Edwin Francisco Herrera Paz
“¿Cuál es el pan que nadie quiere probar? Pues el pan-teón.” Hace poco leí este chiste posteado por una amiga en Facebook. Confieso que me dio risa, aunque vale la pena analizar la veracidad de su afirmación. Paradójicamente, hay personas que SÍ desean probar el panteón, como en el caso que narraré a continuación.
El 18 de septiembre de 2010 fue un día despejado en el campus de la universidad de Harvard. Por la mañana, cientos de personas residentes de Massachusetts recibieron un extraño correo que se acompañaba de un link. Al abrirlo, el destinatario era redirigido a una página web que contenía el texto de un libro de 1905 páginas.
El mencionado documento es una obra investigativa de filosofía y teoría biosociológica que podría catalogarse simplemente como brillante. El autor razona finamente sobre asuntos como el origen psicológico del Dios bíblico, el Dios tecnológico, la inteligencia y simbolismos del pueblo judío, el transhumanismo y la historia anglosajona. El propósito fundamental del libro es convencer al lector que el nihilismo es la única doctrina aceptable, sin embargo al inicio hace énfasis en que el mismo hecho de creer en algo llamado nihilismo es una contradicción ya que no es posible creer en el “no creer.”
Una vez que uno comienza a leer el texto de la obra es difícil parar, y en mi opinión bien pudo llegar a ser un clásico de la literatura filosófica contemporánea. Digo “bien pudo” porque el objetivo del libro era el que indica su nombre: “Nota de Suicidio.”
Cuando las personas que recibieron el mencionado correo electrónico se dieron cuenta de que aquello era en realidad una nota de suicidio, intentaron vanamente comunicarse con Mitchell Heisman, el autor. Este había programado el mensaje para ser enviado unos minutos después de su muerte planificada. En las gradas de la iglesia “Memorial” de Harvard y frente a docenas de personas, Heisman acabó con su propia vida pegándose un tiro en la cabeza.
Según la psiquiatría moderna el suicidio y su planificación son signos de una profunda perturbación mental, de una depresión severa o no tratada que lleva a la ideación psicótica de la propia muerte y finalmente a su ejecución planificada. Sin embargo, en este caso se puede ver claramente mediante el análisis del texto que Heisman no llega a la autodestrucción por la vía de la emotividad, sino mediante lo que parece ser una fría aproximación racional.
Esta aproximación racional a la falta de sentido de la existencia humana –llevada al extremo en el caso de Heisman- lleva inevitablemente a un tipo de depresión, llamada existencial, que suele ser bastante común entre los intelectuales y personas de éxito de todos los tiempos.
Según las palabras de Leon Tosltoi, el célebre escritor ruso autor de “Guerra y Paz” sobre una de sus crisis de depresión existencial:
“Pero no había vida en mi porque no había deseos cuya satisfacción pudiera encontrar razonable. Si deseaba algo, sabía de antemano que no importaba si lo obtenía o no. Si un hada mágica hubiera venido y me hubiera ofrecido cumplir cada uno de mis deseos, no hubiera sabido qué desear. Si en momentos de intoxicación no tenía realmente deseos sino los hábitos de los viejos deseos, en momentos de sobriedad sabía que todo era una ilusión, que en realidad no deseaba nada. Ni siquiera deseaba más descubrir la verdad porque podía adivinar cuál era. La verdad era que la vida no tiene sentido…”
La ideación existencial de Leon Tolstoi es comprensible, pues pertenece a esa élite de individuos intelectuales de enorme creatividad cuyas capacidades elevadas se han ligado tradicionalmente a excentricidades o a patología depresiva. Por otra parte, el grupo de personas que menos se espera que sufra de depresión existencial es el de aquellas que han tenido mucho éxito en sus vidas, como los ejecutivos en jefe (CEO por sus siglas en inglés) de grandes y exitosas compañías. Después de todo, al ejecutivo en jefe promedio en los países desarrollados no le falta nada: fama, fortuna, poder, una bonita casa – en suma, todo lo que desearíamos para nosotros-, y si hay un tipo de personalidad combativa pero equilibrada debe ser la de uno de estos individuos pues la suerte económica de muchos inversionistas recae sobre ellos. ¿Por qué habría un ejecutivo de alto nivel padecer de depresión?
Pues resulta que en este grupo de personas exitosas la depresión es mucho más frecuente que en la población general, con crisis de mayor severidad que en el ciudadanos promedio. Según un reporte de la revista “Psychology Today” el porcentaje de ejecutivos en jefe con diagnóstico de depresión asciende a un 20%.
Pero mientras en el grupo de los intelectuales la depresión existencial sobreviene después de abrazar una concepción nihilista de la vida a la que se llega mediante el razonamiento, en el grupo de los CEO puede obedecer a factores ligeramente diferentes: Un vació existencial que busca llenar con éxitos materiales para luego darse cuenta que no se ha llenado; la sensación de haber escalado la última montaña, la más alta, con la consiguiente ausencia de incentivos; la sensación de haber malgastado el tiempo en la búsqueda de bienes materiales en detrimento de sus relaciones familiares; y el temor a perderlo todo, entre otros.
La depresión existencial en el grupo de personas altamente exitosas no es exclusiva de nuestros tiempos. Quizá el ejemplo más notable es el de aquel hombre sabio que gobernó Israel en su etapa de más esplendor. El rey Salomón no es famoso solo por sus innumerables mujeres y su enorme riqueza, sino por su inmensa sabiduría que lo llevaría a ser el autor de tres libros del antiguo testamento. Es decir, vemos en Salomón un modelo de persona altamente exitosa y a la vez de enorme intelecto.
Particularmente, el libro de Eclesiastés es un arquetipo de depresión existencial. Salomón, el rey que lo tuvo todo, a lo largo de muchos versículos e intercalando con reflexiones filosóficas hace breves inventarios de los logros del hombre, solo para afirmar después de cada uno que se trata de “vanidad de vanidades.” Salomón termina el libro con una recomendación a modo de asidero: “El fin del discurso que has oído es: Teme a Dios y a sus mandamiento, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala.” Ecl 12: 13,14.
Maduros deprimidos
En cierto aspecto, la depresión existencial es señal de madurez. Todos nacemos como pequeñas criaturas ávidas de conocimiento, deseosas de aprehender el mundo. En el transcurso de la niñez siempre estamos deseando algún juguete. Si lo conseguimos, experimentamos un enorme placer pero pronto nos damos cuenta de que aquel aparato o artilugio no llena todas nuestras expectativas, así que vamos por el siguiente. En la tienda de juguetes pataleamos y hacemos todo un berrinche hasta que nuestros padres nos complacen.
En las navidades esperamos siempre a Santa Claus (Papá Noel) con su enorme bolsa de regalos, pero al llegar la adolescencia nos olvidamos de los juguetes y los substituimos por la atracción hacia el sexo opuesto. Los juguetes dan paso a artefactos más sofisticados, como teléfonos celulares o el último videojuego, sin saber con plena conciencia que la adquisición de tales aditamentos tiene como propósito hacerse notar, sobresalir ante los iguales y las parejas potenciales.
De muchachos, los varones pensamos en el sexo. “¡Cuán feliz sería si tuviera la oportunidad de tener una relación sexual en el momento que deseara!” Las niñas frecuentemente añoran su propia familia. “¡Cuán contenta me sentiría con un hombre a mi lado que me protegiera!” Después de un tiempo encontramos una pareja, el amor de nuestra vida, nos embriagamos de emoción, probamos las mieles del placer sensual para luego pasar por desilusiones y desencantos, pero siempre vamos por más. Con los años vienen los deseos de bienes materiales y la añoranza de ser alguien ante los congéneres.
Si cada deseo es satisfecho entonces lo substituimos por otro, luego por otro, y por otro más, hasta que no quedan más deseos porque los hemos cumplido todos, o porque nos damos cuenta que los deseos ya no son tan importantes. Por fin nos enteramos de que cada vez que satisfacemos un deseo este dejará un vacío que deberá ser substituido por otro deseo, y nace en nuestra conciencia la visión de un ser humano sumergido en ciclos rutinarios, sin fin y sin sentido.
Si nos sumergimos en los libros nos damos cuenta de que no hay una verdad sino muchas; que el ser humano es finito pero infinitas son las formas de ver el mundo, y al fin nos enteramos que sea cual fuere nuestra forma de pensar, siempre habrá una manera de pensar diferente que encierre una verdad tan plausible como la nuestra.
¿Qué hacer?
La depresión existencial –como todo tipo de depresión- es negativa y dirige al individuo a la autodestrucción. Hay dos opciones: 1) La falta de significado de la vida es real. 2) La falta de significado de la vida es una simple ilusión y en realidad somos parte importante de un gran rompecabezas. Como tan probable es lo uno como lo otro el sentido común nos dice que debemos optar por la segunda afirmación con el fin de evitar la depresión existencial y la autodestrucción.
Hay una diferencia fundamental entre percibir los sucesos del mundo cotidiano como una serie de eventos aleatorios independientes, a percibirlos como eventos, sean estos buenos o malos, que forman parte de una historia, de una trama en la cual somos una parte esencial. Lo importante es que nosotros mismos podemos escoger la ruta. ¿Opción 1 u opción 2? Escojo la 2 y a partir de allí armo el andamiaje que me permitirá encontrar propósito en la existencia.
En palabras de Viktor Frankl:
“El factor importante se llama DECICIÓN. La libertad para escoger, para decidir; saber que tengo la libertad de responder de una manera o de otra A PESAR DE las condiciones que solo en APARIENCIA parecen determinar completamente mi comportamiento”.
Viktor Frankl sabe lo que dice. Él mismo puso en práctica su prédica de libertad de decisión en su tiempo como prisionero en los capos de exterminio Nazi. El Dr. Frankl decidió no verse afectado por las severas condiciones infrahumanas vividas en ese período de su vida. Continúa expresando el Dr. Frankl que el ser humano no es totalmente libre, pues siempre estará sujeto a las condiciones biológicas y medioambientales, sin embargo, la ultima libertad humana es la de decidir cuál será su respuesta ante un conjunto de circunstancias. Así que todo comienza por la decisión de abrazar la opción 2.
Definitivamente, en la mayoría de los casos no hay una solución rápida al sentimiento de falta de propósito en la vida. Cada persona deberá abordar el problema a su propia manera y basado en sus necesidades particulares, pero voy a atreverme a enumerar algunas aproximaciones generales que pueden conducir a una “cura.”
A) 1) No tenga tiempo de deprimirse
¿Siempre quiso hacer algo por falta de tiempo o recursos y ahora sí puede? Pues este es el momento. El secreto está en no tener tiempo para deprimirse, a la vez que mantiene activos los deseos. Mantenga la ilusión. Si le aburre una actividad distractora pase a la siguiente, y luego a la siguiente. Las actividades a las que se puede dedicar son incontables. Llene su tiempo. Decídase a compartir con aquellos con quienes no había tenido tiempo para compartir. Llene su vida con arte. Apasiónese y embriáguese de la vida. Decídase a vivir a mil por hora.
Obviamente, aunque esta aproximación al tratamiento de la depresión existencial constituye un excelente paliativo, no ataca la raíz del problema. El vacío existencial es imposible de llenar del todo con actividades adicionales.
B) 2) Dé, comparta y sirva a los demás
Si sus deseos y anhelos se encuentran en gran medida satisfechos, tenga en mente los millones de personas en el mundo que han sido menos afortunados que usted. No hay satisfacción más grande que dar a los demás de lo mucho o poco que tenemos. Si recibimos alimento, alimentamos nuestro cuerpo, pero si damos alimentos a los que lo necesitan alimentamos nuestra alma.
Lo dijo el Señor Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:35).
3) Busque su propósito en la vida
Si, tal vez sea cierto que usted es una persona exitosa en la vida, con algunas habilidades excepcionales, pero no es igual que decir que usted encontró su propósito. Habilidades y propósito no van siempre necesariamente juntos. Reflexione sobre lo que usted realmente disfruta haciendo. Remóntese a su niñez y hurgue en el cofre de los recuerdos. Alguna vez usted habrá hecho algo que le provocó una gran satisfacción, un confort interior difícil de explicar. No es necesariamente lo que usted hace mejor, sino aquello que a usted no le importaría hacer todo el tiempo, aunque no recibiera ninguna paga.
Si usted compra una silla mecedora podrá hacer muchas cosas con ella. Si es muy bonita podrá utilizarla de adorno para su sala. También podría colocar sobre ella las cosas que no le caben en otro lugar de la casa. Si la silla es antigua podría usted subastarla por una cuantiosa suma. Todo eso está bien, pero la silla no cumplirá el propósito para el cual fue creada mientras no haya alguien que la utilice para sentarse. La vieja silla mecedora será feliz meciendo a aquella anciana que teje los calcetines de sus nietos, porque habrá encontrado su propósito.
No hay actividad demasiado pequeña o excesivamente grande cuando sabemos que es parte de nuestro propósito. Así que busque insistentemente su propósito.
D) 4) Acérquese a Dios
¡La más importante de todas! Si usted ha llegado a una visión nihilista por la vía del intelecto, dele a Dios el beneficio de la duda. El siglo de las luces trajo consigo una revolución en la manera de pensar de la humanidad. Desde luego ahora vemos el aspecto positivo de esta revolución. Los avances en el campo médico y todas las ramas de la ciencia han sido formidables. Pero la ilustración le quitó al hombre el sentido de propósito para hacerlo un número más de una lotería estadística.
Recuerde que ni la ciencia ni la tecnología le han quitado en realidad el lugar a Dios, y la hipótesis de su existencia es al menos tan plausible como cualquier otra. Pero cuando hablo de buscar a Dios no hablo de ese Dios tecnológico futuro al que se refiere el autor de “Nota de Suicidio,” sino del Dios Padre, creador y amoroso; aquel que contesta las plegarias cuando le pedimos con fe.
Por lo tanto, atrévase a darle a Dios la oportunidad de cambiar su interior, y así remover definitivamente el germen dañino de la autodestrucción. Deje que el poderoso espíritu de Dios llene el vacío. Dele una probadita a la fe. No se arrepentirá, y después de todo, no tiene nada que perder y sí mucho que ganar.
Suicide Note. by: Mitchell Heisman.