domingo, 22 de abril de 2012

Ángel o Demonio


Sobre la personalidad seductora del psicópata

Por: Edwin Francisco Herrera Paz. Es el más carismático de los seres humanos. Su capacidad de hacer amigos puede ser impresionante. Es una persona servicial como pocas. Su don de gentes lo lleva a las más altas esferas de la sociedad, o lo impulsa a los puestos de mando en su organización. Puede ser dicharachero, y generalmente adulador. ¿Será un Ángel? No. Se trata del psicópata. Un individuo que carece por completo de pudor, temor social y remordimientos.

Piedra, papel o tijera

Durante cientos de miles de años de evolución, los seres humanos desarrollamos el cableado cerebral necesario para una vida gregaria, en comunidad. Pero la vida gregaria no es exclusiva de los humanos. Todos los organismos vivos forman estructuras sociales más o menos complejas en donde diferentes estrategias de comportamiento pujan por subsistir. El resultado es un estira y encoje entre dos fuerzas opuestas, más no por ello mutuamente excluyentes. Por un lado, la competencia origina la selección de las formas más adaptadas para un entorno determinado. Por otro, la cooperación origina interdependencia y aumento en complejidad de la comunidad.

Por muy homogénea que parezca una comunidad de organismos, dentro de esta no todos los individuos se comportan exactamente de la misma manera. Por ejemplo, en toda transacción social existen variaciones en la conducta con respecto a la dicotomía altruismo versus engaño. Por un lado, el altruismo puede resultar beneficioso ya que el individuo cooperador generalmente recibe retribución a largo plazo; por otro, el individuo que traiciona obtiene un beneficio a corto plazo.

Es así que, con el objeto de originar estabilidad evolutiva en una comunidad, deben existir en equilibrio tres tipos de comportamientos entre los individuos de una población, lo que se ha comprobado en diversos organismos que van desde la bacteria a la salamandra. El primero es la territorialidad. El individuo de predominio territorial es agresivo a la hora de defender sus posesiones.  En segundo lugar tenemos a los individuos invasores, aquellos que agresivamente toman posesión de las pertenencias de otros. Finalmente tenemos a los engañadores.

Las estrategias de supervivencia en comunidad anteriormente expuestas han sido comparadas con el juego de piedra, papel o tijera que tanto nos gustaba cuando éramos niños. Así como la piedra le gana a las tijeras, el agresivo predomina sobre el territorial; así como las tijeras le ganan al papel, el territorial predomina sobre el engañador, y finalmente, así como el papel predomina sobre la piedra, el engañador prevalece sobre el agresivo. No hay una estrategia mejor que las otras, y el número de individuos de cada tipo puede variar de una generación a otra dependiendo de las fluctuaciones ambientales. 

El engañador por excelencia

¿Pero a qué viene esta breve exposición sobre las estrategias transaccionales predominantes en una población? Pues a que los humanos no nos escapamos de nuestras tendencias biológicas y también exhibimos este tipo de tendencias, que son determinadas tanto por factores genéticos como del desarrollo. Desde este punto de vista, el individuo psicópata representa la Crème de la Crème de la extirpe engañadora. Es un verdadero camaleón a la hora de hacerle creer a los demás lo que no es. Conoce a la perfección el comportamiento humano, pero lo utiliza siempre en beneficio propio. 

Uno de los mayores éxitos  del ser humano como especie fue el desarrollo de un conjunto de células cerebrales llamas neuronas espejo, las cuales nos permiten interpretar las emociones y sentimientos de nuestros congéneres, pero además de eso, habilitan la empatía, es decir, la capacidad de colocarse “en los zapatos del otro”. La empatía se constituyó como una poderosa fuerza de cohesión en la vida en comunidad, ya que nos impele a cooperar y ayudar al que lo necesita, lo que representa una amplia ventaja para todos en el seno de la sociedad.

Pero el psicópata es incapaz de experimentar empatía y no diferencia, desde el punto de vista emocional, lo que es una persona de una cosa, experiencia que se ha denominado “cosificación”. De esa forma, puede llevar a cabo lo que ante los ojos de los otros es la más terrible de las traiciones, o la planificación de un horrendo crimen. El psicópata es incapaz de realizar una evaluación moral de su comportamiento y su aproximación al delito es puramente racional. Puede apegarse a las leyes y vivir una vida relativamente normal, pero el deseo de bienes materiales o posiciones puede llevarlo al delito. Por ello, la vida corporativa y los puestos de poder en los gobiernos constituyen el nicho ideal del psicópata. 

Lo más interesante es que la personalidad psicopática no es tan infrecuente. La proporción de psicópatas se ha estimado entre un 1% y un 6% en diferentes poblaciones. Pero no debe confundirse al psicópata con el sociópata, que es aquel individuo incapaz de adaptarse a las normas establecidas y que exhiben un impulso incontrolado de hacer el mal. Mientras en el sociópata el comportamiento criminal es la norma, en el psicópata no lo es necesariamente.
Bien, si usted se considera una persona carismática, capaz de conseguir lo que quiere pero a quien no le interesan los sentimientos de los demás, una mezcla extraña entre ángel y demonio, considere el diagnóstico de psicopatía. 


Aclaración obligada: John, el modelo principal en las imagenes de esta entrada, no es un psicópata, mucho menos sociópata. Pero cuando vio el resultado de las imágenes, no le gustó, y se enfureció tanto que tomó un lápiz y se puso a dibujar a los autores de este blog. El resultado fue el siguiente:
Mas aun, la sed de venganza sin límites de John lo llevó a la creación de un antiblog de La Honduras Valiente que llamó "La Honduras Gallina", o algo parecido. 

1 comentario:

  1. https://tightwriters.com/como-multiplicar-binomios-usando-el-metodo-foil/
    Entre otros, también reconstruye algunas páginas de la historia como el de la revolución federal 1899 una de las más sombrías de nuestra historia relata la turbulencia popular extrema y la mediación que se atribuye a la Virgen del Carmen para salvar las vidas de los vecinos del pueblo de Corocoro.

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