Sobre el libro “The Social Conquest of the Earth”, por
Edward O. Wilson.
Por:
Edwin Francisco Herrera Paz. Cuando al sabio maestro
judío Rabí Hillel se le retó para que explicara la Torah mientras se paraba
sobre un solo pie, este procedió a hacerlo. Mientras se equilibraba en un pie
dijo: “Lo que nos enseña la Torah es que no hagamos a los demás lo que nosotros
detestaríamos que nos hicieran. Todo lo demás es comentario”.
La llamada “regla de oro” es quizá la única norma moral
que se encuentra representada en todas las religiones mayores de la tierra. Se
basa en una cualidad humana llamada empatía, que en palabras sencillas, es la
capacidad de “ponerse en los zapatos del otro.
Muchos siglos después de la célebre respuesta de Hillel,
los neurocientíficos comienzan a desentrañar las estructuras cerebrales y los
circuitos neuronales que determinan nuestro comportamiento. Se comienza a dilucidar
el viejo dilema de la genética versus el ambiente, pero aun el panorama se
encuentra incompleto. ¿De qué manera la evolución ha moldeado el comportamiento
humano para convertirnos en una especie eusocial? ¿Qué fuerzas naturales han
intervenido para que seamos lo que somos? ¿Cómo podremos explicar la intrincada
naturaleza ambigua y ambivalente del ser humano? ¿Por qué nos encontramos en un
constante tira y empuja entre comportamientos antagónicos como la cooperación
altruista y la conducta egoísta? ¿Es el ser humano bueno por naturaleza y
corrompido por la decadencia social? ¿O por el contrario, nace malo el hombre y
es puesto en su sitio por la sociedad?
El biólogo norteamericano Edward O. Wilson explica de
forma exquisita la manera en la que los genes se han modelado por las fuerzas
evolutivas para producir lo que hoy somos, una mezcla entre dos factores
opuestos. Wilson pone el dedo en la llaga al proponer la selección de grupo
como el mecanismo principal en la evolución de la eusocialidad humana,
intentando derrumbar varias décadas de investigación en las que dominó el
ámbito académico la llamada teoría de selección por parentesco.
Según la Selección por Parentesco la evolución ha
beneficiado a los genes gregarios, altruistas y cooperadores debido al valor intrínseco
de la acción altruista al perpetuar los genes a través de los parientes. Para
ilustrar, imagínese usted que un hermano suyo están en un problema mortal,
digamos, a punto de ahogarse. Usted puede tirarse al agua para salvarlo, pero existe
una posibilidad, por ejemplo de 1 en 10 de morir en el intento. Entonces, si la
ventaja de salvar los genes propios portados también por sus hermanos sobrepasa
el riesgo de morir, la conducta altruista y por lo tanto los genes que
la determinan será seleccionada a favor, y la conducta cooperadora se difundirá
en la población en un tiempo suficientemente largo.
Wilson argumenta que la selección de parentesco, el santo
grial de la evolución de la eusocialidad, no tiene una validez práctica excepto
en condiciones especiales. Lo más probable, según el autor, es que durante los
pocos millones de años de evolución del hombre, desde nuestros antepasados
Australiopithecus hasta el Homo sapiens, pasando por el Homo hábilis, es la
selección de grupo la que nos ha hecho una especie exitosa.
La selección de genes que conducen a la conducta egoísta
es beneficiosa para el individuo ya que le confiere ventaja ante sus
congéneres. Pero por cientos de miles de años nuestros antepasados vivieron una
vida errante como cazadores recolectores formando grupos de 30 o 40 individuos,
a lo sumo. Esta fue una época de competencia entre tribus por los recursos de
un territorio. La cooperación y el trabajo en equipo favorecían al grupo, por
lo que los genes cooperadores fueron prevaleciendo. En este sentido la guerra entre
grupos ha sido un factor preponderante. Vemos vestigios de estos genes en la
actualidad, en las emociones que despierta la victoria del equipo de futbol de
nuestra preferencia, o la lealtad con nuestras asociaciones e ideologías, entre
muchos otros.
Aun así, la conducta egoísta continuaba favoreciendo al
individuo, por lo que en la actualidad los seres humanos somos una mezcla de genes
que nos llevan a conductas “malas”, destinadas a la autosatisfacción en
detrimento de la sociedad, y de genes buenos, altruistas y desinteresados. Pero
al fin y al cabo son estos últimos, de más reciente aparición, los que nos
llevaron a la “Conquista Social de la Tierra” –que también es el título del
libro pero en inglés– y son considerados propios de un espíritu superior.
Wilson reconoce que en algunas ocasiones la conducta
egoísta favorece también al grupo, y pone como ejemplos a famosos multimillonarios
que han hecho su fortuna por motivaciones egoístas, pero que han mejorado la
calidad de vida de sus conciudadanos. Sin embargo la importancia que le
atribuye a tales eventos en la formación de una especie eusocial, es mínima. En
cambio, yo argumento que las fuerzas al interior de las sociedades han sido de
vital importancia en la evolución del hombre eusocial, sin necesidad de la intervención
de factores externos como la selección de grupo.
Para el caso, el motivo principal que conduce a un joven
a estudiar una carrera es egoísta: obtener retribución económica y un nombre en
la sociedad. Pero la división del trabajo es una característica fundamental de
la génesis de superorganismos (compuestos por individuos eusociales) puesto que
aumenta las interrelaciones y la interedependencia. Pero dicha división del
trabajo es también ventajosa para el
grupo puesto que ahorra recursos y energía. Los genes que conducen en el ser
humano a la plasticidad en cuanto a la especialización en una labor determinada
(esencial en la sociedad) debieron entonces haber evolucionado con o sin
competencia de grupo.
Pienso que la competencia de grupo debió haber sido un
factor crucial en la formación de la naturaleza humana, pero Wilson resta importancia
a otros factores. A pesar de ello, sin duda el libro es una lectura obligada para los
que se quieren aventurar en la biología, la psicología, la sociología y en general, en la
intrincada maraña que representa la condición humana. Espero que pronto
aparezca la edición en español.
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