martes, 26 de mayo de 2009

Sobre la cuarta urna y los grupos de poder

Alguien me está ganando en mi carrera por conquistar al mundo: se llama “Wolfram Alfa”. Es un buscador de internet inteligente, pero ummmm es más inteligente de lo que pensé. Wolfram Alfa cree que me ganará solo porque su inventor publicó su primer artículo sobre física de partículas a los 16 años. Bueno, algo se me ocurrirá. Hoy tengo ganas de hablarles un poco de política, porque ningún ratón que se precie de querer conquistar al mundo puede dejar de decir algo de política y de futbol.

El día de hoy he escuchado hablar a algunos eminentes periodistas de nuestro país, quienes han defendido la libertad de expresión, que es representada por la llamada “prensa independiente” y que en la actualidad se ve amenazada por el afán de continuismo político del gobierno de turno. Casualmente, dos periodistas se encuentran en estos momentos secuestrados (no digo que ambas cosas están relacionadas. Como científico necesitaría evidencias para confirmarlo). Estos sucesos me hacen recordar los ataques contra la Prensa libre de parte del Presidente Chávez. De hecho, algunos sucesos actuales del país son una reminiscencia de los acaecidos en Venezuela hace algunos años.

Ahora bien, hace unos momentos leí en un libro del historiador alemán Paul H. Koch, titulado La Historia Oculta del Mundo, cuyo tema es la teoría de la conspiración y las sociedades secretas, una historia sobre un periodista de nombre John Winton, jefe de redacción del New York Times por muchos años. En su fiesta de despedida por su jubilación, alguien levantó la copa y dijo: “por la independencia de la Prensa,” a lo que Winton respondió (lo transcribo textualmente): “No existe una prensa independiente, a no ser en una pequeña ciudad de provincias: ustedes lo saben y yo lo sé. No hay ni uno solo entre ustedes que ose escribir su honesta opinión y, si lo hiciera, saben de sobra que su texto jamás será publicado. El oficio de periodista en Nueva York, y en toda América, consiste en destruir la verdad, en mentir abiertamente, en pervertir, en envilecer. ¿Qué locura es esa de beber a la salud de la prensa independiente? Somos herramientas y criados de hombres ricos que se ubican tras bambalinas. Somos unos polichinelas: ellos tiran de los hilos y nosotros bailamos. Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas son propiedad de otros hombres. Somos unos prostitutos espirituales.” Desde luego, Winton se estaba jubilando y sus palabras, las que calló por tanto tiempo, ya no tendrían mucha repercusión en su trabajo.


Estas palabras dichas por un jefe de redacción de uno de los periódicos más prestigiosos del mundo me impactaron. Yo tengo algunos amigos periodistas a quien tengo un aprecio entrañable. Yo les pregunto: ¿es cierto eso? Porque de ser así, entonces, ¿Quién podrá defendernos? ¿Los reportajes, de verdad, no son la opinión sincera de ustedes sino la de instituciones o grupos de personas con intereses particulares, arreglada de tal manera que luzca atractiva a la audiencia? Eso me asusta sobremanera. Desearía que eso no fuera cierto para nuestro país.

Ahora, déjenme decirles que no se necesita ser un ratón genio como yo para saber que Honduras NO necesita un cambio en la constitución. Los problemas de Honduras son enormes como para distraerse con nimiedades que solo interesa a un grupo de burócratas en Tegucigalpa. Para la mayoría de las personas, el que cambien la Constitución o no la cambien, el que haya o no haya cuarta urna, DA LO MISMO. Igual seguirá la mayoría de la población en el nivel de pobreza extrema, igual no se apoyará el desarrollo y avance de la ciencia (yo mismo he sufrido en carne propia la indiferencia de las instituciones a la investigación científica), igual continuaran los alarmantemente altos índices de corrupción. Lo que Honduras necesita es reinventar por completo sus instituciones. La Universidad, que la cierren y la reinventen. Las mentes jóvenes que luchan por abrirse paso en la vida deseando una educación superior, perderán menos tiempo. Las instituciones que han sido atacadas inmisericordemente por la segunda ley de la termodinámica, es más fácil, y económicamente más factible, rediseñarlas y reconstruirlas, que intentar arreglarlas con parches.

Escuchaba un anuncio publicitario del Gobierno de la República sobre la cuarta urna. En el, una mujer dice: “yo estoy con la cuarta urna, porque quiero decidir como quiero vivir”. Já, ¿decidir como quiero vivir? ¿Usted cree que algún día se realizará un plebiscito para consultarle al pueblo (por ejemplo) si quiere que la educación pública sea bilingüe? ¿O sobre cualquier asunto que de verdad influya sobre la forma de vida de la gente? ¿Usted cree que el hondureño promedio decidirá, haya o no haya cuarta urna, en el futuro inmediato, como quiere vivir? Lo único que decide es si se va o no se va mojado para Estados Unidos. No se si habrá algún iluso que crea que las palabras de ese anuncio son ciertas, pero supongo que si lo hay.

Ahora bien, ¿no es también acaso continuismo el hecho de que existe una brecha insalvable entre la clase privilegiada de este país y los más pobres, y que NINGÚN gobierno por venir ofrezca soluciones claras y realistas, y que lejos de esto se interesen en mantener el status quo de una elite privilegiada? ¿No es acaso el status quo una forma de continuismo? El Gobierno de turno, ni corto ni perezoso, solo está aprovechando la situación.

Como tuve la oportunidad de estudiar en nuestra hermana república de Colombia, pude comparar su cultura con la nuestra. En ese país, las mejores escuelas son las públicas, por lo que todos los niños tienen acceso a una educación de calidad. En nuestro país, a la educación deficiente de la mayoría de las escuelas públicas se le suma la falta de clases por las numerosas huelgas que se repiten año con año. Díganme ustedes, ¿Cómo va a competir en el futuro ruedo laboral un niño con recursos que apenas alcanzan para comprar un par de cuadernos, que asiste a pocas clases en el año, con aquellos que tienen acceso a una educación bilingüe de primera? Desde la tierna infancia el futuro está marcado. Lo que debemos hacer es reinventar, rediseñar, reconstruir el Magisterio en Honduras. ¿Por qué no ocupamos nuestro tiempo en la discusión permanente de cómo solucionar estos y otros problemas apremiantes de nuestra sociedad? Le diré por qué: Todo es cuestión de poder (dulce poder): Por ejemplo, en la actualidad hay dos grupos disputándose el poder 1) el Gobierno de turno (de hecho, no es el Gobierno, es un grupo de poder tras este) buscando el continuismo político, quien tarde o temprano, de lograrlo, comenzará a expropiar bienes privados que pasarán al grupo de poder tras bambalinas, y 2) los grupos de poder privilegiados actuales, como algunos medios de comunicación y otros a quienes interesa el status quo. Esto es más claro que el agua, pero la discusión la arreglan con frases bonitas y palabras altisonantes: que defendiendo la constitución, que los artículos pétreos, que los derechos del pueblo, que la democracia, que la libre expresión. A ambos bandos les importa un bledo el bienestar de las mayorías. En medio de esta lucha de poder está el resto de nosotros, quienes nos dejamos hipnotizar por tal circo retórico.

Últimamente he conversado con algunas personas sobre su opinión respecto a si habrá o no continuismo político. La respuesta, invariablemente, es que en este país los grupos poderosos actuales son tan poderosos que no permitirán que eso suceda. Aparentemente esta es una opinión generalizada. Ahora pregunto yo: si los grupos de poder en Honduras son tan poderosos ¿por qué no han hecho nada para que se mejore (entre otras cosas) la educación pública? Hay dos respuestas posibles: 1) como los hijos de los poderosos asisten a escuelas bilingües de primera categoría del país o del extranjero, tienen acceso a los mejores servicios de salud etc. simplemente les importa un pepino, o como dice mi madre, un soberano cacahuate. O 2) les interesa que la gente siga sumida en la ignorancia y el analfabetismo, de tal forma que puedan ser convencidos y manipulados con frasecitas mentirosas pero elegantes y a simple vista convincentes.

¿Cómo es posible que en un país en el que todavía se mueren los niños de desnutrición se hable solo de la cuarta urna y de futbol? ¿Estamos tan idiotizados? Afortunadamente, la tecnología moderna permite que el poder se descentralice un poco. De esa manera, yo puedo verter mis opiniones en este blog. La frase en inglés se oiría más bonita, y no se si está acuñada, pero yo la llamaría: Empowerment of the Common Man (tal vez la leí en alguna parte). ¿Ven? Yo puedo hacer eso porque tuve la dicha de estudiar en una escuela bilingüe (bueno, además soy ratón genio, ¿recuerdan?). Mis preciados amigos, mejor termino ya antes de meterme en problemas, y me voy a ¡tratar de conquistar al mundo!

domingo, 17 de mayo de 2009

De células, no células, y células madre

Ser o no ser: esa el la cuestión (William Shakespeare en Hamlet)


No es fácil conquistar al mundo, ya sea que el que lo intente sea ratón o humano. Solo sé que, para el que lo intente, algunas cosas deben quedar claras.
Estábamos reunidos un pequeño grupo (selecto, diría yo) de catedráticos y encargados de la administración de la facultad de Medicina. ¿El objetivo? Solicitar la discusión de tópicos de Bioética para determinar la posición de la Universidad con respecto a estos. Conversábamos sobre factores de transcripción, reversión de células somáticas a células madre embrionarias totipotenciales, eutanasia y otras nimiedades cuando vino a colación un tema: Durante una de las reuniones científicas de los miércoles (en la que no estuve presente), alguien dijo que las plaquetas eran células. Alguien más dijo que no: se trata de fragmentos celulares. Fuera de las aulas se le consultó el asunto al super ultra mega experto: “el hematólogo”. Este último, indignado, respondió que desde luego, que quien decía que las plaquetas no son células, que por supuesto y no se hable más. Al día siguiente, el experto se retractó, diciendo que después de consultar el asunto con otros super giga (tera, dentro de poco) expertos, ya no estaba tan seguro, que probablemente no, pero no sé.
Virus del VIH-SIDA
Al parecer en la mencionada reunión surgió el tema de la vida. ¿Están vivos los virus? Dijo alguien. A otro se le ocurrió que los virus deben estar vivos puesto que no están muertos (entonces, digo yo, deberíamos aplicar la misma lógica a las piedras). La discusión se basaba en el hecho de que los virus comparten ciertas características con los llamados organismos vivos. A estas alturas, y si usted tiene algún rimbombante título en las ramas médicas o biomédicas, ya habrá tomado una posición definida. Haga el ejercicio. Decida: ¿Son las plaquetas células, o no células? ¿Son los virus organismos vivos, o no vivos?
Bien, a continuación ofrezco una breve explicación de por qué los seres humanos nos enredamos y atoramos en estos asuntos que parecen un callejón sin salida. Nuestro comportamiento, incluyendo las reacciones a estímulos ambientales, nuestras relaciones con los demás etc. se han modelado a lo largo de cientos de miles de años de evolución hasta alcanzar un fitness, que es el comportamiento que mejor se adapta a la supervivencia del individuo y la especie (la Ley Moral podría ser la excepción, aunque eso está sujeto a demostración). Vale aclarar que no estoy de acuerdo con el reduccionismo extremo al que incurre Richard Dawkins en su “Gen Egoísta”, puesto que ignora las propiedades emergentes de los órdenes de mayor complejidad que el ADN, pero en términos generales, aceptemos algunas proposiciones de la psicobiología, ya que muchas ya han sido confirmadas por la naciente ciencia de la neuroeconomía.
Dejemos a un lado las ías. Durante los miles de años como cazadores recolectores los seres humanos nos vimos forzados a tomar decisiones binarias: Si el animal me ataca, ¿corro o me defiendo? Si la cavernícola de la esquina me gusta, ¿le doy un garrotazo y me la llevo, o le ofrezco un poco de carne de mamut para convencerla? Esta semilla es un poco tóxica, pero tengo hambre. ¿Me la como o no me la cómo? Como ven, saber tomar las decisiones adecuadas con una opción binaria ha sido esencial para la supervivencia. Un ejemplo notable en nuestros días es la inducción de la llamada polarización social, que aprovecha el conformismo (comportamiento dirigido a alinearse a las opiniones de los que nos rodean) y nuestra inclinación por comprometernos en uno de dos bandos. William Shakespeare lo expresó muy bien en su Hamlet, cuando se pregunta qué es más noble para la mente, ¿sufrir estoicamente el infortunio, o enfrentarse a él? ¿Ser o no ser (célula, le agregaría yo)? Esa es la cuestión.
Por otro lado, tenemos el asunto de las categorías, que ha sido uno de los temas de discusión preferidos de los filósofos de la ciencia. Para que el mundo sea coherente, debemos meter todo dentro de categorías, que van de generales a específicas. Los seres humanos, y al parecer muchas otras especies, hemos desarrollado la capacidad de categorizar, diríamos, casi por instinto. La filosofía tradicional ha definido los juicios que emitimos hacia los objetos dentro de dos categorías generales: 1) aquellos que se refieren a objetos cuyo nombre los describe (es decir, que se autodefinen), llamados estos “juicios analíticos, o a priori”. Un ejemplo de estos juicios serían las figuras geométricas. Un triángulo tiene 3 lados por definición. Y 2) aquellos que necesitan ser definidos por nosotros, llamados “juicios sintéticos, o a posteriori”. Emmanuel Kant (ver Crítica de la Razón Pura) define un tercer tipo de juicios, los sintéticos a priori, que no explicaré aquí.
Bueno, los sistemas complejos, alejados del equilibrio termodinámico, como los sistemas vivos, comparten una serie de características a las que me he referido (y continuaré refiriendo) en otras entradas de este blog. Estos sistemas presentan un número infinito de posibles estados estocásticos, y un gran número de soluciones adecuadas a cada problema del sistema. Estos sistemas no siempre ofrecen soluciones binarias a diversos estados iniciales, sino un gran número de posibles soluciones.
Como investigador, pienso que un enfoque positivista es adecuado para la ciencia: si una explicación de un fenómeno es comprensible, sencilla, y se puede extrapolar a otros fenómenos similares, la tomo como valedera. No importa si es incompleta en esencia, puesto que puede contener parámetros desconocidos para nosotros, mientras ofrezca soluciones valederas para los problemas actuales, la tomo. Bajo este enfoque, un virus será un organismo vivo mientras entre en todas sus partes en la definición que YO LE DE a organismo vivo. Si la definición actual de organismo vivo no encierra a los virus, y me siento incómodo con el hecho de que los virus no estén vivos, entonces tomo la definición, y en ella incluyo las características de los organismos como los virus. San se acabó. Fin del problema. No más discusiones infructuosas. Tal vez, pero no esté tan seguro. Recordemos que lo que consideramos vivo es un juicio a posteriori, y como seres de decisiones binarias, siempre habrá quienes se sientan incómodos pensando que los virus están vivos como nosotros, y su definición no los incluirá. Para eso son las discusiones.
Por eso los temas de bioética son tan escarpados. Piense. Las células madre se podrían utilizar, por ejemplo, para el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas. De hecho hay miles de pacientes esperando por resultados alentadores de las investigaciones. Pero las investigaciones con células madre requieren de células embrionarias, y usted como investigador, respetuoso de la vida, nunca destruiría una vida humana en beneficio de la ciencia. Su definición de “vida humana” comprende a los embriones en etapas de desarrollo inicial ¿No es cierto? Ahora, piense en los cientos de miles de embriones congelados que hay solo en los Estados Unidos, sobrantes de las técnicas de fertilización in vitro. Estos embriones tendrán que ser descartados tarde o temprano. Ahora, su hijo padece de una enfermedad que tiene la esperanza de curarse, pero depende de las investigaciones con células embrionarias. En estas condiciones, ¿cambiaría usted su definición de “vida humana” para no incluir a dichos embriones? ¿No vale la vida de su hijo, para usted, más que todos los embriones congelados del mundo? Piénselo.
Por eso, si usted quiere conquistar al mundo, primero deberá establecer una definición de “conquistar” y luego de “mundo”. Que pase buen día.