Dedicado a todos los que se han ido
Edwin Francisco Herrera Paz. Todos morimos. Si hay un destino inevitable y una verdad indiscutible es esa. Todos, absolutamente todos, estaremos algún día no muy lejano boca arriba, con las manos entrecruzadas y vistiendo la ropa que más nos gusta, o al menos la que le gusta más a nuestros familiares.
Y esta verdad se nos torna aun más evidente en nuestro país, en donde la posibilidad de caer víctima del cuchillo o la automática del delincuente, supera con creces a la de la muerte natural. Bueno, las cuestiones lingüísticas siempre confunden y hoy en Honduras, muerte natural se le llama a morir en manos del sicario.
Al margen de los enredos semánticos, debo insistir en que todos morimos, o por lo menos estamos seguros de que nuestro cuerpo y nuestro rostro, hermosos como son, algún día, no muy lejano, serán presa del fuego abrazador o servirán de comida a los bebés de unas pequeñas, lindas, verdes y fluorescentes moscas que los científicos llaman necrófagas porque se alimentan de carne muerta.
¿Qué por qué escribo esto? ¿Será que me desperté trágico? Dos cosas me impulsaron a escribirlo. Una, recién leí un artículo de Cesar Indiano sobre el tema, y dos, acabo de recibir la noticia de la muerte violenta del hermano de un amigo en manos de los asaltantes. Nada nuevo. El asesinato a sangre fría es el día a día en nuestra convulsiva Honduras, producto de múltiples factores como la pobreza crónica, la desintegración familiar, el desempleo y la narcoactividad, pero exacerbado por la adopción de leyes diseñadas para países super desarrollados, como el nuevo y flamante Código Procesal Penal.
Cesar Indiano en su columna habla de gente famosa que se ha ido, pero indudablemente todos los que partieron podrían contar una historia, cada una de ellas llena de pasiones, ímpetus, fracasos, decepciones, desavenencias, tristezas, dolores, ansiedades, desengaños, amores, triunfos y alegrías.
Mis amigos caídos
En el transcurso de los años he visto caer a algunos buenos amigos. Pongamos el caso de Efraín, mi compañero de clases en el curso para pilotos privados. Ambos soñábamos con ser pilotos de jet para alguna línea aérea, pero los años nos separaron. Yo volaba ya solo por el placer de hacerlo y continué mi carrera médica. Efraín, en cambio, siguió ascendiendo a las alturas y volando aviones cada vez más grandes en líneas comerciales. Finalmente sus sueños comenzaron a cumplirse cuando lo contrató una línea aérea haitiana para volar jets.
Efraín me visitaba regularmente en mi clínica, ya fuera para algún chequeo médico, practicar en mi simulador de vuelo, o simplemente para platicar, pero un día me enteré que la noche anterior su vida fue segada. Los delincuentes de alguna manera se enteraron que Efraín traía algún equipo electrónico para sus familiares, y no bastándoles con despojarlo de sus pertenencias decidieron negarle el derecho a vivir.
Recuerdo también a Edgardo, compañero de internado médico. Edgardo era un hombre afable, pacífico y solitario, apasionado por los libros de Isaac Asimov y amante de la guitarra. Después de graduarse consiguió un empleo en una compañía de ambulancias. Cierto día, la compañía debía trasladar a un paciente, presuntamente en estado delicado, desde otra ciudad. Edgardo se trasladó en la ambulancia, recogió al hombre, y en el trayecto a San Pedro Sula fue interceptado por un pequeño ejército de sicarios decididos a terminar con la vida del hombre trasladado quien, según se dijo, tenía cuentas pendientes con el narcotráfico. Pero Edgardo estaba allí, en el lugar y el momento incorrectos, y como quien mata una mosca para que no moleste mi amigo fue literalmente pasconeado a tiros junto con el supuesto paciente.
Se me viene a la mente Cuco, un ciudadano americano dueño de una casa en un árbol en donde organizábamos nuestras fiestas de juventud (ya hace más de 20 años); un alma libre amante de las motocicletas y la velocidad. Hace unos años lo encontraron muerto en su vehículo, con un disparo en la cabeza en lo que parecía ser una ejecución.
Y así como ellos, muchos otros conocidos se han ido de este mundo de manera violenta e inesperada confirmando prematuramente, pero al fin y al cabo confirmando, esa ineludible verdad: de este mundo nadie sale vivo.
Otros que se han ido
Recuerdo a Mama Tiva, mi bisabuela. Una viejecita de más de ochenta años que me cuidó en mi niñez. Murió en un cuarto de hospital rodeada de sus familiares. También murieron mi tía Chunga, mi tío Gerardo, mi tío Nene, mi abuelita Pola y más recientemente mi abuelita Carolina. Todos se han ido de muerte natural, pero un caso en el que merece la pena que me detenga un poco es el de mi abuelita Pola, quien murió en una habitación de nuestra casa hace unos 15 años.
Mi abuela era una mujer fuerte e independiente a la que se le diagnosticó insuficiencia cardíaca, enfermedad que la llevaría a su fallecimiento. Durante la agonía de sus últimos días, mi abuela insistía en que miraba a un niño en la habitación, quien la visitaba a toda hora. Aquella criatura se dedicaba a molestarla y a reírse de ella día y noche, sin tregua. Yo, como médico, sospeché que se trataba de una alucinación probablemente debido a la falta de irrigación cerebral. Sin embargo aparte de la experiencia del niño el comportamiento de mi abuela era completamente normal y coherente, lo que no concuerda con un cuadro de isquemia cerebral.
Lo que les narraré a continuación es extraño y escalofriante. Mi hijo, que por entonces tenía un año recién cumplido, se llevaba bien con mi abuela y la visitaba en su habitación regularmente. A pesar de eso, el día en el que mi abuela comenzó a recibir la visita de aquella aparición mi hijo se negó rotundamente a entrar en su cuarto. No podía ser miedo a las palabras de mi abuela, puesto que mi hijo no había escuchado su relato sobre las mencionadas visitas y las burlas de que era objeto por parte del fantasma.
Cuando le insistíamos a mi hijo a que entrara en el dormitorio, se quedaba viendo hacia el fondo del cuarto e invariablemente salía corriendo, despavorido, en sentido contrario. Y no solo eso. Cuando algún adulto entraba a la habitación de mi abuela, mi hijo corría hacia adentro, tomaba la mano del adulto y espantado lo intentaba sacar como queriéndolo salvar de algo.
A solicitud de mi abuela mi madre llevó a un sacerdote quien procedió a administrarle la última unción. Después de la ceremonia el fantasma no volvió a aparecérsele a mi abuela, y mi hijo comenzó a entrar en la habitación como si nada hubiera pasado. Días después mi abuela partió de este mundo. Mi mente racional intentaba ofrecer una explicación a los mencionados sucesos, fallando en cada intento. No fue hasta un tiempo después que un día, navegando por internet, encontré una página en la que se asegura que este tipo de experiencias es bastante común entre los enfermos agónicos. Mientras leía, los vellos de los antebrazos se me erizaban.
Los que se van dejan un profundo vacío. Teresita era una mujer sumamente divertida. Si mi madre tuvo una verdadera hermana esa fue Teresita, pero en realidad era su prima. Joven aun y con tres hijos pequeños, se le diagnosticó cáncer de mama. Murió unos meses después del diagnóstico. Poco tiempo después murió su hermano José, de cáncer de pulmón a pesar de nunca haber fumado. Sin duda el tiempo que trabajó en labores de fumigación le afectó. Tomasita, la abuela de ambos y hermana de Mama Tiva mi bisabuela, fue una mujer longeva. Murió a la edad de 103 años y en perfecta lucidez debido a un cáncer metastásico que no le fue diagnosticado sino unos días antes de su muerte. Sospecho que de habérsele realizado un diagnóstico temprano Tomasita aun estaría viva. Ya hacía más de 20 años los médicos la habían desahuciado: insuficiencia hepática, le dijeron. La dieta estricta y las ganas de vivir hicieron el milagro y hubo Tomasita por dos décadas más.
Nos vamos pero no nos vamos
Aun la vida más efímera, o quizá la más simple, deja una huella indeleble en este mundo.
Nicholas Christakis es un investigador que decidió apostar por un raro campo de estudio: la influencia de los individuos sobre las redes de relaciones sociales. Los hallazgos de Christakis son interesantes. Influimos más en nuestra red de relaciones de lo que pensamos. Conductas como comer en exceso son transmitidas atreves de la red, y si usted es obeso, es probable que las personas que forman parte de su red de relaciones tengan un peso corporal superior al promedio. Los hábitos de diferente índole se contagian y luego se propagan por la red. Dice el Dr. Christakis que cuando se analiza la evolución de la red a través del tiempo, esta parece estar viva.
Pero el Dr. Christakis en su ponencia para TED hizo una afirmación que captó mi atención y me hizo reevaluar la manera de ver las relaciones interpersonales. En pocas palabras, cuando la red se analiza por un tiempo de 30 años comprimidos en unos segundos, las cosas fluyen dentro de la red, esta se mueve, la gente nace y puede MORIR, pero en realidad NO MUERE. Perdura dentro de la red.
En otras palabras, aunque un individuo muera su efecto o influencia sobre la red de relaciones es perdurable, y me atrevo a decir que imperecedero mientras la red tenga existencia. ¡Sencillamente increíble! Pensemos en esos grandes personajes que han dejado una gran huella en nuestro mundo. Jesús, por ejemplo, trasciende el tiempo y 2000 años después de su paso por la tierra continúa siendo uno de los seres más influyentes. Pero lo interesante es que aun el más pequeño de los habitantes del planeta es potencialmente capaz de cambiar el devenir de las cosas en un instante, para siempre y más allá de su muerte.
Otro ejemplo. Abraham, patriarca de las principales religiones del mundo, tuvo dos hijos: Isaac e Ismael. Es difícil creer que a un hombre con solo dos hijos el mismo Dios le haya cambiado el nombre a “padre de multitudes.” Sin embargo no cabe duda que este personaje bíblico es un verdadero padre de muchos, siendo el tronco del que se derivan tanto el pueblo judío como el árabe. ¿Se imagina usted entonces la huella dejada por mi bisabuelo Andrés Garrido quien engendró 99 hijos?
Por eso entonces siempre tenga en mente que sus acciones, sean estas buenas o malas, excelsas o mediocres, trascendentes o triviales, continuaran teniendo efecto aun después de su muerte, porque en la red de relaciones usted muere, pero en realidad no muere. Si pensamos en el tejido del espacio tiempo por el que transitamos, como en un suave río cuya corriente imperturbable baja la montaña hasta llegar al mar, el simple hecho de nuestra existencia representa las piedras, trocos y otros obstáculos que forman estelas. Cada perturbación se mantendrá y afectará al resto del las moléculas de agua en el trayecto del río, y puede que aun más allá, hasta el infinito mar. Es posible que esta analogía le parezca a usted simplista para explicar algo tan complejo como la dinámica de las redes de relaciones sociales humanas, pero aunque usted no lo crea, los fenómenos básicos en ambos casos resultan ser los mismos.
Experiencias cercanas a la muerte
¿Ha oído usted hablar sobre las experiencias cercanas a la muerte o ECM? Son esos eventos en los que una persona sufre un paro cardíaco, ya sea durante una anestesia general, o en algún accidente o un ahogamiento. El paro cardíaco dura algún tiempo que va de segundos a horas. La experiencia de la mayoría de las personas es extremadamente interesante y peculiar, pero antes de entrar en el asunto me gustaría preguntarle, ¿Cómo sabe usted que vive en la realidad?
Los humanos creemos saber que vivimos en un mundo real por diversas razones. Para comenzar, los eventos cotidianos siguen un curso lógico. En el mundo hay causalidad, las cosas no suceden porque sí y los sucesos siguen una línea temporal. Aunque esto no es garantía de que vivimos en una realidad, al menos le da cierto sentido a nuestra existencia terrenal. Y si en realidad no viviéramos en una realidad, por lo menos pensamos y sentimos, lo que nos indica que tenemos una existencia, o en las palabras del gran filósofo francés Renato Descartes, como pienso entonces sé que existo.
A lo que quiero llegar es que además del discurrir lógico de nuestras experiencias, todos tenemos una sensación de lucidez cuando estamos despiertos. Nadie en su sano juicio afirmaría que sus sueños son reales, puesto que nuestra sensación de lucidez es superior cuando estamos despiertos.
Pues bien. Es conocido que la mayoría de las personas que han pasado por una ECM experimentan una serie de visiones que comienzan con una luz al final de un túnel y son suspendidos por una especie de fuerza. Muchos ven toda su vida pasar ante sus ojos en un instante. Es común que la persona se reúna con sus familiares fallecidos y que sean recibidos por un personaje luminoso que algunos identifican con Dios. Usualmente la luz emanada del ser es la más brillante que la persona haya visto, pero paradójicamente no molesta la mirada. Las narraciones casi siempre incluyen haber sentido una profunda paz. Generalmente el ser de luz le indica a la persona que aun no está preparada y que necesita regresar.
EMC, según los que la han experimentado, representa un evento místico y trasformador. La persona no vuelve a ser la misma y generalmente se torna muy espiritual. Pero lo que me parece más llamativo es que cuando se les pregunta si la experiencia fue real, ellos manifiestan que fue perfectamente real y lúcida. Algunos incluso indican que la experiencia fue más lúcida que la vida real. La ciencia ha intentado buscar una explicación física a estas experiencias y se ha responsabilizado a los cambios bioquímicos cerebrales, como la hipoxia, la acidosis o el aumento de dióxido de carbono. Pero si volvemos al kid del asunto sobre la explicación de la realidad a partir de la sensación de conciencia y lucidez, entonces la ciencia se queda siempre corta. La posibilidad de vida más allá de la muerte siempre estará vigente.
Una buena apuesta
Hace unos 2000 años Jesús murió en un madero. La Biblia nos dice que bajó a las profundidades y resucitó al tercer día, luego permaneció unos días con sus discípulos para luego ascender a los cielos en donde se encuentra sentado a la diestra del Padre, en su trono eterno. Desde luego, no entendemos el verdadero significado de las enseñanzas de Jesús. Los detalles técnicos no pueden ser revelados a una sociedad aun tan atrasada. Las enseñanzas deben trascender el tiempo, así como el lugar, y la preparación intelectual.
Jesús nos prometió la vida eterna, con una simple y sencilla condición: que lo aceptáramos como nuestro salvador. Es decir, si hay vida después de la muerte, Jesús nos ayudará a cruzar ese camino. Como la condición es relativamente fácil de cumplir y la recompensa inmensa, aceptar la propuesta de Jesús es lo que yo llamo “una buena apuesta.”
Ya para terminar, le recuerdo que todos morimos, pero en nuestras relaciones con los demás continuaremos vivos por mucho tiempo. Nuestras acciones influirán nuestra red de relaciones cuando ya no estemos. No esperemos una ECM para cambiar. Decía es Rey Salomón que sabio es el que vive de las experiencias ajenas. Démosle prioridad a nuestro mundo espiritual y nuestras relaciones con los demás, disfrutemos de la compañía de nuestros seres queridos cuando aun viven, y mientras la inevitable hora de la muerte se acerca, vivamos plenamente.
Este post lo publiqué solo unos cuantos días antes del asesinato de mi Pastor Roberto Marroquín a manos de un sicario, en lo que se podría decir que fue una corazonada. Hoy, cayó víctima del crimen en centroamérica el gran cantautor argentino Facundo Cabral, quien sin duda ya está en la gloria del señor.
ResponderEliminar“¿Y A MÍ? ¿Y POR QUÉ A MÍ?”
ResponderEliminarMURMURO CHAVEZ AL ENTERARSE QUE PADECIA CANCER
¿ Y POR QUE NO ?
¿POR QUE USTED SE CREE NO MERECERLO, Y OTROS SI SON MERECEDORES ?
HUMILDAD ES LO QUE EL HUMANO DEBEBIA TENER.
TODO EL MUNDO PIENSA QUE NO MERECE MORIRSE
PERO POCOS SE PREGUNTAN SI MERECIAN HABER NACIDO