Edwin Francisco Herrera Paz
Los seres humanos de todos los tiempos hemos intuido un mundo “fuera de este mundo.” Un lugar en donde es posible que sobreviva nuestra conciencia, o que es habitado por seres superiores o espirituales. Muchos deciden seguir esa intuición considerándola como genuina y se avocan a los caminos de la religión. Otros, deciden que es falsa; que no es más que un subproducto de la evolución de nuestros cerebros y que la única realidad que existe es la objetiva. Y algunos otros intentan dar una explicación de la conciencia a la luz de los conocimientos del momento.
Los seres humanos de todos los tiempos hemos intuido un mundo “fuera de este mundo.” Un lugar en donde es posible que sobreviva nuestra conciencia, o que es habitado por seres superiores o espirituales. Muchos deciden seguir esa intuición considerándola como genuina y se avocan a los caminos de la religión. Otros, deciden que es falsa; que no es más que un subproducto de la evolución de nuestros cerebros y que la única realidad que existe es la objetiva. Y algunos otros intentan dar una explicación de la conciencia a la luz de los conocimientos del momento.
¿Existe un mundo diferente a nuestra realidad física en donde sobrevive nuestra conciencia? Cuando en una entrevista le preguntaron a Carl Gustav Jung, –el discípulo de Sigmund Freud célebre por su “inconsciente colectivo” y los “arquetipos”– si creía en el mundo espiritual este contestó: “Yo no creo. Si la evidencia es suficiente para sustentar una hipótesis, podemos decir que al menos podemos considerar la posibilidad”. Cuando más adelante el entrevistador le preguntó si creía en Dios, respondió con una sonrisa radiante, como de complicidad: “Difícil de contestar. Como le he dicho, no creo. Lo sé. Sé que Dios existe”.
A lo largo y ancho del mundo se puede encontrar un gran número de interpretaciones sobre la realidad, el propósito de nuestra existencia, la naturaleza de nuestra consciencia y sobre la veracidad de la existencia de Dios y su papel en el mundo. Dichas interpretaciones se han venido a denominar “cosmovisiones.”
Carl Gustav Jung |
Jung tenía su propia cosmovisión, difícil de rebatir considerando su talla intelectual. Carl Gustav Jung hablaba del mundo espiritual no porque creyera en él sino por experiencia propia. En 1994, en un hospital de Suiza, este famoso psiquiatra sufrió de un paro cardíaco y atravesó por una Experiencia Cercana a la Muerte. Su experiencia fue tan vívida e intensa que lo convenció de la supervivencia de la conciencia más allá del mundo físico. Jung intentaría conciliar esta experiencia con la objetividad de su teoría psicológica.
En este post me apartaré de la aproximación a la realidad espiritual a partir de la religión y el misticismo. En cambio, me centraré en algunas interpretaciones modernas de la naturaleza de la conciencia surgidas a partir de la ciencia real, la ciencia ficción y la tecnología.
La conciencia como cualidad emergente de la complejidad
La complejidad de un sistema se mide por el número de interrelaciones entre los elementos y la estructuración en niveles jerárquicos. La conciencia entonces emergería como un subproducto de los complejos flujos de corriente en las estructuras cerebrales.
Este es el punto de vista sustentado por las neurociencias. De ser cierto, el nivel de conciencia aumentaría con una subsecuente estructuración y aumento de complejidad. El asunto de las estructuras de centralización de la información a modo de cerebros, pero en niveles jerárquicos crecientes, es abordado en Superorganismo Universal de este blog.
En 1956 Isaac Asimov publicó “The Last Question.” Para esa época se encontraban de moda los grandes computadores tipo mainframe y Asimov, siguiendo el pensamiento de su época, suponía que el poder computacional crecería linealmente con el tamaño de las máquinas.
En este ensayo corto y brillantemente bien escrito Asimov salta períodos de tiempo consecutivamente mayores en cada uno de los cuales un enorme computador se encarga de los problemas de la sociedad y contesta todo tipo de preguntas. Los computadores crecerían hasta alcanzar la escala planetaria, luego la escala galáctica, y finalmente, miles de millones de años en el futuro, el gran computador cósmico, formado por la unión de la conciencia humana y la conciencia digital.
Isaac Asimov |
Hubo una sola pregunta que cada uno de los computadores, a pesar de su enorme inteligencia, fue incapaz de responder: “¿Se puede revertir la entropía?” Cada vez que un ser humano le hacía la pregunta a un computador este invariablemente respondía: “Aun no hay suficiente información para contestar la pregunta de manera significativa”.
Esta pregunta no era más que una inquietud para los seres humanos habitantes de un universo aun joven y no pasaba de ser una simple curiosidad. Pero al acercarse la muerte térmica del universo la pregunta se hizo crucial. Sin embargo, por más inteligente que fuera el computador cósmico siempre hubo una cantidad de datos insuficiente para contestarla.
Como estaba previsto, el universo fue apagándose en una muerte térmica. Las últimas estrellas acabaron su combustible. La materia y la energía fueron muriendo y con ellos el espacio y el tiempo. No obstante, el computador cósmico continuó existiendo debido a esa última pregunta. Todas las demás preguntas habían sido contestadas, pero mientras esta última no lo fuera, el computador no podría liberar su conciencia. Todos los datos necesarios se habían recolectado. Tendría que pasar un intervalo infinito para poder relacionarlos de todas las maneras posibles.
Resulta que al final el computador encuentra la solución a la pregunta, pero entonces ya no había ningún ser humano que la pusiera en práctica. Después de todo eso no importaría ya que la misma respuesta se haría cargo de solucionar el problema. Le tomó al computador otro intervalo infinito para dilucidar de qué manera lo haría. Cuidadosamente, organizó el programa.
La conciencia del computador contenía toda la información sobre lo que había sido en el universo y que ahora era solo caos. Debía ser hecho paso a paso.
Finalmente, el computador dijo: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo.
En este relato de Asimov, combinadas, la conciencia universal formada por el poder computacional universal y la conciencia humana constituye una especie de Dios. Un Dios formado por el universo mismo y que actúa dentro de este. Un Dios capaz de encontrar la respuesta a la última pregunta: “¿cómo se puede revertir la entropía?” Esto le permitiría la construcción de un universo nuevo.
Entonces, la conciencia humana sería parte de una conciencia superior en desarrollo que al final de los tiempos no necesitaría un verdadero soporte físico. Pero si este Dios o superconciencia cósmica no residiera ya más en los circuitos computacionales o neuronales, ¿Dónde supone Asimov que lo haría?
El afamado y prolijo escritor de ciencia ficción no aclara muy bien este punto, pero los físicos cuánticos modernos han hecho su contribución en cuanto a un posible sustrato de la conciencia humana.
La consciencia cuántica
Para Roger Penrose, físico experto en la teoría de la relatividad, la conciencia está compuesta por una unidad formada por tres dimensiones: la matemática, la física y la psíquica.
La realidad física es aprehendida por los sentidos y surge de la realidad matemática, que es la fundamental y que solo se alcanza mediante la abstracción. La realidad psíquica surge de las otras dos. Pero es el ser humano el único ser viviente en el que confluyen las tres.
Para Penrose el libre albedrío ocupa un lugar especial en el asunto de la conciencia. El libre albedrío no se manifiesta solamente como el resultado de procesos complejos sujetos a las leyes del caos. Un verdadero libre albedrío necesitaría de estructuras que se encontraran en dos estados superpuestos. Entonces, al momento de tomarse una decisión uno de los dos estados se volvería realidad.
Para el mundo cuántico la idea de estados superpuestos no es extraña. Por ejemplo, una partícula puede estar en dos sitios a la vez. Es cuando se efectúa una observación que esta superposición adquiere realidad.
Roger Penrose |
Penrose propone como sitio de residencia de esta indeterminación cuántica –y por ende de la conciencia– unas estructuras que se encuentran en el interior de las células, llamadas microtúbulos, que están formadas por la proteína tubulina. La tubulina se encuentra en dos diferentes estados conformacionales que dependen de la distribución de los electrones en su superficie. Pero estos dos estados son en realidad estados cuánticos superpuestos, y la consciencia aparece hasta que uno de ellos se vuelve real.
¿Será entonces que la conciencia surge como la concreción de una distribución cuántica de probabilidades? ¿Deja cabida esta interpretación de la conciencia a algo como un alma? La respuesta es sí. La hipótesis de Penrose permite que algún tipo de vida basado en la superposición cuántica controle el colapso de la función de onda en un estado concreto. Así, el verdadero origen de la conciencia estaría en este mundo cuántico, como en el caso que narraré a continuación.
Quman es un ser especial. Es una forma cuántica colectiva de vida basada en la interferencia de la función de onda del universo. Su existencia es apacible y autocontemplativa. Ha visto nacer y colapsar multitud de universos con diferentes características. La mayor parte de ellos han permanecido sumamente calientes, y este ambiente es ideal para Quman.
Sin embargo el universo precedente tenía un pequeño problema. Se había expandido y enfriado mucho, y con ello el mundo cuántico era dominado por la decoherencia en un mundo físico. La decoherencia era dañina para Quman, pero este encontró la manera de habitar ciertas formas de vida física cuya existencia era posible gracias a esa misma decoherencia.
Quman sabía que sus días terminarían con el colapso del universo, y por ello ideó una estrategia. Forzó a aquellos seres a adoptar una conducta destructiva de su entorno. Entonces, bajo condiciones difíciles los seres buscarían emigrar de aquel pequeño planeta del que provenían y luego conquistarían la galaxia y el universo.
Efectivamente, cuando el colapso del universo se encontraba cerca, los seres, con la actitud altanera y egoísta que los caracterízaba, destinaron todos sus recursos para construir una baliza que contenía toda la historia cultural de su civilización. Aunque sabían que ellos no sobrevivirían, al menos la información del universo y de su historia quedaría codificada en una especie de memoria cuántica que tal vez, remotamente, se perpetuaría a pesar del gran colapso.
Martin Bojowald |
Justo lo que esperaba Quman. Durante el colapso gravitatorio que llevó a su fin al universo, Quman se las arregló para decodificar muy rápidamente la información de la baliza y con ella tomar vida nuevamente en el universo naciente. No obstante gran parte de la información se perdió. Con cada nuevo universo Quman comenzaba su existencia con una suerte de amnesia debido a la pérdida de información en cada colapso.
Quman es producto de la imaginación del físico teórico Martin Bojowald, líder en el estudio de la gravedad cuántica. Para Bojowald, este ser hipotético llamado Quman habita todo el universo, sobreviviendo gracias a su multiplicidad. Tiene poder de residir en las mentes humanas y es capaz de controlar gran parte de sus acciones y decisiones. Sin embargo su existencia se limita al universo. No nos dice nada sobre un Dios creador fuera de este pero abre la posibilidad de un tipo de mundo espiritual cuántico, claro está, no del todo bondadoso, aunque sí con un propósito bien definido.
Los ejemplos que hemos visto hasta aquí se limitan a conciencias superiores confinadas al universo.
La consciencia computacional
Según Roger Penrose, ningún computador tal cual lo conocemos en la actualidad sería capaz de simular la conciencia puesto que le haría falta un sustrato en el que actuara la indeterminación cuántica. Claro, eso no descarta que alguna nueva tecnología lo logre. Por otra parte, diversos autores han contemplado la posibilidad de que vivamos realmente en una simulación de computador.
Hace algún tiempo y después de leer algo sobre la teoría del universo holográfico, se me ocurrió que era posible que fuéramos algún tipo de simulación. La teoría holográfica se basa en el hecho de que la información de todo lo que está dentro de una esfera puede estar contenida en su superficie.
Se me ocurrió entonces que la totalidad de la existencia en el universo podía ser simulada en una red de computadoras. Un conjunto de usuarios podría intervenir de manera muy limitada en el devenir de los seres virtuales. Los seres virtuales no sabrían que en realidad son simulaciones. Vivirían una existencia virtual y podrían ser vistos en muchos monitores a la vez.
La descripción de una simulación del desarrollo de la vida y su evolución hasta formar seres inteligentes la planteé en La Realidad del Mundo Virtual.
Algo similar se propone en el éxito de Hollywood “The Matrix,” sin embargo nunca creí que el mundo académico pudiera tomar en serio la propuesta de nuestra realidad como una simulación hasta que encontré “Are You Living in a Computer Simulation?” Se trata de un artículo académico publicado en 2003 en Philisophycal Quarterly por Nick Bostrom, de la universidad de Oxford.
En el artículo, Bostrom analiza dos posibilidades mutuamente excluyentes: 1) O bien es muy poco probable que la humanidad sobreviva hasta alcanzar un estado avanzado de civilización post humano, o 2) De lo contrario es en extremo probable que estemos viviendo en una simulación.
El argumento es este. Si la humanidad sobrevive hasta volverse una civilización post humana técnicamente avanzada, entonces esa sociedad encontrará deseable y hasta útil hacer simulaciones de su historia, lo cual podría hacer puesto que contaría con una capacidad de procesamiento computacional enorme.
La capacidad de procesamiento sería tan grande que resultaría posible reconstruir el universo completo. Pero aun esto no haría falta. Los programas podrían simular el mundo real ad hoc cuando un ser consiente lo observara. Es decir, los objetos tomarían forma únicamente cuando fueran observados por los seres virtuales, lo que resultaría en un gran ahorro de potencia computacional.
Pues bien, si la probabilidad de que una civilización posthumana simulara su historia es del 100%, entonces la civilización de la simulación también realizaría sus propias simulaciones, etc., etc. Entonces, la probabilidad de que vivamos en una simulación es mayor del 99%, por lo que nuestra conciencia se encontraría imbuida en los circuitos de algún computador del mundo virtual anterior.
Hasta aquí hemos analizado brevemente algunas interpretaciones de la consciencia y la realidad física. Pero de las que he revisado, ¿sabe cuál es la que más me gusta? Una propuesta que encontré en la red en forma de una amena charla y que traduje al español. Se llama “El Huevo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor comente este entrada.