sábado, 17 de julio de 2010

El universo es de los gigantes. ¿O no?

Dr. Edwin Francisco Herrera Paz

Los gigantes humanos
La diferencia de estatura entre individuos de diversas poblaciones humanas es notable. Como ejemplos clásicos podemos mencionar a los Wuatusi y a los Pigmeos. Los primeros, asentados en territorios de Ruanda-Urundi al este del Congo, son los individuos más altos del planeta llegando a medir más 2.30 metros de altura, constituyéndose en verdaderos gigantes. Por otra parte los pigmeos son un grupo de etnias africanas caracterizada por su corta estatura, llegando a medir no más de 1.50 metros.
Los factores que determinan el tamaño final de una persona adulta son múltiples, la mayoría de los cuales son genéticos pero también se encuentran algunos ambientales, principalmente el tipo de alimentación. Cuando un individuo sobrepasa ciertos límites de estatura, el crecimiento ulterior se vuelve patológico debido a ciertas restricciones fisiológicas. De estas la más grave es el crecimiento patológico del corazón (hipertrofia) producido por el enorme esfuerzo al que se somete este órgano para poder bombear la sangre hasta el cerebro en contra de la gravedad.
Entonces, ¿Qué podemos decir sobre los gigantes mencionados en el antiguo testamento? ¿Serían humanos? ¿O se trataría de especies paralelas al Homo sapiens que posteriormente desaparecieron? ¿O tal vez eran viajeros del espacio tiempo provenientes de un recóndito lugar cerca del centro de una lejana galaxia? El libro de Génesis menciona los “Nephilim” o caídos, hijos de mujeres humanas con “los hijos de Dios”. Cuando estos contemplaban las exquisitas líneas, la tersura de la piel y el hermoso cabello ondulante de las mujeres humanas recién bañaditas, se enamoraban de ellas, las desposaban y engendraban a estos individuos que según la Biblia, eran verdaderos gigantes. Termina el pasaje asegurando que estos gigantes “fueron los famosos héroes de los tiempos antiguos”.
Es curioso. Algunas culturas antiguas relatan historias de gigantes que forman parte de su mitología. Los antiguos griegos con sus titanes y cíclopes; los nórdicos con sus gigantes de hielo; y los hebreos con sus nephilim. Si estos gigantes en realidad existieron o no, es difícil de decir. En los últimos años han circulado por la red algunas fotos de esqueletos humanos gigantes cuya falsedad es evidente, y lo único cierto al respecto es que no existe evidencia física de su existencia proveniente del registro fósil (pero una vez más, recordemos que la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia).
Restricciones de escala
Lo que sí puedo asegurar sin lugar a dudas, es que los gigantes de más de 2.5 metros (de haber existido) debieron tener una genética muy diferente a la de los humanos modernos debido a las llamadas “restricciones de escala”. Este tipo de restricciones se ve en todos los niveles evolutivos, ya se trate de organelas, células, individuos, instituciones o sociedades. Como la evolución en tamaño no puede continuar acumulándose debido a las restricciones, lo que crece es el número de relaciones entre los individuos, la complejidad, y por ende el tamaño de la comunidad de individuos.
Analicemos el caso de la célula. Los organismos multicelulares exhiben una gran variedad celular con relación a su función y forma. Pero la existencia misma de la multicelularidad es debida a la restricción del crecimiento de una célula individual. El mecanismo restrictivo de tamaño está dado por la necesidad de la célula de alimentarse de los nutrientes de su entorno. Ahora, supongamos que tenemos una célula normal dividiéndose también de manera normal. De pronto surge una mutación que aumenta el diámetro de la célula a dos veces el original. ¿Qué sucede entonces? El volumen celular aumentará en una relación cúbica con el aumento del diámetro, y las demandas nutricionales y metabólicas de la célula están dadas en función de su volumen.
Por otra parte, el aporte nutricional de la célula se encuentra en relación directa con el área de su membrana o envoltura. Pero el área de la membrana crecerá únicamente en una relación cuadrada (y no cúbica) con el aumento del diámetro, por lo que el aumento en la demanda de recursos no va acompañado de un aumento igual en el aporte. Si la célula continúa creciendo ocurrirán dos cosas: 1) la velocidad de la absorción de los alimentos será insuficiente para la demanda con la consiguiente inanición, y 2) La velocidad de eliminación de substancias tóxicas será insuficiente con la consiguiente intoxicación. Nada más sensato para la lista celulita (considerada como un ente evolutivo) que aprovechar los recursos energéticos, no en un crecimiento ulterior, sino en especializarse para ayudar a sus vecinas, y a la vez, aprovechar el producto elaborado por sus congéneres contribuyendo con el crecimiento del conjunto. Surge entonces el organismo multicelular que no es más que un grupo de individuos actuando de manera cooperativa y coordinada para formar una compleja red de interrelaciones.
¿Y el ser humano? ¿Qué sucedería si creciera más de tres metros? Bien, el peso de un individuo está dado en proporción directa a su volumen. Entonces, el peso crece en una relación cúbica con el aumento de estatura. La fuerza muscular, en cambio, depende del área de la sección transversal de un miembro. Un individuo de más de tres metros sería extremadamente pesado para poder sostenerse con unos miembros inferiores de proporciones normales. Los miembros, entonces, deberán crecer hasta alcanzar un calibre desproporcionado en relación con el tronco. Además, gran parte del espacio cerebral deberá ser destinado al movimiento, por lo que el cerebro tendría que crecer desproporcionadamente. Por esa razón las moscas tienen cabeza y patas pequeñitas, mientras los elefantes tienen extremidades anchas y una gran cabeza. Una mosca del tamaño de un elefante moriría aplastada por su propio peso.
Mainframes, Gigantes Financieros y la Conquista del Universo
Así las cosas, no me imagino cómo un nephilim pudiera seducir una preciosa, linda, hermosa, delicada y pendenciera humana terrícola. ¡Con ese aspecto! ¿Se imagina? Un gigantón de más de 5 metros con sus elefantiásicas extremidades y su hidrocefalicoide cabeza, caminando lento y haciendo vibrar la tierra a cada paso. Bueno, algo del gigante le tuvo que haber gustado a la terrícola. No sé. Tal vez… el enorme poder desplegado por el gigante. Aunque como dicen, para gusto los colores. Si no mire la rubia novia de King Kong. Se fue con el primer gorila que se le apareció.
Poniéndonos más serios, es improbable (aunque no imposible) que un grupo de gigantes celestiales anden por allí de galaxia en galaxia conquistando a las féminas que se les ocurra, y además apareándose con ellas. De la misma manera, es improbable que una computadora o supercomputadora de mastodónticas proporciones controle la información y los procesos energéticos de un planeta o una galaxia. Y es que ese es precisamente el tema del brillante ensayo de Isaac Asimov llamado “The Last Question (La Última Pregunta).” La protagonista principal del ensayo es una gigantesca computadora que administra el universo. En el año 2061, Multivac (ese es el nombre de la computadora inicial) administraba los recursos terrestres globales. A medida que transcurrían los miles, luego millones, miles de millones y billones de años, la computadora manejaba todos los recursos del sistema solar, luego de la galaxia y finalmente, del cosmos. Al final, la fusión de la mente universal del ser humano y la supercomputadora cósmica regeneran el universo después de la muerte térmica provocada por la entropía.
El ensayo es nada menos que genial, pero para 1956 (fecha en la que fue escrito) las gigantes computadoras llamadas mainframes prometían continuar creciendo en tamaño para controlar procesos cada vez más complejos, por lo que no es de extrañar que Asimov adoptara esta configuración para sus ensayos de ciencia ficción. Una compañía apostó por el monopolio de las mainframes, convirtiéndose en un poderoso emporio financiero de su tiempo. Para la década de los setenta, International Business Machines (IBM) había crecido al mismo ritmo que sus mainframes convirtiéndose en el gigante absoluto de la computación. Pero para la década de los ochenta, dos jóvenes construían en un garaje lo que sería el futuro de la computación: la computadora (ordenador en Francia) personal. Steve Jobs y Steve Wozniak vendían aparatos de computación primitivos a sus vecinos y luego, bueno, usted sabe el resto de la historia.  Pronto, la mayoría de las personas en la tierra tendrán una computadora conectada a la red global. El gigantesco dinosaurio de Asimov fue substituido por una red de hormiguitas bien comunicadas que algún día administrará los recursos del planeta.
Por eso, si usted está pensando en formar su propia empresa, construir una célula sintética o incluso un ser humano, o tal vez en viajar por el cosmos para conquistar a las señoritas de cada exoplaneta habitado con una sociedad tecnológica que a usted se le ocurra, tenga en cuenta las restricciones de escala. Que pase buen día.
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sábado, 10 de julio de 2010

¿Podrá la ciencia contestar algún día las preguntas morales?

Dr. Edwin Francisco Herrera Paz


Quiero comentar en esta ocasión la brillante ponencia de Sam Harris cuyo video incluyo al final de este artículo. Si usted gusta, puede ir directamente al video y luego echarle un ojo a estos comentarios.   
Harris plantea las posibles rutas de la conducta moral humana como un paisaje con valles y picos, y lo compara con la alimentación. Argumenta que nadie discutiría sobre la existencia de un cuerpo de conocimientos en este tema, aunque también es indiscutible que la gama de dietas es variadísima, pero dicha variación no afecta en gran medida el resultado: la utilización de los alimentos para la producción de tejido y energía. Aun así, hay esquemas de alimentación preferibles a otros en cuanto al impacto en la salud del individuo.

Según el expositor, de esa misma forma habrá esquemas de comportamiento que afectan al individuo en particular y a la sociedad en general que son susceptibles de ser estudiados en el marco de la neurociencia. A la vez, tiene cuidado de mencionar que el bienestar de la colectividad está por encima del de un solo individuo, y menciona el caso del fundamentalista suicida que experimenta la autosatisfacción con la destrucción de otros seres humanos. También hace énfasis en la protección del débil ante los abusos del fuerte, indicando que la conducta (por ejemplo la manera de vestir) no debe ser impuesta por un sexo sobre otro, sino una libre elección.

En este último punto la polémica debería ser intensa. ¿Hasta qué grado una conducta es impuesta? ¿Es la conducta de las mujeres árabes de cubrirse el rostro con un velo (burka) una imposición, o el resultado de su disposición a ajustarse a un conjunto de costumbres y leyes? O por el contrario, ¿Es la moda liberal en occidente el producto de la libre escogencia, o el resultado de sutiles imposiciones de los regentes de la moda mediante técnicas mediáticas? ¿Podrá la ciencia algún día construir un marco de referencia basado en la moralidad que se ajuste a todo el género humano? En mi opinión, las variables que afectan la conducta moral son tantas y diversas en determinados ambientes que la valoración moral de ciertos comportamientos será siempre subjetiva, y no susceptible de ser solucionada por un algoritmo.

Harris contrasta conductas que están en extremos opuestos, como la del Dalai Lama y la de un violador en serie, y argumenta que son obvias las diferencias. Pero las diferencias entre comportamientos intermedios o colectivos no son tan obvias. Para el caso, ¿es la guerra un comportamiento deseable? A todas luces, no. Pero en un mundo diverso siempre habrá abusadores que deberán ser detenidos, por lo que una guerra orientada a ese fin será válida. Pero, ¿hasta qué punto la solución resulta peor que el problema? ¿Hasta qué punto justifica la sospecha de una esclavitud futura la muerte de muchos inocentes?

Un ejemplo: En Honduras un golpe de estado terminó con el mandato del expresidente Manuel Zelaya Rosales. A todas luces, un golpe de estado es un evento indeseable. Sin embargo los ejecutores del golpe alegan “estado de necesidad”, definiendo este término como aquel en el que la conducta indeseable (golpe de estado) es preferible a la serie repetida de abusos efectuados por el gobernante, y la evidencia de que dichos abusos se prolongarían en el tiempo de manera indefinida. Sin embargo, ¿Existe evidencia real de que Zelaya se perpetuaría en el poder? La evidencia es circunstancial y no contundente. La verdadera intención de Zelaya nunca se sabrá, pero en el ambiente del momento había un fuerte “sentimiento” de que así sería, lo que justifica el estado de necesidad. ¿Podrá la ciencia algún día zanjar este tipo de controversias? ¿O será siempre necesaria la actuación del juez humano, con toda y su carga de subjetivismo y ambivalencia?

La propuesta de que la ciencia es capaz de estudiar la conducta moral como cualquier otro campo del conocimiento entra dentro del análisis de los sistemas complejos. El sistema complejo es capaz de responder a múltiples y variadas entradas (input) sin alterar en gran medida la salida (autput) debido a la presencia de mecanismos de autorregulación, o de retroalimentación negativa. Como ejemplos, nuestro funcionamiento diario normal no experimentará muchas variaciones independientemente de la dieta y actividad física de un día en particular. El medio interno (homeostasis) siempre se mantendrá dentro de un amplio margen de condiciones ambientales. De igual forma, las conductas morales tendrán poca repercusión sobre la sociedad como un todo, siempre y cuando se mantengan dentro de un margen de variación que excluya ciertos extremos. Estos son los valles y los picos en el paisaje de nuestro expositor.

A mi manera de ver, la ciencia puede ser capaz de diferenciar lo malo de lo bueno en ciertas condiciones bien definidas, pero en la mayor parte del comportamiento humano el elemento de subjetividad siempre constituirá un sesgo importante. Con la alimentación como analogía, debemos saber qué alimentos son buenos y la cantidad de calorías optimas, pero no todos necesitamos un nutricionista que nos indique a cada momento cuales alimentos y en qué cantidades los debemos consumir. Basta con conocer ciertos lineamientos generales sobre la forma correcta de alimentarse.

De igual manera, el comportamiento moral se debería enmarcar en unas pocas leyes generales. Pero estas leyes no necesitan un enorme cuerpo de conocimiento científico que las sustente. Ya han sido promulgadas por la mayoría de líderes espirituales del mundo, y sí la ciencia tuviera la osadía de estandarizar el comportamiento moral basándose en el bienestar humano, y luego los gobiernos utilizaran dichos estándares para justificar su intervención en las costumbres de sociedades milenarias, entonces la humanidad repetiría el viejo error de oficializar doctrinas como la tristemente célebre eugenesia aplicada a poblaciones humanas. Sobra decir que dicha doctrina, aunque correcta desde el punto de vista práctico y racional, presenta serias implicaciones éticas.

¿Y qué decir sobre la evidencia que indica que gran parte de la evolución del cerebro humano se debe a las dificultades enfrentadas por nuestra especie en la lucha por sobrevivir en ambientes hostiles? Es posible que el máximo bienestar personal y colectivo no sea el estado óptimo para el desarrollo ulterior de las civilizaciones. Más aun, la teoría de sistemas complejos exige la presencia de perturbaciones para que puedan surgir nuevas formas de ordenamiento. Este hecho se hace evidente en el campo de la biología. Los biólogos saben perfectamente que la mayor diversidad de especies surge en épocas de adversidad y cambio acelerado, y la diversidad lleva a la complejidad.

Por lo demás, opino que la exposición de Sam Harris es brillante. Lo dejo con el expositor, y no olvide activar los subtítulos en español antes de echar a andar el vídeo si desea traducción. Saludos. 

domingo, 4 de julio de 2010

Uruguay sigue vivo

Edwin Francisco Herrera Paz

El director técnico les da las últimas instrucciones del partido. Están dispuestos a defender la portería de su equipo como si se tratara de su propio territorio nacional. Se entremezclan en el ambiente sentimientos de patriotismo, deseos de gloria y nerviosismo. El líder o macho alfa del equipo –el mismísimo director técnico- les indica que si hace falta atajar la pelota con las manos para evitar el gol, que así lo hagan. A ellos les parece una posibilidad remota, por lo que esta última instrucción les parece extraña.
Comienza el partido. Los africanos son más aguerridos de lo esperado. Tienen buena técnica, pero sus arma principales son la resistencia física y la fuerza. Transcurren los primeros 45 minutos sin gol. El segundo tiempo es un duelo a muerte, pero el ansiado y apetecido gol no cae. El partido se va a tiempo extra. El tiempo complementario transcurre con jugadas peligrosísimas. A más de un aficionado de los respectivos países le dio un infarto.
Llega el último minuto del encuentro. Se arma un pequeño caos en la portería uruguaya. En el caos, un jugador de Ghana tira al marco. Sorprendió al equipo uruguayo con el portero adelantado. El jugador Luís Suárez  (quien no es el portero) se encuentra parado en la raya de gol, observando impotente la trayectoria del balón la cual es demasiado alta y alejada para intentar el cabeceo. En ese instante y en una fracción de segundo Suárez recuerda su niñez. Recuerda haber jugado alguna vez al voleibol. También recuerda aquella instrucción del director técnico. La última. Aquella instrucción rara de sacar el balón con la mano, si hiciera falta.
La mente de Suárez se encuentra en una especie de bolsa del espacio-tiempo. La acción transcurre rápidamente, pero sus pensamientos parecen transitar con lentitud y al final decide seguir la orden de su líder. Alza las manos y rechaza el balón, evitando el gol. El árbitro del encuentro sopla su silbato. El gol se ha evitado pero Suárez es expulsado, y además el penal será un seguro gol.
La mente de Suarez continua activa en la maraña que en ese momento es su vida interior. Se pregunta si habrá hecho lo correcto. – Mis compatriotas nunca me perdonarán-, piensa. En ese instante desea ser raptado por una nave espacial y desaparecer del mapa. Sus áreas cerebrales de castigo se activan. En una agitación y reverberación continuas, grupos de neuronas en el mesencéfalo, el tálamo, el hipotálamo y otras estructuras cerebrales activan repentina y pasajeramente las vías neurales y viejas conexiones sinápticas que evocan eventos pasados indeseables. La tarjeta roja removió en su interior viejos recuerdos ocultos, como el día en el que la maestra le dijo que el trabajo entregado estaba malo, o cuando su familiar lo regañó diciéndole que era la vergüenza de la familia. Reminiscencias ocultas en el inconsciente que en ese momento activan las rutas de castigo.
El jugador castigado camina fuera de la cancha. El árbitro pita y el jugador del equipo ghanés ejecuta el penal, pero el portero lo para. En ese preciso instante, la bioquímica cerebral de Suárez cambia de estado. Se activan bruscamente diversas áreas cerebrales relacionadas con la recompensa y el placer, como el locus coeruleus y el núcleo accumbens, entre otros. Suárez se siente agradecido con la vida y con Dios, y en su mente se activan las improntas neuronales formadas por eventos exitosos del pasado.
El partido termina y la justa se decide por penales. Uruguay resulta triunfante. Para los uruguayos el triunfo es un milagro, y Suárez es un héroe. Uruguay sigue vivo. América sigue viva. El mundial no ha terminado. Se repite una vez más la historia que paraliza países al igual que corazones; que en un instante consagra de gloria a unos y defenestra a otros; la historia que hace del futbol, el deporte rey.