Del por qué el narcotráfico ha proliferado en una Latinoamérica aporreada por su hermano mayor
Edwin Francisco Herrera Paz.
Después de la segunda guerra mundial el mundo fue testigo de la intensa lucha por la hegemonía global que se ha dado a llamar “la guerra fría.” Dicha situación puso al mundo en vilo durante algunas décadas, principalmente debido al peligro de una verdadera guerra, que a diferencia de las predecesoras, sería de magnitud devastadora para la humanidad, amenazando incluso con el exterminio de la raza humana.
Mientras las dos grandes potencias nucleares echaban al ruedo a pelear sus respectivas ideologías, la verdadera lucha no era ideológica sino por el poder y el dominio mundial. Los países latinoamericanos no escaparon de esta farsa ideológica y fueron el epicentro de la lucha. Pero mientras la URSS y los Estados Unidos ponían la ideología y la “inteligencia,” Latinoamérica ponía los muertos.
Diversos países de la región presenciaron con miedo el surgimiento de grupos armados que se dedicaban a la guerra de guerrillas contra los gobiernos que en muchos casos consistían en juntas militares que resguardaban los intereses de los Estados Unidos en la región mientras, al mismo tiempo, sus miembros violaban impunemente y en toda forma posible los derechos humanos y amasaban inmensas fortunas con la "ayuda económica," lo que creó una cultura gubernamental de corrupción que mantiene a la mayor parte de Latinoamérica a la saga del desarrollo y que además, es muy difícil sino imposible de erradicar.
Si. Latinoamérica vio correr la sangre de sus hijos librando una guerra que no era suya, cuyos participantes ondeaban ingenuamente banderas ideológicas que aun hoy, después de muchos años de acabada la guerra fría apasionan a los que participaron en ella. Pero el muro de Berlín cayó, y la Perestroika y el Glasnost prevalecieron. El totalitarismo de la URSS se derrumbó y con él, la ideología bolchevique en la que se sustentaba. Fidel Castro dejó de representar una amenaza, y las guerrillas han ido desapareciendo paulatinamente.
Los que vivimos en la época de la guerra fría recordamos que decir comunista en nuestros países era peor que mencionar al mismísimo Satanás. Los identificados como simpatizantes del comunismo eran marcados para morir por la “agencia”. La rebelión de algunos ciudadanos no se dejaba esperar y no fueron pocos los que se volcaron a engrosar las filas de un movimiento comunista romántico, mesiánico, que a la larga demostraría su ineficiencia.
Pero al fracasar el comunismo y sin un enemigo con quien disputarse el poder mundial, los Estados Unidos perdieron su “caballo de batalla” en Latinoamérica. Nuestro gran hermano necesitaba un nuevo caballo para mantener sus intereses hegemónicos en la región. ¿Cuál sería el mejor? El narcotráfico, claro, y el nuevo nombre diabólico impuesto por el gigantesco engranaje mediático de nuestro gran hermano fue “narcotraficante”. Los Estados Unidos iniciaron una lucha antidroga “sin cuartel”, pero como dicha guerra se basó desde un principio en una mentira, no ha tenido sino consecuencias nefastas y una vez más corre la sangre latinoamericana a borbotones por esa guerra que no es nuestra.
Esta niña se está preparando para hacer una limonada con su limón. |
La guerra antinarcóticos fue maximizada y magnanimizada aplicando nombres altisonantes a los paladines de la lucha: los Zares Antidrogas, figuras que con solo mencionarlas se sentía como que se estuviese hablando del amo del universo. Y los Estados Unidos nos metieron a los latinoamericanos en esa mentira. Nos metieron a la fuerza, mediante las celebres “certificaciones” que otorgaba el gobierno de los Estados Unidos a los países hispanos, como si se tratase del padre obligando al hijo a hacer su tarea.
¿Y qué sucede cuando una guerra se basa en la mentira? Pues, que los resultados no son solo desalentadores sino opuestos a los deseados. Una guerra sin convicción no es una guerra decidida. La guerra antinarcóticos se ha librado por completo fuera del territorio estadounidense cuando el principal involucrado es los Estados Unidos de Norteamérica, y su problema real no es el narcotráfico, sino las altas tasas de consumo interno.
Una verdadera guerra atacaría la causa y no la consecuencia, y el narcotráfico es solo la consecuencia del elevado consumo. ¿Por qué no atacar la causa utilizando los millonarios fondos otorgados a países latinoamericanos –lo que no ha hecho más que aumentar la corrupción- en una lucha interna? ¿Por qué no decretar penas severas a los consumidores de la misma manera en la que algunos estados de aquel país decretan penas severas a los latinoamericanos inmigrantes? ¿Por qué no utilizar esos millonarios fondos en educación antidrogas a través de los medios de comunicación?
Sencillamente, si una guerra no se libra de manera decidida lejos de combatir al enemigo lo acrecienta. Una guerra no decidida es como si utilizáramos aire para apagar un fuego. Un viento fuerte lo apagará, pero uno débil lo avivará. Volviendo al inicio de este artículo, si al enemigo le tiramos limones, este hará una limonada. Y además venderá la limonada y hará una fortuna con ella. El limón, lejos de hacerle daño, se convierte en un factor de resiliencia. Un factor de evolución y desarrollo.
Y la lucha antinarcóticos poco decidida de nuestro hermano del norte obligó a los cárteles de la droga a armarse paulatinamente hasta convertirse en las potencias criminales que son hoy, capaces de enfrentarse con éxito a ejércitos enteros. Las erogaciones millonarias destinadas a la lucha antidroga, lo que menos han hecho, es disminuir el narcotráfico.
Y los latinoamericanos, lejos de ocuparnos en pensar en soluciones adecuadas a nuestra realidad, continuamos con esa lucha que no es nuestra. Continuamos ofrendando sangre latinoamericana en un enfrentamiento entre gobiernos y cárteles que ya ha cobrado un elevado número de víctimas en diferentes ciudades de Latinoamérica. Y después de meternos en esta guerra los Estados Unidos se lavan las manos, y el subsecretario de Estado declara el día de ayer que “los Estados Unidos no tiene fondos para apoyar la lucha antidrogas”.
Los latinoamericanos debimos reflexionar sobre estos asuntos una o dos décadas atrás, cuando aun el problema estaba en pañales. Sin embargo ahora ya es tarde para encontrar una salida relativamente sencilla. El narcotráfico se ha filtrado en todos los rincones de nuestra sociedad y en todos los círculos. Se ha enredado en nuestras familias y en nuestros grupos sociales y económicos, de la misma manera en la que el matapalo que se dejó crecer desmedidamente se enreda en las hojas y ramas del árbol. Es prácticamente imposible erradicarlo si no es sacrificando una gran parte del árbol. Es difícil dilucidar donde termina el árbol y donde comienza el matapalo. Se vuelven casi como uno solo.
Y puede usted volverse muy digno y proclamar a los cuatro vientos que desea que continúe la lucha contra el flagelo del narcotráfico; que no hay que darles tregua a los maleantes y socarles las tuercas hasta aniquilarlos. Más, por otro lado y al mismo tiempo usted le tiene un entrañable aprecio a aquel amigo del cual no sabe que últimamente ha estado llevando “encarguitos” para poder salir de las deudas y alimentar a su familia. Aquel mismo cuyo hijo mayor intentó cruzar el río Grande hacia los “iunai” con una mochila al hombro llena de sueños y esperanzas, en busca del sueño americano, de un mejor futuro para él y los suyos, tratando de escapar de esa pobreza producto de la corrupción, y también del crimen exacerbado por el narcotráfico financiado gracias al gigantesco consumo de droga de los Estados Unidos. Sí, aquel mismo que vio a su hijo regresar luego a su tierra pero en posición horizontal, con los pies blancos y envuelto en una bolsa plástica víctima de los sicarios pagados por intolerantes anónimos con muchos recursos y que desean detener la inmigración "ilegal" a toda costa.
Y luego, usted pasa por una bodega y le da gracias a Dios por el hecho de poder conseguir esos medicamentos que su propio hijo tanto necesita ¡con un 40% de descuento! en un país en donde el hospital público más importante, de la ciudad más importante, no cuenta con una triste ampolla de analgésico para un paciente recién operado debido al despilfarro y corrupción en el engranaje burocrático. ¡Por favor, le ruego que no me vuelva a decir que quiere un exterminio del narcotráfico y de los narcotraficantes! Jesús ejemplificó esta situación muy bien utilizando la parábola de la cizaña y el trigo, los cuales crecen enredados e imposibles de separar hasta el día de la siega (Mateo 13:24-30).
Y usted querrá que liquiden o extraditen a aquel capo de la droga, pero por cada baja hay 10 esperando su turno para ocupar la vacante, y cuando se lleven al capo verá usted cómo se reproducen, al igual que los famosos Gremlins de aquella película de Steven Spilberg, pero para dividirse en lugar de agua utilizan los abundantes dólares venidos del Imperio. Porque ese no es problema de un capo, ni de dos o tres, sino del sistema enfermo y de los métodos equivocados para curarlo que atacan los síntomas pero no al agente etiológico.
¡Continuemos la guerra sin cuartel contra los narcos! Gritan algunos, sin saber que para entender lo cruel y despiadada que puede ser una guerra frontal para ambos bandos, hay que estar adentro. La población de Ciudad Juárez lo ha vivido en carne propia.
Mejor ayúdeme a pensar en soluciones plausibles, que nos beneficien a los latinoamericanos con el mínimo de daño a nuestros ciudadanos. Pero hagámoslo nosotros, los latinoamericanos, unidos en bloque. Los únicos que podemos velar por nuestra propia seguridad y prosperidad somos nosotros mismos. Nuestro hermano mayor ya se lavó las manos.
Considero mi deber aclarar y vehementemente declarar que este artículo no se trata de una crítica al pueblo estadounidense, uno de los más heterogéneos del mundo desde cualquier punto de vista, y debo decir que algunas de las personas más bondadosas que he conocido son estadounidenses anglosajones. Se trata del sistema gubernamental y su política exterior imperialista herencia de su ancestro: el Reino Unido de la Gran Bretaña. Esa política exterior que ahora se vuelve en su contra en forma de amenaza continua en sus fronteras.
Como excelentemente bien lo expresa Josua Cooper Ramo en su libro "The Age of the Unthinkable" (La Era de lo Impensable), las soluciones que parecen más obvias para la "defensa nacional" luego resultan contraproducentes y tienen el efecto contrario al deseado debido al aumento de complejidad de nuestras sociedades. La política exterior debe tomar un nuevo rumbo: el rumbo de la decencia, y de una verdadera inteligencia, flexible y adaptativa similar a la de los sistemas biológicos.
Considero mi deber aclarar y vehementemente declarar que este artículo no se trata de una crítica al pueblo estadounidense, uno de los más heterogéneos del mundo desde cualquier punto de vista, y debo decir que algunas de las personas más bondadosas que he conocido son estadounidenses anglosajones. Se trata del sistema gubernamental y su política exterior imperialista herencia de su ancestro: el Reino Unido de la Gran Bretaña. Esa política exterior que ahora se vuelve en su contra en forma de amenaza continua en sus fronteras.
Como excelentemente bien lo expresa Josua Cooper Ramo en su libro "The Age of the Unthinkable" (La Era de lo Impensable), las soluciones que parecen más obvias para la "defensa nacional" luego resultan contraproducentes y tienen el efecto contrario al deseado debido al aumento de complejidad de nuestras sociedades. La política exterior debe tomar un nuevo rumbo: el rumbo de la decencia, y de una verdadera inteligencia, flexible y adaptativa similar a la de los sistemas biológicos.
¡Uuuy, si se lo chupó! |
Y para que usted se dé cuenta de la falta de inteligencia con la que ha sido manejado el asunto de la droga, déjeme recordarle un hecho reciente con un medicamento: la pseudoefedrina. Este medicamento es un útil vasoconstrictor y disminuye la secreción nasal en las personas que padecemos de rinitis alérgica. La llegada de la pseudoefedrina al mercado fue un alivio para mucha gente (entre la que me cuento yo) quienes vimos que nuestro padecimiento ya podía ser aliviado efectivamente con solo tomar una pastillita durante el ataque de alergia. ¡No más narices mocosas!
De pronto, la pseudoefedrina comenzó a ser utilizada como materia prima para la manufactura de una droga psicótropa sintética que ha crecido en popularidad en los últimos años: la metanfetamina. La mejor solución que encontraron muchos gobiernos para detener la producción y el tráfico de éxtasis, fue prohibir la comercialización y venta de pseudoefedrina. Así, de repente de la noche a la mañana las narices secas de los pacientes con rinitis comenzaron a moquear de nuevo. Déjeme vaticinar los resultados de la medida:
Los traficantes de éxtasis encontrarán la manera de fabricar ellos mismos la pseudoefedrina con lo cual disminuirán sus costos de operaciones. Además de fabricar el éxtasis, podrán vender ilegalmente la pseudoefedrina sobrante a las narices mocosas a quienes no les importará la ilegalidad con tal de ver aliviado su sufrimiento. El pobre mocoso se convertirá en un consumidor del producto ilegal, y el traficante diversificará y expandirá su negocio tanto vertical como horizontalmente con su nuevo producto. Los traficantes harán con el limón, una limonada. Los humanos somos buenos en eso.
Para terminar, hace poco leí un correo que me mandó un amigo –a quien le fascina celebrar que “hoy es hoy” con cualquier tipo de bebida embriagante- que decía: “Si la vida te da limones, búscate a alguien a quien la vida le haya dado sal, a otro a quien la vida le haya dado tequila, y hagan una fiesta.”
Saludos. México Colombia España Brasil Guatemala Honduras Google pasteles
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