jueves, 29 de diciembre de 2011

Hugo Chávez culpa a los Estados Unidos del cáncer de los mandatarios

Por: José María Castillo Hidalgo
El Presidente Chávez dijo ayer miércoles que los Estados Unidos habría desarrollado alguna manera para inducir cáncer a los líderes sudamericanos (Lula da Silva, Fidel Castro, Hugo Chávez, Dilma Rousseff, Fernando Lugo, Cristina Kirchner, todos de izquierda), lo cual se comprobaría" en unos 50 años".

jueves, 22 de diciembre de 2011

AUMENTO DE LA TARIFA AEROPORTUARIA EN HONDURAS

Por: José María Castillo Hidalgo

El Congreso Nacional aprobó a Aeropuertos de Honduras un incremento en la tarifa de embarque de 37 a 60 dólares, pero el Presidente Pepe Lobo dijo que no pasará.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

PEPE LOBO SE TRASLADARÁ EN HELICOPTERO DENTRO DE LA CAPITAL

Por: José María Castillo Hidalgo

El miedo no anda en burro

Por seguridad y para evadir los atascos de tránsito y así poder garantizar su presencia en los eventos navideños a que ha sido invitado, el Presidente Pepe Lobo se movilizará en helicóptero.

sábado, 17 de diciembre de 2011

UN BRILLO LEJANO ES LINGUA FRANCA ENTRE LA RAZÓN Y LA FE: APUNTES PARA UN VILLANCICO

A mi hermana Crista.

Por: JOSÉ MARÍA CASTILLO HIDALGO.

Al cerrar los ojos y recordar, podía sentir la tibieza de la mano de su padre cuando con sólida aprensión lo jaloneaba por las calles tortuosas y polvorientas de su pueblo natal, y le hacía escurrirse a empellones a través del tumulto y el bullicio de la gente forzándole a dar dos pasos por cada uno de los de él hasta llegar al imponente templo donde se rendía culto al Dios Bueno. Podía evocar cómo aquel hombre recio y genial le enseñó las artes de la quiromancia, la aeromancia y la adivinación por las entrañas de las aves, los nombres de las constelaciones y sus cadencias, la lectura cuneiforme en el lodo cocido y la recitación de poesías hermosísimas que dejaban trémulas a las muchachas, todo con paciencia y esmero pero con férrea disciplina, hasta que después de mucho estudio y reflexión logró sobresalir en la interpretación de las relaciones causales NO evidentes por sí mismas. Ahora su intuición le sabía hacer llegar al encuentro de las corrientes que impelían a los seres vivos y a las fuerzas de la tierra y sus demonios mucho antes de que lo dejaran al descubierto, y de allí, su fama de precavido y cauteloso y de saber juzgar de manera precisa las motivaciones últimas de los hombres. Desde hacía tiempo su actuar lleno de valor y entereza, pero con rectitud, le distinguían.

Su condición de oráculo de poderosos y fiel consejero de reyes le daba una buena vida hasta donde era posible. Más, desde hacía unas cuantas semanas en los corredores de su palacio se deslizaba desde el desierto un viento inflamado con un regocijo misterioso. Desde el camastro que tenía instalado en la azotea, mientras divisaba bajo la cruda intemperie los astros trastabillar enredados en el largo, azul y frío manto del cielo, conformando ora dragones, arañas, leones, delfines y otras fieras, o bien barcazas, tridentes, querubines y toda ralea de quimeras, había descubierto un astro extrañamente refulgente que nunca antes había estado allí, ni menos aparecía en las cartas y mapas celestiales de sus ancestros que ya ratos eran astrólogos. Cuando lo vio por vez primera se le heló el centro de la existencia y de la mano se le resbaló la copa del vino que sorbía. Tartamudeó antes de poder gritar a sus parientes y criados que vinieran a ver la maravilla que rutilando hacía jolgorio a medio camino entre el cenit y el horizonte del mediodía, y todos extasiados,  contemplaron por horas la lumbrera. A uno que se ufanaba de haber aprendido mucho se le ocurrió decir: “Esta es una señal importante de que las ruedas que mueven el tiempo como lo conocemos se han resquebrajado”. Pero el sabio, con la cenestesia atolondrada, alcanzó a exclamar: “¡Ahura Mazda, el que conoce el camino, el que fabrica al caminante, el que motiva los pasos y los mide, el que inspira la verdad y la hace brillar aunque no quiera verse, hoy nos sonríe y ha dicho que vienen tiempos mejores para la humanidad!”

Hacía tres días en un concilio o más bien encuentro pan-mántico que el mismo había convocado para tratar sobre el fenómeno celestial que le tenía absorto, uno de los concurrentes había dicho: “Nombremos una comisión que se empeñe en nombrar otra comisión para que vea la posible conveniencia de que convengamos que hay algo que probablemente debamos hacer o no hacer o bien fingir que esto es algo que nos puede afectar o no afectar y hagamos dinero que nunca está de más.” Inmediatamente se  le informó que se había equivocado de reunión y que dada su alta investidura y grandes dotes pajizas, un centinela le acompañaría a hacer un reconocimiento de las capas superficiales de las paredes exteriores del recinto y que formulara en el tiempo que se le antojase un informe de no menos de quinientas tablillas escritas al anverso y al reverso a ese respecto, y que de paso aprovechara a hacer sus necesidades al fresco. Al final la asamblea concluyó que ese astro era la manifestación palpitante de un evento extraordinario: El nacimiento de un excelso Rey, suceso inequívocamente orientado hacia el poniente.

Pero esa noche era la víspera del viaje que se había dispuesto y el Mago como pudo se arrancó de la fascinación que le embargaba y durmió y soñó con música de instrumentos extravagantes y trompetas relucientes que acompañaban a un desfile triunfal. En la mañana, la pequeña caravana se abrió paso entre racimos de risas y lágrimas, rumores y vendavales del desierto, dunas frágiles, cantaletas de aves, espejismos acuáticos, rigores quemantes, granos de arena sibilantes, y toda clase de furias hasta que las lunas, los destellos, las serpientes y los escorpiones, entre otras desventuras, les llevaron al encuentro de otra caravana un poco más numerosa que la de ellos, que con las espadas corvas y las lanzas en ristre exudaba fiereza. Les ofrecieron en venta cinco esclavos enclenques, atropellados y moribundos, en cuenta una muchacha nubia. Pero en realidad el precio estratosférico pedido no era meramente una especulación comercial, sino el cobro mal disimulado de un alto impuesto por dejarlos seguir en paz. Sopesaron fuerzas, negociaron, porfiaron y compraron. En unas cuantas noches más, la estrella les llevaría a Judea.

En Jerusalén sus indagaciones los llevaron al palacio del rey judío, solo que paradójicamente allí no era propicio para encontrar al Rey niño, pues propiamente ni el rey en funciones era tal, ni tampoco judío, ni habían allí recién nacidos y a todo esto, tras que se entrevistaran, menos les cayó en gracia el sujeto. Se veía más anciano de lo que debía ser de tanta podredumbre incrustada en las carnes, pero sobre todo, por los alaridos, chillidos y gemidos que le medraban en el entrecejo. “Estimados,” les dijo con voz gangosa pero en buen coiné. “Cuando encuentren al niño que buscan no dejen de avisarme porque yo mismo quiero rendirle adoración y pleitesía”. Y si preguntando se llega a Roma, preguntando donde ha de nacer el Rey de los judíos se llega a Belén. “Uy que perdida nos dimos,” exclamó uno de los Magos al ver las luces de la pequeña población donde también el Rey David vio la luz por primera vez.

Ahora sí con precisión, la estrella los llevó hasta una casa de animales que estaba siendo alegremente visitada por un grupo de zarrapastrosos cuidadores de bestias. Cuando vio desde el portón de entrada el cuadro de la humilde muchacha arrullando en sus rodillas al recién nacido, así como los pesebres y abrevaderos llenos de vapores de los bueyes rumiando con un fondo amplio y surtido de rebuznos de burro, el sabio persa pensó: “¿Será en verdad esta criatura el Mesías mentado? ¿El Gran Rey de los Judíos?” Pero al propio tiempo sintió algo tibio que se le montaba en el pie y se le escurría entre los dedos y al tratar de impedir la embarrancina, trastabilló e irremediablemente cayó de rodillas. Al verlo sus compañeros rápidamente le imitaron y procedieron a ofrendarle al niño oro, incienso y mirra tal como correspondía a un auténtico Rey, a un infalible Profeta de Dios que es Dios y a un verdadero Mártir de la humanidad. Al marchar satisfechos, se fueron por otro camino para evadir a aquel que les había visto las caras de tonto. Ya bien encaminados en su regreso decidieron liberar a los esclavos que habían tenido que comprar en la venida. Pero la muchacha nubia decidió voluntariamente permanecer al servicio del Mago de Persia. Ella personalmente le atendió con cariño hasta muy entrado en años, y solo le dejó cuando el Mago fue jaloneado una vez más por su padre a través de un estrecho túnel de luz, para presentarlo a rendir cuentas ante Ahura Mazda, el Dios bueno.

Mt 2: 1-12.

Roatán, Dic. 15, 2011.

martes, 13 de diciembre de 2011

¿QUE TIENE QUE VER UNA POMADA MATA HONGOS CON EVA MENDES?

Por: Edwin Francisco Herrera Paz
La sociedad moderna constantemente nos bombardea con mensajes destinados a influir sobre nuestros hábitos y comportamiento, especialmente en el ámbito comercial. La publicidad a través de los medios de comunicación, tanto visual como escrita, nos impacta ya sea consciente o inconscientemente y nos obliga a gastar nuestro dinero. Una estrategia para vender más es ligar en el inconsciente del consumidor el producto a vender con una necesidad básica o algún elemento biológico.

No quiero convertirme en un verdugo absoluto de ese comportamiento de la sociedad. Si bien el consumismo nos ha afectado creando desigualdad económica, alienación psicológica y contaminación ambiental, también ha traído activación de la economía con el consiguiente crecimiento en infraestructura, investigación, etc. Sin embargo no puedo dejar de criticar el pequeño (o grande en algunos casos) componente de engaño que ineludiblemente va ligado a la publicidad. Así, vemos a los vendedores de automóviles relacionar su producto con la masculinidad, la feminidad, o el deseo de subir por la escalera social. O a los vendedores de productos de belleza o de salud ligando en nuestro inconsciente lindas caras o esculturales cuerpos con lo que desean vender.

Slim-Fast, por ejemplo, un producto que en realidad es un suplemento alimenticio se ha mercadeado como un alimento para bajar de peso. Entonces los vendedores utilizan en su publicidad cuerpos delgados y bellos, especialmente femeninos, o de mujeres con una imagen fresca y moderna. Naturalmente todas se quieren parecer a las modelos y compran Slim-Fast para adelgazar, pero el producto raras veces cumple la función propuesta. Los vendedores nos ocultan el hecho de que para bajar de peso y mantenerse delgado se necesita una gran dosis de voluntad, conocimiento, disciplina y paciencia.

Desde hace algunos años los médicos sabemos que el ácido acetil salicíco, comúnmente conocido como aspirina, funciona como un excelente inhibidor de la formación de coágulos ya que evita la síntesis de una substancia que determina una mayor capacidad de las plaquetas para adherirse entre sí. El infarto al corazón se produce principalmente por la formación de un coagulo en una estrechada arteria coronaria, y es por eso que los médicos recomendamos una pequeña dosis de aspirina a los pacientes de riesgo. Una aspirina infantil diaria basta para prevenir o disminuir la probabilidad de formación de dicho coagulo.
La aspirina no limpia las arterias; solo evita los coagulos.

Los ejecutivos de Bayer, la gran compañía farmacéutica, entonces ni cortos ni perezosos comercializaron su nuevo producto: la cardioaspirina. No se trata de una aspirina diferente, como tampoco la aspirina es la panacea contra el infarto, pero el solo hecho de agregarle “cardio” disparó las ventas pues el paciente cree estar tomando un tipo de aspirina especial para el corazón. El hecho de que las enfermedades cardiovasculares sean una de las principales causas de muerte en el mundo hizo de la adición del prefijo un jugoso negocio, y la aspirina, antaño el tratamiento estándar contra el dolor y la inflamación, ahora se presenta junto al dibujo de un corazón.

Use condones Trojan y jugará como Beckam...
Un tipo de propaganda publicitaria que me llama mucho la atención es aquella que relaciona un producto con momentos de excitación y emoción, como los que se dan en un partido de futbol. Recuerdo por ejemplo la publicidad de la marca de condones Vive durante los partidos de futbol de la selección de Honduras. El comentarista deportivo repetía varias veces durante el partido: “Condones Vive, vive la pasión del futbol.” Desde luego que a primera vista la pasión futbolística no tiene mucho que ver con la pasión sexual, sin embargo ambas paciones están relacionadas en el cerebro. Ambas estimulan centros de recompensa, como el núcleo acumens y las vías secretoras de dopamina originadas en el área ventral tegmental de los ganglios basales.

GOOOOOOOOOOL
Debido a la continua repetición del anuncio durante el encuentro, en el cerebro se crea inconscientemente una fuerte relación entre la marca de condones, la emoción del partido, y la emoción del sexo. Así, cuando un hombre usa condones “Vive” realmente vive de nuevo la emoción del futbol y en el momento de una relación en lugar de gritar de placer sexual, grita GOOOOOOOOL…… Los mayorcitos también se toman una Cardioaspirina, por si acaso.

¿Y qué me dice de los rostros de los productos de belleza? Cada casa comercial tiene su “rostro” que la representa, como si la cara de la mujer se debe al producto…. Realmente ella es bella porque nació así. Incluso es probable que la fémina haya utilizado hasta el momento otro producto de belleza para su cuidado personal. Pero la publicidad tiene como objetivo relacionar en el inconsciente de la población femenina el ideal de rostro de mujer, con el producto.

La contemplación del rostro de una mujer de rasgos faciales armoniosos siempre estimula los centros del placer, tanto en hombres como en mujeres, por lo que la estrategia resulta excelente. Me pregunto entonces por qué no utilizan el mismo ardid para otros tipos de productos. Sería interesante promover alguna crema para los hongos con un rostro bello. ¿Se imagina? “Presentamos ahora el nuevo rostro de Fungifar, lo mejor para los hongos”.  Bueno, tal vez no sea tan buena idea, pero en la realidad la relación que existe entre una cara bonita con el producto de belleza anunciado, es la misma que la que hay entre esa misma cara y un ungüento mata hongos: ninguna.

El impacto que tiene la publicidad varía de persona a persona. La ciencia ha demostrado que hay dos tipos de individuos: 1) Los que tienden a gastar su dinero en lo que la publicada les dicta. En ellos, se han encontrado mayores niveles de la hormona oxitocina, relacionada con las respuestas placenteras y empáticas. 2) Las personas más racionales y analíticas ante los estímulos publicitarios. Sin embargo intuyo que el comportamiento racional ante la actividad comercial moderna puede ser entrenado y desarrollado.

Por eso, de hoy en adelante cuando usted oiga o vea un anuncio publicitario intente escudriñar las intenciones del vendedor y del creativo creador de imagen. Verá entonces relaciones que no había visto antes; relaciones que actúan en un nivel inconsciente perpetuando de esa forma el movimiento de la rueda económica de nuestra sociedad consumista. 

sábado, 10 de diciembre de 2011

MI QUERIDA AMIGA LA MOSCA ÚRSULA

Por: Edwin Francisco Herrera Paz
Estaba sentado en la sección de comidas de la nueva construcción de DIUNSA, un popular sitio de compras de mi ciudad San Pedro Sula. Estaba sumergido en pensamientos banales sobre el principio y el fin del universo, la corrupción y la impunidad en mi país, la desaparición del Euro y otras cosas por el estilo. Esperaba a mi esposa y a mis hijas que debieron ir al baño.

De pronto se me acercó. Sigilosamente, casi invisible y sin ser notada. Aproximadamente a un metro de distancia. La miré, y me miró. Sus penetrantes ojos café quedaron clavados en los míos. Continuó acercándose. De pronto sentí cómo el espacio-tiempo se detenía. Los minutos se hicieron segundos, y la muchedumbre que deambulaba de pronto pareció invisible.

Se trataba de una belleza color azul metálico. Las moscas necrófagas suelen ser muy llamativas, de color verde o azul. No temen mucho a los seres humanos. La cercanía con nosotros no las espanta ya que no nos conocen muy bien, a diferencia de las astutas y veloces moscas caseras. Aproveché entonces el momento para disfrutar de su compañía y la adopté como mi mascota por unos momentos. La nombré Úrsula.
¿Qué haría allí una necrófaga amante de la podredumbre que utiliza para colocar sus huevos? No lo sé. Debería estar más bien en la Policía Nacional de Honduras. Allí encontraría abundante material.

Pero esta mosca en particular parecía muy hambrienta. Proyectó su probóscide sobre la superficie lisa de la mesa, en apariencia limpia. Se dedicó a recorrer la mesa en todas direcciones, como tratando de succionar hasta la última partícula de alimento.
En ese momento pasaba una señora del aseo que al ver la pequeña alimaña se detuvo, como con deseos de vengar en aquel frágil cuerpo la última discusión que tuvo con su marido, y dibujósele en su rostro una risita malévola. Yo, defendí a mi mascota evitándole la muerte. Es probable que la señora en cuestión no supiera que estas moscas constituyen un elemento importante en el reciclaje de los desechos. Son las primeras en llegar cuando un animal muere, ponen sus huevos y pronto eclosionan. Las larvas digieren rápidamente el cuerpo en descomposición.
Al ver la tolerancia mostrada por Úrsula hacia mi persona, procedí a sacar mi cámara para tomarle algunas fotografías. ¡Oh sorpresa! Resultó que Úrsula tenía dotes histriónicas muy desarrolladas. Cuando saqué mi cámara y le apunté, rápidamente se dio la vuelta y me permitió tomar unas bonitas instantáneas de perfil y de frente.

Al llegar mi esposa y mis hijas tuve que despedirme de mi mascota, no sin sentir admiración por la manera en la que dos seres se conectan por un breve instante en el devenir de los tiempos.
Adiós Úrsula. Te deseo suerte. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA NAVIDAD, LAS HORMONAS Y EL CONSUMISMO

Por: Edwin Francisco Herrera Paz


Hoy estamos próximos a la navidad. Por estos tiempos los apetitos se exacerban y los sentidos se agudizan quien sabe por qué mágico motivo, si fisiológico, social o psicológico, o quizá un poco de los tres.

Calle con edificios y arbol de navidad
La gente se mueve de aquí para allá y de allá para acá. La ciudad parece un hormiguero sacudido por alguna fuerza misteriosa. Las familias hacen planes: que el 24 con tu familia y el 31 con la mía. Que si ya reservamos el cerdito y los tamales de doña chencha. La mejor excusa que hemos encontrado para celebrar es el natalicio del Señor Jesús, sin embargo, es improbable que nuestro Señor haya nacido por estas fechas.

La fecha de la celebración de la natividad es más bien producto del sincretismo del cristianismo con las religiones paganas de antaño. La Iglesia, en un intento por ganar adeptos, no reparaba en fusionar los elementos cristianos con los ritos, creencias y fechas propias de los paganos. El 25 de diciembre es más bien la antigua fecha probable de la celebración del nacimiento del dios Sol, pues se sabe que dicha celebración se realizaba cerca del solsticio de invierno.

También hemos puesto como excusa la finalización del viejo año y la llegada de uno nuevo, trayendo con ello una oportunidad de renovación en la que viejos sueños y antiguos planes se resucitan. Siempre el nuevo año es una buena oportunidad para comenzar de nuevo. Que este próximo año sí bajo de peso; que el primero de enero dejo de fumar; que ahora sí me meto al gimnasio…

Ciclos Circanuales

Globo terraqueo desde nave en orbita
Sin embargo, yo creo que el verdadero motivo de las celebraciones en estas fechas se encuentra escrito en lo profundo de nuestros genes. Los seres humanos estamos ligados indisolublemente a los períodos alternantes de luz y sombra de nuestro astro rey en los ciclos conocidos como circadianos. Las concentraciones sanguíneas de muchas hormonas fluctúan en diferentes horas del día. Dormimos ocho horas por la noche y trabajamos durante las horas de luz, y diversos parámetros fisiológicos varían con la hora.

Pero así como hay ciclos circadianos, debe haber ciclos circanuales. O sea, diversos parámetros fisiológicos deben estar relacionados con los cambios ocasionados por el movimiento de traslación de nuestro planeta. Más aun, la biosfera en su totalidad se encuentra regulada en ciclos anuales. El tiempo de la siembra y de la cosecha, el florecimiento de la plantas, las migraciones de aves y mariposas, la hibernación de muchas especies e infinidad de otros comportamientos se encuentran ligados a fenómenos como las estaciones del año en las regiones templadas, la llegada de las lluvias en el trópico, y la alternancia entre el día perpetuo y la noche perpetua en las regiones polares.

paquidermo jugando en el agua
Uno de los fenómenos biológicos más espectaculares y llamativos en el planeta se registra en el continente africano, en el desierto de Kalahari, para ser precisos. Todos los años, a mitad del verano, en el tiempo de mayor sequía, las manadas de elefantes recorren cientos de kilómetros para encontrarse con las preciosas aguas del delta del río Okavango. Este no es un verdadero delta pues no desemboca en el mar. Es más bien un desbordamiento anual del agua hacia el desierto, que luego es drenada por evaporación hasta secarse completamente unos meses después. Las aguas del río se originan en las tierras altas de Angola, en las precipitaciones de los meses de enero y febrero, tardándose un mes su llegada hasta el delta. En los siguientes cuatro meses el delta se llena trayendo consigo un florecimiento de la vida; un verdadero paraíso para los elefantes y cientos de otras especies.

muchachas en pasarela
Es de esperarse que nosotros los seres humanos, como organismos biológicos, nos encontremos profundamente influenciados por los ciclos anuales. En las regiones templadas es llamativa la manera en la que la actividad comercial se encuentra ligada a las estaciones, especialmente en la moda en el vestir. Es posible que diferentes parámetros biológicos se encuentren relacionados con las fluctuaciones anuales de temperatura, humedad y cantidad de luz solar. Se ha demostrado, por ejemplo, que la variación en la incidencia de la luz en la retina se asocia con la producción de neurotransmisores cerebrales. Así, los inviernos prolongados nos hacen más proclives a la depresión.

bebé llorando
Los médicos en Honduras sabemos de un fenómeno interesante: El mes en el que se registra la mayor cantidad de partos en el año es septiembre. Los niños nacidos en este mes son concebidos en diciembre, lo que da lugar a la pregunta: ¿Es el efecto psicológico que producen las festividades navideñas el que predispone a una conducta de mayor actividad sexual? O por el contrario, ¿Será más bien la fluctuación climática anual influyendo sobre nuestra fisiología la que nos predispone a la sexualidad y por ende, a celebrar en estas fechas? De ser así, la navidad y el año nuevo no serían nada más que excusas.

 Eso no puede ser así, me dirá usted, puesto que la navidad y el año nuevo se celebran en todo el mundo, y el clima, muy al contrario, no es uniforme. Cuando en el hemisferio norte es invierno en el sur es verano. Cuando en Nueva York y en Chicago los niños juegan a las guerras de nieve, en Buenos Aires y Santiago se divierten en piscinas y actividades al aire libre. Esto es así debido a que el eje alrededor del cual la tierra rota, no es exactamente perpendicular al plano del movimiento de traslación alrededor de nuestra estrella, sino más bien inclinado unos 23 grados y medio.

Plano de la eclíptica
Pues bien, más que un problema este hecho representa una excelente oportunidad para un estudio científico. ¿Se debe la exacerbación del comportamiento sexual a las fiestas navideñas, o más bien al clima? Bastaría entonces con recopilar datos sobre la cantidad de nacimientos por mes en países de ambos hemisferios. Si la hipótesis de la influencia climática fuera cierta, en el hemisferio norte se observaría una mayor proporción de partos entre los meses de agosto y octubre, y en el sur entre mayo y julio. De ser así, habría que buscar una conexión entre niveles hormonales (como la oxitocina) y la cantidad de luz solar, la duración del día y la temperatura.
Avion con dibujo de Papá Noel
Por otra parte, un comportamiento íntimamente relacionado con el anterior es la necesidad de comprar. Necesitamos gastar nuestro dinero en regalos. Algunos, incluso pagan a alguien para que se vista con un simpático y ridículo trajecito rojo, gorrito de pelota y luenga barba blanca, diga jo jo jo y reparta los regalos a los niños. Muchas veces el papelón lo juega el padre de familia; pero los niños de hoy, siempre on line y bien informados, ya no se tragan el cuento.

De cualquier forma gastamos nuestro dinero por estas fechas para que nuestros amigos y familiares nos quieran y nos acepten, para confirmar y estrechar las relaciones. A decir verdad, la ciencia moderna ha comprobado que un elemento importante para llevar una vida feliz es la abundancia y calidad de las relaciones interpersonales, algo que ha sido aprovechado por el moderno sistema económico para aumentar las ventas.

Papá Noel enojado
Por medio de la publicidad masiva el comercio, alentado por el sistema financiero, ha conectado en la psiquis colectiva la necesidad humana básica de relacionarnos con nuestros congéneres, con la compra de productos. Entonces, nos han programado para que el consumo en estas fechas se convierta en una ley natural. Si no regalamos es porque no tenemos o porque somos unos tacaños miserables, como Ebenezer Scrooge en la famosa obra de Charles Dickens.

Santa Claus, el viejecito bueno que regala (no vende) en navidad, paradójicamente se ha convertido en el ícono del capitalismo moderno.

Epicuro, las relaciones y el consumismo

Sin embargo la calidad de las relaciones no se compra con regalos ni consumo, un hecho conocido por la ciencia moderna, pero que no es nada nuevo.

Ya el filósofo Epicuro en la antigua Grecia había establecido la felicidad como el principio que conduce a la virtud. Frecuentemente se asocia al epicureísmo con una vida desenfrenada de placeres. No obstante, para Epicuro los placeres del alma son superiores a los del cuerpo.

Según Epicuro son tres los fundamentos de una vida feliz. El primero es tener buenas relaciones interpersonales. Decía el sabio que nadie debe ir a la mesa solo. Siempre debe estar acompañado. Y para vivir la filosofía que profesaba se hizo de una casa grande que compartía con sus seguidores y amigos.

famoso filósofo griego
El segundo fundamento es la libertad. Pero para ser realmente libre, Epicuro emigró luego con un grupo de seguidores y se asentó en un área rural. La verdadera libertad debía incluir la liberación de las presiones políticas, sociales y económicas. Contrario a la tendencia actual de relacionar la capacidad adquisitiva y el consumismo con la felicidad, el epicureísmo buscaba escapar de su dominio. Esta faceta del epicureísmo se hizo popular, y su influencia duró unos 400 años durante los cuales los adeptos formaban comunidades autosuficientes a todo lo largo y ancho del mundo antiguo.

El último fundamento de la felicidad para Epicuro es una vida de autoanálisis, de meditación sobre las actitudes, las acciones, gustos y motivaciones propias. En fin, una vida de introspección.

Bien, para terminar solo me queda desearle felices festividades. Acérquese a Dios en oración,  disfrute del cerdito al horno (excepto si profesa la fe judía, en cuyo caso tampoco celebrará la navidad), compre hasta donde su presupuesto se lo permita y no se endeude con su tarjeta de crédito. Si toma hágalo con moderación, no juegue juegos de azar y no queme pólvora que lo único que hace es intoxicar el ambiente mientras pone en riesgo su integridad física. Eso sí, dele rienda suelta a sus impulsos acrecentados por sus hormonas, pero solo si tiene una relación sentimental lícita… y no se vaya a quejar de los resultados en septiembre.

Saludos

miércoles, 30 de noviembre de 2011

LA TEORÍA DEL CAOS Y EL LIBRE ALBEDRÍO: DE CÓMO UN ELECTRON PUEDE SALVAR EL UNIVERSO

Por: Edwin Francisco Herrera Paz


Los Cerebros y la Teoría del Caos
Tal vez usted haya oído hablar de la teoría del caos, y probablemente a través del llamado “Efecto Mariposa”, que expresa que el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un huracán al otro lado del mundo. Esta característica de los sistemas complejos puede servir de base para realizar interesantes conjeturas sobre la consciencia, la voluntad y el devenir.

Por mucho, los cerebros, y especialmente los humanos, son los objetos más complejos de los que tenemos noticia. Se calcula que el cerebro humano está formado por alrededor de cien mil millones de neuronas. Pero la complejidad no está en el número, sino en las conexiones.

Cada neurona se comunica con otras por medio de substancias químicas llamadas neurotransmisores en uniones denominadas sinapsis. Cada neurona cerebral se comunica, por medio de sinapsis, con un promedio de diez mil de sus congéneres. Estas comunicaciones determinan la formación de sofisticados circuitos que no es sino hasta ahora que la neurociencia comienza a estudiar a fondo.

Gran parte de nuestra conducta no es consciente. La mayoría de nuestros movimientos obedecen a patrones aprendidos a lo largo de nuestra vida, y la mayoría de nuestras acciones están basadas en impulsos condicionados por la evolución. Buscamos comida para sobrevivir, formamos familias para perpetuar nuestras variantes genéticas en nuestra descendencia, construimos casas para refugiarnos de la misma manera en la que el pajarito construye su nido, y así.

Pero también a lo largo de la evolución los humanos hemos desarrollado una poderosa estructura cerebral capaz de modular las respuestas automáticas: el neocortex, una capa de neuronas que nos permite pensar, reflexionar y tomar decisiones; que nos hace sentirnos superiores y alejados del resto de las criaturas del reino animal.

Y no es en vano. Gracias al neocortex podemos reprimir nuestros impulsos básicos para convertirnos en seres morales, contemplar las maravillas de la creación con un pensamiento crítico, ser conscientes de nuestra propia existencia, y tal vez lo más importante, sentirnos capaces de tomar decisiones que pueden cambiar nuestras circunstancias y destino, que podemos escoger y planificar. En pocas palabras, tenemos libre albedrío.

Pero, ¿Existe realmente este libre albedrío? Y si existe, ¿Dónde reside? ¿En qué lugar del neocortex se encuentra la expresión de este libre albedrío llamada voluntad? La neurociencia nos dice que se anida en la llamada corteza prefrontal, ubicada en el extremo anterior del cerebro y que se encuentra poco desarrollada en los niños y adolescentes. Esta es la estructura que domina por sobre los instintos y que planifica y decide, es decir, es la encargada de realizar las funciones ejecutivas del cerebro.

Para que una neurona dispare, es decir, para que origine un impulso eléctrico que se propague, necesita que otra neurona le transmita el impulso. De allí se deduce que toda transmisión neuronal necesita de un impulso previo. A partir de esta información se hace obvio que no hay libre albedrío. Toda actividad neuronal deriva de la actividad neuronal previa, la que es moldeada por el ambiente desde los primeros instantes de existencia del cerebro embrionario. Todo lo que ya está depende de lo que ya fue, y la única manera de modular y moldear la red neuronal es a través de los impulsos sensoriales, o la aplicación de estímulos eléctricos o de fármacos, puesto que ningún impulso eléctrico se origina por sí mismo. ¿No es así?

Pues no tan rápido. Existe cierto tipo de neuronas, que se encuentran especialmente en la corteza cerebral, que tienen la capacidad de iniciar un impulso nervioso por sí mismas. O sea, que no necesitan un estímulo previo para disparar. Exhiben un automatismo similar al de las células que controlan la frecuencia de latidos del corazón. Pero aun así, el hecho de que una neurona dispare depende del resultado de múltiples estímulos excitadores e inhibidores que le llegan de sus congéneres.

Pues bien, la voluntad y el libre albedrío deben originarse en estas neuronas especiales. Pero aun el disparo de estas neuronas automáticas depende de un conjunto de procesos electroquímicos en su interior que darán como resultado lo que se denomina un potencial de acción. Finalmente, toda acción o decisión tomada por un ser humano depende de procesos físicos, químicos y eléctricos en el interior de las neuronas que estarán determinados por procesos anteriores. Al fin y al cabo la voluntad y el libre albedrío son procesos deterministas, pero este determinismo se encuentra oculto dentro de la complejidad de las conexiones neuronales que da la impresión de libertad, de poder de libre decisión.

Todo es cuestión de complejidad y de la teoría del caos. Dos pensamientos, dos acciones, dos decisiones, nunca serán iguales porque los sistemas caóticos son muy sensibles a las condiciones iniciales, y en el cerebro, es imposible reproducir las mismas condiciones iniciales dada su enorme complejidad. Nuestra libertad es solo una ilusión, una propiedad emergente de la complejidad. Espero que estemos de acuerdo en eso.

Ahora que ya usted sabe que nuestras decisiones se encuentran en realidad completamente determinadas, analicemos la siguiente situación de encrucijada. Supongamos que alguien debe tomar una decisión importante escogiendo entre dos opciones, pero su valoración de la situación, tendencias genéticas y experiencia determinan que las probabilidades sean las mismas para ambas opciones.

Desde luego, es extremadamente difícil encontrarse en una situación de dos opciones exactamente equiprobables en un cerebro complejo que cambia su patrón de actividad de un segundo a otro, pero digamos que la decisión debe tomarse rápido. Pues bien, en una situación así es posible que el disparo de una sola neurona estimulando una sola sinapsis sea suficiente y determinante en la escogencia final (¿recuerda el batir de las alas de la mariposa?). Si la sinapsis se activa, la persona escogerá la opción A, y si no se activa, escogerá la B.

Voy a poner la situación en perspectiva. En el cerebro humano existen alrededor de 100,000,000,000,000 (cien billones) de sinapsis o sitios de comunicación entre neuronas. Pero en algunas circunstancias es posible que baste la activación de una sola de estas sinapsis para cambiar el resultado del patrón de activación, cambiando un comportamiento o una decisión. ¡Eso es lo que yo llamo “vivir al filo de la navaja”!

La activación de una sola neurona que cambia una decisión es un bonito ejemplo del Efecto Mariposa, sin embargo quiero llevarlo un paso más allá de tal forma que usted pueda apreciar en toda su magnitud las consecuencias de las pequeñas acciones y su relación con el libre albedrío.

La decisión depende de una sola neurona. ¿Pero qué determinará que la neurona dispare o no? Imaginémonos que se trata de una neurona de disparo automático. El hecho de que dispare depende del voltaje dentro de la célula. Al alcanzarse cierto voltaje denominado umbral, se abren automáticamente en la membrana de la neurona una gran cantidad de canales iónicos que harán que la polaridad se invierta iniciando el disparo. Ahora, supongamos que el voltaje en la neurona está alcanzando el umbral. En milésimas de segundo el voltaje se acerca al requerido y en el momento preciso de la toma de la decisión, se alcanza y el individuo escoge la opción A. Si no se ha alcanzado el umbral el individuo toma la decisión B.

Imaginemos ahora que la diferencia entre estos dos voltajes (el que activa el disparo y el que no) es pequeñísimo, tal vez del orden de mil millonésimas de voltio. Esta diferencia podría estar determinada por la posición de un solo electrón dentro de la neurona, de tal forma que si la partícula está cerca de la membrana se alcanzará el umbral, pero si está algo alejada no se alcanzará.

Aquí ya hemos reducido la toma de la decisión, no a la acción de una neurona, sino a la posición de un electrón. ¡Increíble!

Superposición, colapso de la función de onda y decoherencia cuántica

La decisión sigue siendo, en principio, determinista. Sin duda depende de la posición del electrón dentro de la célula, más sin embargo la mecánica cuántica nos reta con un interesante problema. ¡Resulta que el electrón está en varios sitios a la vez! En el momento de la decisión la partícula está cerca de la membrana y a la vez está lejos. Al hecho de que una partícula subatómica como el electrón se encuentre en muchas partes al mismo tiempo se le denomina superposición cuántica, y no es hasta que la partícula interactúa con otra emitida por algún aparato de medición que la posición se materializa. Pero antes de eso, se encuentra en una especie de limbo cuántico.

Ilustraré esto con un experimento mucho más familiar. Tire usted dos monedas a la vez. Existen tres resultados posibles: la probabilidad de que obtenga dos caras será del 25%; la de que obtenga dos escudos será del 25%, y finalmente la probabilidad de obtener una cara y un escudo (sin importar el orden) será del 50%. Usted conoce la probabilidad de cada una de las tres ocurrencias, sin embargo antes de tirar las monedas ignora completamente cual será el resultado. Esta ignorancia es el equivalente a la superposición cuántica. El electrón está en un determinado lugar con cierta probabilidad, pero no es sino hasta que se lleva a cabo la interacción con la otra partícula que el electrón obtiene una posición bien definida. La partícula que interactúa sería entonces una especie de “testigo” de la materialización de la posición del electrón. Es decir, la realidad de la partícula no se manifiesta plenamente a menos que haya un observador o testigo que provoque lo que se denomina “colapso de la función de onda” del electrón.

¿Por qué estos efectos cuánticos no se manifiestan en nuestra vida cotidiana? Después de todo sería interesante poder estar en varios sitios a la vez. Y para ver lo que sucede a escalas de tamaño mayores que las de las partículas subatómicas, continuemos tirando monedas.
Repita el experimento de tirar dos monedas varias veces. Digamos, tres veces. Una posibilidad es que usted obtenga el siguiente conjunto de resultados:

Dos caras: dos veces, dos escudos: una vez.

O podría obtener este otro conjunto:

Dos caras: una vez, una cara y un escudo: dos veces.

Estos, entre otros conjuntos de resultados posibles.

En realidad, usted ignora completamente el conjunto de resultados que obtendrá en tres repeticiones del experimento. Pero, ¿Qué tal si en lugar de tres repetimos el experimento mil veces? En este caso, veremos con mucha certeza que muy cerca del 25% de las veces caerán dos caras, del 25% dos escudos, y del 50% una cara y un escudo, las mismas probabilidades que para un solo experimento. El conjunto de resultados se puede predecir con bastante exactitud con la condición de que el experimento se repita un elevado número de veces.

Cuando realizamos el ensayo muchísimas veces la incertidumbre se convierte cada vez más en certeza, y esto es exactamente lo que observamos cuando juntamos muchas partículas. Vemos que la posición promedio de las partículas corresponde a las posiciones más probables de cada una, y es por eso que ni nosotros ni los objetos que nos rodean podemos estar en varios sitios a la vez haciendo malabares cuánticos. Los efectos cuánticos se pierden completamente en la escala de tamaños de nuestra vida cotidiana. A este fenómeno de aparente pérdida de la superposición surgido de la colectividad de partículas se le denomina “decoherencia cuántica”.

La superposición cuántica no es importante para objetos inanimados o sistemas sencillos, como su refrigeradora o su escritorio, pero en los sistemas complejos regidos por las leyes del caos, se vuelve crucial. Volviendo a la decisión influida por la posición del electrón, imaginemos ahora que dicha decisión consiste en decir sí o no a una propuesta de matrimonio. Si la muchacha dice sí, se casará y tendrá dos hijos. Uno de ellos crecerá para ser un líder bélico que llevará a la humanidad a la autodestrucción. Si la muchacha dice no, el líder nunca nacerá, la humanidad prosperará pasando a la era del transhumanismo y finalmente desarrollará la tecnología para vencer la muerte del universo. ¡Gran responsabilidad para un sencillo electrón!

Y las figuritas de acción de G.I.Joe,
 ¿Será que tienen libre albedrío?
En la realidad todas las partículas dentro de cada neurona, y a la vez muchísimas neuronas, se encuentran involucradas en las acciones de un ser humano o alguna otra entidad biológica poseedora de conciencia. Todas estas partículas se encuentran en superposición cuántica, y es la interacción de las unas con las otras la que producirá un comportamiento, sea este consciente o no. Sin embargo, lo interesante del asunto es lo siguiente: bastaría con colapsar la función de onda de un solo electrón para inclinar la balanza a favor de una decisión, y así, afectar el curso del universo. Para una conciencia inmaterial, o incluso de naturaleza cuántica, esta acción resultaría sencilla. Más aun, bastaría la manipulación de unas cuantas partículas dentro de neuronas especiales ubicadas principalmente en la corteza prefrontal para controlar las acciones de un cerebro (o al menos aquellas acciones atribuibles a la mente consciente).

De esta manera, la mecánica cuántica resucita el viejo dualismo mente-cuerpo, previamente enterrado por el determinismo absoluto e implacable de la física newtoniana. De este modo, se abre de nuevo la posibilidad de la existencia de formas de consciencia cuántica que interactúen con el mundo físico, especialmente con los sistemas complejos llamados cerebros. Así, resurge la espiritualidad como una alternativa real al existencialismo puro en la vida del hombre.

Lea también: 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

PELANDO LA CEBOLLA: DE COMO LOS HUMANOS ESTAMOS CONSTRUÍDOS EN CAPAS

Por: Edwin Francisco Herrera Paz
Los humanos y los demás seres biológicos estamos construidos por capas. Sí, como una cebolla. Por eso es que a nuestras máquinas inteligentes también las construimos por capas.
Piense en una computadora. A veces veo mi máquina y me parece que solo le falta hablar. La quiero tanto como a mi mascota porque me comprende, me ayuda en mi trabajo, me entretiene y no me regaña (a diferencia de mi esposa). Ah, y se me olvidaba, también su mantenimiento es barato ya que no come (a diferencia de mis hijos). Incluso hay ocasiones en las que pienso que mi compu está viva. Pero la interacción entre mi máquina y yo está basada en esta construcción por capas que ambos compartimos.

El cerebro de la computadora es la unidad de procesamiento, una pequeña estructura compuesta por chips del tamaño de una uña. Estos son el soporte físico, o hardware, que a su vez están compuestos por una gran cantidad de compuertas lógicas que transforman las pequeñas corrientes eléctricas que le entran para crear una salida predeterminada. Existen tres tipos de compuertas básicas: las “Y”, las “O” y las “NO”, las cuales se colocan en diferentes combinaciones en serie y en paralelo. La base de la computación entonces, es el enrutamiento de las corrientes entrantes por una serie de compuertas o conmutadores lógicos.

Pero a los seres humanos nos resulta un tanto difícil comunicarnos con una computadora por medio de corrientes eléctricas. Para resolver un problema matemático usted tendría que abrir y cerrar manualmente cientos de compuertas, por lo que para facilitar las cosas los científicos de la computación inventaron los lenguajes de programación.

La primera capa de este software es un lenguaje de ceros y unos que también resulta enredado para nosotros. Imagínese usted que para decirle a su computadora que quiere ver la siguiente página de un archivo de texto tuviera que escribir un par de páginas de ceros y unos. Complicado, ¿no?

La siguiente capa es un poco más amigable. Son los lenguajes de alto nivel, que funcionan con instrucciones en ingles. Aunque son mucho más amigables que los ceros y unos, aun es preciso memorizar una gran cantidad de instrucciones y la sintaxis de los lenguajes. Recuerdo mis primeras experiencias con las computadoras. Iniciaban los años noventas y aun no existía Windows ni nada que se le pareciera. Para que la máquina me obedeciera tuve que aprender las instrucciones del sistema operativo DOS y la programación BASIC.

La siguiente es la capa que realmente hace de la computadora un ser con el que podemos interactuar fácilmente: la interfaz gráfica. Windows (y antes que este la interfaz de Macintosh) se comunican con nosotros de una forma más natural, de tal manera que cuando estamos frente a nuestra computadora no nos hace falta saber absolutamente nada sobre las otras capas.

Pues bien, de esa misma manera los seres humanos estamos hechos, desde una capa compuesta por proteínas y ADN de la cual no nos enteramos en nuestra vida diaria, hasta la última capa –la interfaz con nuestro mundo – compuesta por un intricado código de comportamiento. Entres estas dos capas hay otras. El programa genético con el que nace un individuo es moldeado por una compleja interacción con el ambiente. La capa molecular (ADN y proteínas) es sujeto a complejas interacciones para formar estructuras llamadas células (capa celular). En el sistema nervioso, las células se relacionan unas con otras formando circuitos que a la vez forman estructuras nerviosas. Las conexiones neuronales que forman estas estructuras son moldeadas por las capas más bajas y el ambiente en una interacción compleja. Finalmente, la compleja interrelación de este tipo de estructuras forman los sistemas nerviosos humanos. Podemos continuar agregándole capas a esta nuestra cebolla, y diremos que la compleja interrelación de muchos cerebros forman la capa social.

Como yo soy muy especulador, a veces me gusta especular sobre qué sucedería si de repente perdiéramos de nuestro lenguaje la capacidad de hacer referencia a las últimas capas (cerebral individual y social, que forman la interfaz) y tuviéramos que comunicarnos racionalmente nombrando los fenómenos que se llevan a cabo en otras capas más profundas. Por ejemplo, ¿Qué sucedería si nos tocara hablar en términos de la capa de estructuras nerviosas? Sin duda desaparecerían palabras como “amor”, “deseo”, “hambre”, “amigo”, etc. que son elementos emergentes de las capas individual y social.

Cuando un hombre sintiera atracción por una mujer no le dedicaría una canción de moda, ni le regalaría rosas, ni le diría al oído cositas bonitas. No. Más bien le diría algo así: “Mis niveles de oxitocina se han elevado con la impresión de tu imagen en mi retina, ya que al comparar dicha imagen con la impronta almacenada en mi sistema límbico se activaron mis centros cerebrales de recompensa, lo que hace que mi hipotálamo esté a la vez haciendo que mi hipófisis secrete gonadotofinas que han elevado mis niveles de testosterona que al unirse a sus receptores citoplasmáticos han desencadenado respuestas celulares que impelen a mi área motora cerebral a ordenarle a mis músculos a dirigirse hacia ti, con el objeto de activar mis mecanismos reproductores que permitirán la creación de una nueva interfaz en la que puedan perpetuarse mis variantes genéticas.”

A lo que la muchacha respondería: “La estimulación sonora causada por las vibraciones de tus cuerdas vocales fueron codificadas por mi aparato auditivo en impulsos eléctricos que alcanzaron mis lóbulos temporales para ser interpretadas en mi área de Wernicke y luego comparadas con las improntas de mis antecesoras y mi propia experiencia en mi sistema límbico, lo cual estimuló mis centros de castigo que a su vez estimularon una respuesta en mi área motora, que ayudada por improntas cinéticas en mi área premotora y mi cerebelo dentro de un instante obligará a mis músculos agonistas, antagonistas y sinérgicos del brazo a actuar orquestadamente con el objeto de que mi mano derecha se dirija a toda velocidad hacia tu pómulo izquierdo”.

¿Lo puede ver? El hombre guiado por sus hormonas le hace una especie de propuesta a la dama, quien ni corta ni perezosa le propina una soberana cachetada al susodicho individuo. Pero los fenómenos que condujeron a esta interacción fueron moldeados por millones de años de evolución e incluso por las experiencias propias, y sin embargo no los vemos. En realidad, no somos conscientes de ello y la mayor parte de nuestra conducta se encuentra condicionada, escondida capa tras capa en lugares recónditos, accesibles solo mediante las herramientas de la ciencia moderna que nos permiten en la actualidad, pelar la cebolla. 


Lea También: Defendiendo la gran "H" o ¿Por qué mi marido no cambia ese foco quemado?