Por: Edwin Francisco Herrera Paz
Estaba sentado en la sección de comidas de la nueva construcción de DIUNSA, un popular sitio de compras de mi ciudad San Pedro Sula. Estaba sumergido en pensamientos banales sobre el principio y el fin del universo, la corrupción y la impunidad en mi país, la desaparición del Euro y otras cosas por el estilo. Esperaba a mi esposa y a mis hijas que debieron ir al baño.
Estaba sentado en la sección de comidas de la nueva construcción de DIUNSA, un popular sitio de compras de mi ciudad San Pedro Sula. Estaba sumergido en pensamientos banales sobre el principio y el fin del universo, la corrupción y la impunidad en mi país, la desaparición del Euro y otras cosas por el estilo. Esperaba a mi esposa y a mis hijas que debieron ir al baño.
De pronto se me acercó. Sigilosamente, casi invisible y sin ser notada. Aproximadamente a un metro de distancia. La miré, y me miró. Sus penetrantes ojos café quedaron clavados en los míos. Continuó acercándose. De pronto sentí cómo el espacio-tiempo se detenía. Los minutos se hicieron segundos, y la muchedumbre que deambulaba de pronto pareció invisible.
Se trataba de una belleza color azul metálico. Las moscas necrófagas suelen ser muy llamativas, de color verde o azul. No temen mucho a los seres humanos. La cercanía con nosotros no las espanta ya que no nos conocen muy bien, a diferencia de las astutas y veloces moscas caseras. Aproveché entonces el momento para disfrutar de su compañía y la adopté como mi mascota por unos momentos. La nombré Úrsula.
¿Qué haría allí una necrófaga amante de la podredumbre que utiliza para colocar sus huevos? No lo sé. Debería estar más bien en la Policía Nacional de Honduras. Allí encontraría abundante material.
Pero esta mosca en particular parecía muy hambrienta. Proyectó su probóscide sobre la superficie lisa de la mesa, en apariencia limpia. Se dedicó a recorrer la mesa en todas direcciones, como tratando de succionar hasta la última partícula de alimento.
En ese momento pasaba una señora del aseo que al ver la pequeña alimaña se detuvo, como con deseos de vengar en aquel frágil cuerpo la última discusión que tuvo con su marido, y dibujósele en su rostro una risita malévola. Yo, defendí a mi mascota evitándole la muerte. Es probable que la señora en cuestión no supiera que estas moscas constituyen un elemento importante en el reciclaje de los desechos. Son las primeras en llegar cuando un animal muere, ponen sus huevos y pronto eclosionan. Las larvas digieren rápidamente el cuerpo en descomposición.
Al ver la tolerancia mostrada por Úrsula hacia mi persona, procedí a sacar mi cámara para tomarle algunas fotografías. ¡Oh sorpresa! Resultó que Úrsula tenía dotes histriónicas muy desarrolladas. Cuando saqué mi cámara y le apunté, rápidamente se dio la vuelta y me permitió tomar unas bonitas instantáneas de perfil y de frente.
Al llegar mi esposa y mis hijas tuve que despedirme de mi mascota, no sin sentir admiración por la manera en la que dos seres se conectan por un breve instante en el devenir de los tiempos.
Adiós Úrsula. Te deseo suerte.
Desarrollo muy bien la historia, solo que el cierre fue de muy romplon! pero en general entretenida anecdota te doy un....8 !
ResponderEliminarJajaja gracias por la buena calificación.
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