domingo, 4 de julio de 2010

Uruguay sigue vivo

Edwin Francisco Herrera Paz

El director técnico les da las últimas instrucciones del partido. Están dispuestos a defender la portería de su equipo como si se tratara de su propio territorio nacional. Se entremezclan en el ambiente sentimientos de patriotismo, deseos de gloria y nerviosismo. El líder o macho alfa del equipo –el mismísimo director técnico- les indica que si hace falta atajar la pelota con las manos para evitar el gol, que así lo hagan. A ellos les parece una posibilidad remota, por lo que esta última instrucción les parece extraña.
Comienza el partido. Los africanos son más aguerridos de lo esperado. Tienen buena técnica, pero sus arma principales son la resistencia física y la fuerza. Transcurren los primeros 45 minutos sin gol. El segundo tiempo es un duelo a muerte, pero el ansiado y apetecido gol no cae. El partido se va a tiempo extra. El tiempo complementario transcurre con jugadas peligrosísimas. A más de un aficionado de los respectivos países le dio un infarto.
Llega el último minuto del encuentro. Se arma un pequeño caos en la portería uruguaya. En el caos, un jugador de Ghana tira al marco. Sorprendió al equipo uruguayo con el portero adelantado. El jugador Luís Suárez  (quien no es el portero) se encuentra parado en la raya de gol, observando impotente la trayectoria del balón la cual es demasiado alta y alejada para intentar el cabeceo. En ese instante y en una fracción de segundo Suárez recuerda su niñez. Recuerda haber jugado alguna vez al voleibol. También recuerda aquella instrucción del director técnico. La última. Aquella instrucción rara de sacar el balón con la mano, si hiciera falta.
La mente de Suárez se encuentra en una especie de bolsa del espacio-tiempo. La acción transcurre rápidamente, pero sus pensamientos parecen transitar con lentitud y al final decide seguir la orden de su líder. Alza las manos y rechaza el balón, evitando el gol. El árbitro del encuentro sopla su silbato. El gol se ha evitado pero Suárez es expulsado, y además el penal será un seguro gol.
La mente de Suarez continua activa en la maraña que en ese momento es su vida interior. Se pregunta si habrá hecho lo correcto. – Mis compatriotas nunca me perdonarán-, piensa. En ese instante desea ser raptado por una nave espacial y desaparecer del mapa. Sus áreas cerebrales de castigo se activan. En una agitación y reverberación continuas, grupos de neuronas en el mesencéfalo, el tálamo, el hipotálamo y otras estructuras cerebrales activan repentina y pasajeramente las vías neurales y viejas conexiones sinápticas que evocan eventos pasados indeseables. La tarjeta roja removió en su interior viejos recuerdos ocultos, como el día en el que la maestra le dijo que el trabajo entregado estaba malo, o cuando su familiar lo regañó diciéndole que era la vergüenza de la familia. Reminiscencias ocultas en el inconsciente que en ese momento activan las rutas de castigo.
El jugador castigado camina fuera de la cancha. El árbitro pita y el jugador del equipo ghanés ejecuta el penal, pero el portero lo para. En ese preciso instante, la bioquímica cerebral de Suárez cambia de estado. Se activan bruscamente diversas áreas cerebrales relacionadas con la recompensa y el placer, como el locus coeruleus y el núcleo accumbens, entre otros. Suárez se siente agradecido con la vida y con Dios, y en su mente se activan las improntas neuronales formadas por eventos exitosos del pasado.
El partido termina y la justa se decide por penales. Uruguay resulta triunfante. Para los uruguayos el triunfo es un milagro, y Suárez es un héroe. Uruguay sigue vivo. América sigue viva. El mundial no ha terminado. Se repite una vez más la historia que paraliza países al igual que corazones; que en un instante consagra de gloria a unos y defenestra a otros; la historia que hace del futbol, el deporte rey. 

2 comentarios:

  1. Bueno, ya Uruguay no sigue vivo. Cayó ante Holanda 3 a 2. América le dice adiós al Mundial.

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  2. Dr. Edwin, acabo de subir su blog a mi lista de preferidos.
    Gracias por anotarse como mi seguidor.

    Un saludo desde Venezuela
    Ines de Cuevas

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