jueves, 10 de septiembre de 2009

No seamos más un mal experimento capitalista

Dr. Edwin Francisco Herrera Paz
Estoy viendo una presentación muy interesante que me envió uno de mis contactos de correo electrónico. Se trata de una lección sobre los principios del socialismo. Resumiéndola va más o menos así: Estaba un profesor universitario discutiendo con sus alumnos sobre los beneficios de un sistema de libre mercado, pero los alumnos eran, en su mayoría, partidarios del socialismo. El maestro, para darles una lección, les dijo que para calificar utilizaría un modelo socialista: repartiría la nota en partes iguales para todos los alumnos. Es decir, promediaría las notas de todos los alumnos y a todos los calificaría con el promedio.

Para el primer examen todos pasaron. El promedio fue de 77%. Pero los mejores alumnos, o sea aquellos que se esforzaban más en sus estudios, se sintieron desilusionados, pues trabajaron más duro y recibieron la misma nota que los peores. Para el segundo examen comenzó el desastre. Los mejores alumnos decidieron que no valía la pena esforzarse tanto ya que de cualquier forma obtendrían la misma nota que los demás. Los otros alumnos también decidieron que no valía la pena esforzarse, pues de todos modos pasarían a expensas de los mejores. Así, para el segundo examen el promedio bajó a 66%. Pronto muchos alumnos presintieron el desastre y quisieron retirar la clase, pero era muy tarde pues el período asignado para retiros había pasado. No había salida. El tercer examen fue el desastre total y toda la clase reprobó. El punto del maestro fue probado. En un sistema socialista los seres humanos creativos y proactivos de la sociedad, aquellos que generan riqueza, viven inconformes al no obtener un incentivo acorde con sus capacidades. Los demás no se esfuerzan tanto pues saben que tendrán suplidas sus necesidades básicas con el mínimo esfuerzo. Gran lección.

Analicemos esta lección. La lección asume, para comenzar, que las mejores notas las sacan aquellos alumnos que se esfuerzan más, por lo tanto la nota está dada en función de una cualidad moral: el trabajo duro y tesonero. ¿Sucede esto en la vida real? Todo maestro sabe que las notas de los alumnos dependen de varios factores que son: 1) La inteligencia del individuo, que dependerá tanto del acerbo genético como de factores ambientales, como la alimentación y la estimulación intelectual en la niñez. 2) El ambiente actual. Un individuo que debe trabajar para poder costearse sus estudios tendrá menos tiempo para dedicarse a estudiar que un individuo que no trabaja. Los problemas de tipo familiar y emocional también son factores importantes a la hora de obtener resultados académicos. 3) El pasado educativo del individuo. Los profesores universitarios sabemos que parte del desempeño de los alumnos depende de la calidad de su educación media.

A ver. Usted es un profesor universitario y tiene dos alumnos. Está dispuesto a evaluar con equidad y justicia, por lo que el mejor de los dos sacará la mejor nota. El primero tuvo la dicha de nacer en un hogar de altos ingresos, asistió a la mejor escuela de la ciudad, recibió todo tipo de cursos incluyendo educación musical y diferentes deportes. El segundo, nació en un hogar humilde. Tuvo que trabajar desde pequeño para ayudar con la economía de su casa, asistió a escuelas públicas en las que los maestros pasaban en huelga la mitad del período académico, y no obtuvo ningún tipo de estimulo intelectual en su niñez y adolescencia. Muchas veces se acostó con hambre, por lo que no alcanzó la potencial estatura e inteligencia que su acerbo genético le permitiría. Por lo demás, ambos alumnos son iguales. Dispuestos a dar todo de sí para sacar las mejores calificaciones. ¿Cuál de los dos cree usted que tiene mayores probabilidades de pasar sus clases y obtener mejores notas?

Algo más. Siempre habrá alumnos que comprendan mejor el sistema y aprendan a manejarlo. Para sacar mejores notas algún alumno podrá, por ejemplo, hacerse amigo del profesor, o encontrar una excelente forma de hacer trampa sin ser descubierto. Al final obtendrá una excelente nota, pero injustamente. ¿Y si el maestro es tramposo y obsequia notas a cambio de “favores”? ¿Qué derecho moral tendrá para hacer reclamos a sus alumnos tramposos?

Pues bien, en nuestro país, al igual que en gran parte de las Américas, la alimentación, la salud y la educación de la mayoría de los niños son deficientes. Las desigualdades son enormes, y es así como el grueso de la población no puede competir laboralmente con aquellos pocos que tienen las oportunidades. A muchos no les queda otra salida que emigrar hacia el gigante del norte, en busca de un futuro decente. Eso sin mencionar la enfermedad de los sistemas gubernamentales llamada corrupción, de la que no puede escapar ni el más probo de los individuos. Grandes porcentajes de los presupuestos nacionales quedan distribuidos en una pirámide de funcionarios que va desde los puestos de menor categoría hasta las más altas esferas de poder. Todos quieren su tajada. Otro gran porcentaje de dicho presupuesto es despilfarrado, dejando virtualmente vacías las arcas para el alivio de las necesidades básicas y apremiantes, como la salud y la educación.

Por lo tanto, el experimento de nuestro maestro resulta ser muy efectivo probando lo malo que son los sistemas socialistas, pero no nos dice nada sobre los excesos y los fracasos de los sistemas de libre mercado. Para poder sacar conclusiones adecuadas, tendríamos que efectuar el experimento en los dos sentidos. El hecho de que la opción A sea mala no nos dice que la opción B sea perfecta, o incluso buena. Para probar las bondades del sistema de libre mercado el profesor debería otorgar a cada quien la nota que se merece, pero cuidando de controlar las otras variables, como el que todos los alumnos hayan tenido las mismas oportunidades de recibir una educación básica adecuada. Además, para evitar los sesgos el profesor deberá imponer una vigilancia extrema para que así no haya cabida a ningún tipo de trampa por parte del alumno. Intuyo entonces que resultará que el experimento demostrará que el sistema de libre mercado será beneficioso para la mayoría, pero únicamente bajo esas condiciones: brindar iguales oportunidades básicas y controlar los excesos de una minoría que se aprovecha de las fisuras legales y políticas del sistema para su propio beneficio, en detrimento de las grandes mayorías.

Los políticos hondureños se enfrentan en este momento histórico a un enorme reto, que es convencer a un pueblo que ha despertado de su letargo, y que no se dejará persuadir con simples slogans baratos y cancioncitas pegajosas. Los hondureños demandamos el compromiso y el cumplimiento a largo plazo de verdaderas soluciones a los problemas en los temas de salud, educación, seguridad, y el más importante, la corrupción pública; que sean los mejores hondureños en los distintos campos los involucrados en el manejo del estado, y que los puestos no sean dados por amiguismos, compadrazgos o compromisos políticos. Los problemas prioritarios no deberían ser objeto de campaña política, excepto para explicar con rigurosidad la manera en la que los candidatos están dispuestos a abordarlos. De no atender estos temas Honduras continuará siendo, por mucho tiempo, un mal experimento capitalista. Saludos.

1 comentario:

  1. Excelente! creo que lo más importante es que como hondureños, todos nos comprometamos a provocar un cambio en nuestro país y eso no sucederá sino cambiamos primero nosotros mismos, nuestra mentalidad y nuestras actitudes. Siga adelante, escribiendo porque leyendo sus artículos nos llamaa la reflexión. DLB!!!

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