Por: Edwin Francisco Herrera Paz. Hoy sostuve una discusión
amistosa con unas amigas de mi red social. Todo comenzó con una frase de una
amiga a propósito de la celebración del día del trabajo. La mencionada frase
reza: “el trabajo dignifica al ser humano”.
Como es mi naturaleza preguntarme
sobre la veracidad y validez de todo aquello establecido y que por costumbre
solemos aceptar sin cuestionar, de inmediato surgió en lo profundo de mis sesos
la pregunta: ¿El trabajo hace al hombre digno de qué? De comer, dirán algunos.
Después de todo ya Jesús lo dijo: “El que no trabaja tampoco coma”. Sin duda el
Maestro daba una lección sobre uno de los que se han dado en llamar pecados
capitales: la pereza. Sin embargo recordemos que el Señor utilizó las
parábolas, las metáforas, los símiles para explicar de manera sencilla el
Reino, dando lecciones de vida. Más si analizamos de manera estrictamente
lógica la frase “el trabajo dignifica al ser humano”, esta no tiene sentido.
Primero, desde el punto de
vista Cristiano no somos dignos bajo ningún punto, por más que trabajemos, o
estemos colmados de virtudes. El pecado inherente a este mundo decadente tarde
o temprano nos hace tropezar, y somos justificados únicamente por la Gracia. Por
lo tanto, nunca seremos dignos, únicamente justificados.
Segundo, si el trabajo
dignifica al ser humano entonces el que no trabaja no es digno. Ahora,
intentemos definir trabajo. Digamos que el trabajo es toda obra que se realiza
por una paga. Pero entonces, no creo que sea justo comparar la actividad laboral de,
digamos, Cristiano Ronaldo, quien gana millones de dólares por mantenerse en un
continuo estado placentero inducido por la actividad lúdica de marcar al
contrincante, patear una pelota y enchutarla certeramente en un marco, con la
de un campesino que se dedica a labrar la tierra bajo el sol ardiente desde el alba hasta el
crepúsculo. ¿Son dignificados por su trabajo ambos por igual?
Tercero. Y luego entonces,
¿aquel que realiza una labor no remunerada no está haciendo un trabajo? ¿No es
más digno aquel que ayuda al prójimo y a su comunidad sin esperar una
recompensa? Definitivamente, si nos ajustamos a la lógica de la frase y a la
definición de trabajo, el desempleado que realiza una labor comunitaria de
forma voluntaria no será nunca digno, o al menos no tan digno como un trabajador remunerado.
Cuarto. Y si es el trabajo
el que dignifica, cuando llegue el día en el que el ser humano no trabaje;
aquel día en el que las máquinas nos librarán de la condena del Edén cuando
Dios le indicó al hombre que debía sobrevivir con el sudor de su frente, ¿No
habrá forma de dignificarnos? Porque aunque usted lo dude, si sobrevivimos a
nosotros mismos, ese día llegará. Nuestra labor se limitará a jugar creativamente. Ya en la actualidad una gran fracción de la humanidad utiliza su
creciente tiempo libre en actividades creativas, no remuneradas. Definitivamente entonces deberemos buscar alternativas para dignificarnos.
Lo que yo creo, y es mi
opinión personal, es que no es en definitiva el trabajo el que dignifica al ser
humano. El trabajo duro curte el cuero y el alma por igual, además de ser en
muchos casos, una necesidad de cara a la subsistencia. Lo que realmente hace a un ser humano digno es la
actitud de servicio; la disposición de cumplir con una labor de la mejor manera posible convencido de que
la hace para beneficio de sus congéneres; que entrega su tiempo y esfuerzos con
un profundo sentido de propósito y no por la escueta y vacía satisfacción de
una remuneración. O como dijo un día Albert Einstein: “lucha no por ser
exitoso, sino por ser valioso”. Y no. No hace falta un estipendio para ser un trabajador valioso.
Por eso digo hoy, salud a
los trabajadores, pero solo a los valiosos, este Primero de Mayo.
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