin consecuencias excepto si
las cosas se hacen de la manera correcta. ¿Recuerdan a Gandhi? Adquirió mucho
poder y además murió viejito, aunque al final fue asesinado. El secreto está
en…. Mmm no, mejor no cuento y procedo al tema, o como dice mi madre “a lo que
te traje, Chencha…”
Es muy difícil para una persona escéptica y amante de la ciencia convertirse en creyente. Sin embargo, desde hace algunos años me
zambullí en la vida de fe con resultados positivos. Afortunadamente la persona
que me guió en esos primeros pasos era un líder indiscutible, más no tardé en
darme cuenta que las imperfecciones del ser humano permean la iglesia de la
misma manera que a cualquier otra institución, con la gravedad que se desprende
del poder y la capacidad de manipulación que se adquiere con una posición de liderazgo espiritual.
Así, vemos iglesias en las que el trabajador, voluntario
o con paga, se le trata como esclavo con la justificación de una “esclavitud por amor a Cristo”. Cuando en estos sitios un empleado renuncia o es despedido, no se le pagan sus prestaciones o derechos
adquiridos pues la iglesia se encuentra falta de fondos, y además todo trabajo se debe realizar por amor a la obra. Pero extrañamente, a pesar del déficit de capital, el (o
la) líder viaja cada dos meses a Miami, una vez al año a Europa (¡con invitados
incluidos!), renta un lujoso apartamento y se construye una casa con todos los fierros en una exclusiva colonia de la ciudad, todo pagado con fondos de la iglesia. La congregación, con una evidente falta de revelación, sabiduría y
sentido común, paga sus diezmos puntualmente.
Un hermano en Cristo me increpaba que los diezmos y las
ofrendas son un trato personal con Dios, por lo que el destino del dinero
ofrendado no es de nuestra incumbencia. Yo le di parcialmente la razón en
cuanto al trato con Dios, pero eso es así únicamente cuando sabemos que nuestro
dinero es utilizado en obras positivas, como contribuir en la alimentación o la
educación de los pobres, o en el correcto funcionamiento de la iglesia como
entidad que "alimenta el espíritu" del necesitado. El creyente sabio
debería interrumpir su colaboración monetaria voluntaria (el énfasis es adrede)
en el mismo momento en el que se da cuenta que los fondos de su iglesia son
utilizados de forma incorrecta, pues de lo contrario estará sembrando en mala
tierra y depositando en saco roto. Por lo demás, no creo que resulte una labor
muy ardua para un creyente medianamente inteligente y letrado darse cuenta de
la diferencia entre el buen y mal uso de los recursos económicos. Verán, la
Palabra Revelada raramente se encuentra en contradicción con uno de los regalos
más preciados que dio Dios a los humanos: el sentido común (que sobra decirlo,
es el menos común de los sentidos).
Hablando con otro amigo le comentaba que no entendía el
mecanismo psicológico por el cual un conjunto de personas, muchas de ellas con una amplia preparación intelectual, pueden caer en un estado tal de obnubilación mental que son inducidas a actuar aun en contra de principios morales, éticos o cristianos, si al lider así le place. Me
contestaba mi amigo que yo estaba equivocado puesto que este fenómeno se ve más
frecuentemente en culturas poco instruidas, con una educación deficiente pues las personas que las conforman son fácilmente manipulables, pero se vuelve infrecuente a medida que el grado de preparación intelectual aumenta.
Recordamos entonces el caso del Pastor Jim Jones, quien indujo a
cometer suicidio colectivo voluntario a 909 personas, muchas de ellas con el
más alto grado de preparación universitaria. En un hecho mucho más reciente, el APOSTOL DOCTOR José Luis de Jesús Miranda, autoproclamado "Jesucristo Hombre" y cuyo símbolo representativo es el 666, ha convencido a sus seguidores (que se cuentan por millares en todo el mundo) que el próximo sábado se convertirá en un ser inmortal, para lo cual cambiará su cuerpo carnal en un cuerpo glorificado. Muchos de sus adeptos pertenecientes a todas las esferas sociales han dejado sus trabajos en espera de ese día. Aunque es conocido que la educación en el mundo se
encuentra mal repartida, eventos como el de Jim Jones y Miranda nos muestran
que el nivel educativo es en gran medida independiente de la amplia falta de
sentido común, al menos en estas condiciones de manipulación mental continua.
Cambiando el sitio y los eventos pero no el tema, ayer me
encontraba departiendo alegremente con mi hermano y algunos familiares
políticos. Platicábamos de todo tipo de asuntos triviales. Comenzamos a
platicar sobre la castración de la mascota de mi hermano. Desde la cirugía el
pobre perrito ladra muy raro y cuando corre mueve las caderas para un lado y
para el otro en un sospechoso vaiven.
De pronto, como buen joven del siglo XXI que soy, se me ocurrió revisar mi bb cel mientras los demás conversaban. Alguien había posteado en Facebook la fotografía de una placa con una frase atribuida al mal logrado ex presidente de Chile, Dr. Salvador Allende. La placa decía: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Como lo que se aseveraba en aquella corta oración me pareció interesante procedí a leerlo en voz alta a mis familiares. Aunque mi hermano es un experimentado leguleyo litigón (abogado) de primera categoría, cometió el error argumental de juzgar la frase por la filiación ideológica de la fuente. Yo procedí, con toda la cautela del mundo, a explicar que aquella frase sí tiene sentido ya que, desde el punto de vista biológico, los jóvenes se caracterizan por su espíritu revolucionario. Cometí el garrafal error de dejar a medias mi explicación, que en realidad se basa en el hecho conocido de que son los jóvenes los que impulsan los cambios en las sociedades, cualquiera que sea la ideología prevaleciente. Un ejemplo claro es la evolución de los lenguajes. Entre los adultos existe la tendencia a ser conservadores en la manera de hablar. La juventud, por el contrario, introduce nuevos vocablos, algunos de los cuales terminan incorporándose al lenguaje formal.
Bien, inmediatamente la conversación se derivó en contra
del comunismo. Debo hacer antes la aclaración de que el comunismo no es mi
ideología predilecta. Tal vez sea un sistema político ideal para seres como las
hormigas puesto que todos los individuos de una colonia son clones, genéticamente muy
semejantes entre sí. Pero entre las
poblaciones humanas existe una mezcla variable entre genes que contribuyen al
altruismo y los que contribuyen al individualismo, y si intentamos acallar la
expresión de estos últimos lo que tendremos es una olla de presión siempre a
punto de estallar. Tarde o temprano estos genes encontrarán su camino y el
sistema entero estará destinado al colapso. Además, el sistema no hace uso de
las ventajas que ofrece la inteligencia colectiva y los mecanismos de
autorregulación del libre mercado (que en la actualidad se ha desregulado, descontrolado y convertido más bien en el libertinaje
de los banqueros).
Otra familiar sacó a colación un viejo cuento en el que
un alumno, amante del sistema comunista, argumentaba en la clase sobre las
virtudes y bondades del mencionado sistema. El maestro, capitalista hasta los
tuétanos, para hacer valer su punto de vista le propuso al estudiante dividir
sus excelentes calificaciones entre todos los demás, emulando un sistema
comunista. Desde luego, el estudiante se negó. Yo, de nuevo de sacón*, procedí
a explicar que algunos alumnos sacarán buenas notas porque se lo merecen, pero
muchos, emulando a los sistemas capitalistas, transarán con el profesor ofreciendo
obsequios o favores a cambio de buenas notas. Más aun, los que tengan mayor
poder adquisitivo tendrán una clara ventaja sobre los pobres si resulta que el
maestro es corrupto y proclive a este proceder, emulando los gobiernos de
América Latina.
Interrumpió un familiar con un chiste. Contaba que un comunista le preguntaba a otro si estaría dispuesto a ceder una de sus casas
para el sistema, a lo que contestó que sí, que ¡claro que estaría dispuesto!
Luego le preguntó si estaría dispuesto a ceder uno de sus carros, a lo que
contestó que sí, que estaría dispuesto a ceder un carro. Seguidamente le
preguntó si estaría dispuesto a ceder una de sus dos gallinas, a lo que el otro
contestó: ¡Claro que no! No estoy dispuesto a ceder una de mis gallinas. Cuando
el primero le preguntó por qué, el segundo replicó: “Porque las dos gallinas sí
las tengo”.
Inmediatamente se me dibujó una amplia y sincera sonrisa
en el rostro, porque en realidad el chiste me pareció gracioso. Sin embargo,
cinco segundos después y mientras aun nos reíamos, mi familiar político se
calló bruscamente y se puso de pie para despedirse, como en actitud de “mi chiste
es la última palabra y no estoy dispuesto a discutir más con comunistas. ¡Caso
cerrado!” Me sentí muy triste, no tanto por ser incomprendido sino por mi
evidente falta de sentido común en el manejo de la conversación. Y es que la
sabiduría dicta que hay tiempo y momento específicos para cada tema: revoluciones,
comunismo y capitalismo en foros y blogs políticos; perritos castrados,
celulares y carteras en reuniones familiares. En fin, que de cualquier forma de
la experiencia se aprende. Eso me enseñará a no criticar la falta de sentido
común de mis hermanos en la fe, cuyo proceder obedece a los más nobles
impulsos, aunque debo decirlo, mal canalizados. O como diría el poeta, arrieros
somos y en el camino andamos…
*Sacón: regionalismo hondureño que significa metiche, que
no sabe cuando callarse.
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