Edwin Francisco Herrera Paz
Niña sudanesa muriendo de inanición. Autor: Kevin Carter. |
La humanidad se encuentra en el presente en una fase de crecimiento económico exponencial. De manera no tan sorprendente, el crecimiento económico es inversamente proporcional al crecimiento demográfico, debido en parte al gran consumo de energía necesario para criar un niño en un país industrializado. Aun así, el mundo continúa arrastrando una población estimada de 200,000 millones de pobres, personas que trabajan por sobrevivir cada día. Esta fracción de la población es la que experimenta mayor tasa de natalidad, y por ende de crecimiento demográfico acelerado.
De no reducirse esta fracción de la humanidad, para 2050 la población habrá sobrepasado los 12,000 millones de almas, con el riesgo de no caber en el planeta, gastando los recursos energéticos y los alimentos. Por lo anteriormente dicho, la única manera de parar el crecimiento poblacional, es ayudar a los países más pobres a convertirse en economías emergentes, disminuyendo consecuentemente la tasa de natalidad.
¿Por qué el mundo es más rico?
Le preguntaba hoy a mis alumnos de discipulado de mi iglesia si creían ser más ricos que uno de los hombres más ricos y poderosos de las Sagradas Escrituras: el sabio rey Salomón. Algunos me contestaron (acertadamente) que es claro que sí, puesto que Cristo murió por nuestros pecados y así vivimos en la dispensación de la Gracia y no de la Ley, y esa es una riqueza espiritual invaluable con la que no contaba Salomón. Sin embargo, la respuesta que esperaba oír salió de un empresario, quien dijo que hablando tecnológicamente somos más ricos que Salomón.
¿Qué hacía Salomón cuando quería comunicarse con uno de sus amigos reyes (el rey deeee, Siria, por ejemplo) a miles de kilómetros de distancia? Pues sencillo. Mandaba un emisario que tardaba varios días en llegar, el otro rey contestaba, y el emisario volvía con la contestación. No había margen para el error, pues el más mínimo malentendido podría ocasionar una guerra. ¿Y cuando quería escribir sus proverbios? Los dictaba a los escribas, pero estos se tardaban varias horas en redactar un párrafo. Hoy, si queremos comunicarnos a distancia utilizamos un celular, y yo puedo escribir un artículo en minutos con este maravilloso procesador de texto. Esto sin contar con los adelantos de la medicina y la salud pública que han elevado la esperanza de vida de forma drástica en los últimos tiempos.
Pero esto no contesta la pregunta, ¿por qué el mundo es más rico? Y la respuesta es sencilla: por el aumento en las relaciones. Escuchaba una interesante disertación en la que se decía que en el mundo no hay una sola persona capaz de fabricar un lápiz. La elaboración de un lápiz depende de decenas de personas realizando cada una un trabajo especializado. El ahorro de tiempo que implica ejecutar una sola tarea especializada se traduce en una mayor cantidad de unidades con una disminución del precio, haciendo el producto accesible a una mayor cantidad de personas. La humanidad se vuelve cada día más interdependiente y especializada. La tecnología surge entonces cuando una serie de factores se juntan para originar una propiedad emergente: una nueva tecnología. La riqueza surge entonces de la complejidad del sistema social.
Pero no solo la sociedad evoluciona de esa manera. Los organismos biológicos y los ecosistemas también evolucionan hacia la complejidad dada por un mayor número de relaciones entre elementos, aumentado la diversidad y las formas en la naturaleza. De igual manera vemos en las ciencias físicas cómo las partículas subatómicas se asocian para formar átomos complejos. Las asociaciones atómicas para formar moléculas complejas, incluyendo los compuestos del carbono que forman la vida, entran dentro del ámbito de estudio de la química.
Pero todas estas relaciones obedecen a los mismos principios económicos de ahorro y de aumento en la eficiencia, por lo que la vida inteligente y las sociedades complejas forman parte de un continuo evolutivo que va de los fermiones hasta las grandes civilizaciones tecnológicas. ¡Vaya! Después de tanto tiempo resulta que estábamos equivocados. No es la física la madre de las ciencias, sino la economía. Ya podemos los biólogos, al igual que los físicos, los químicos y otras salsas recibir algunas lecciones de los banqueros.
Dicho lo anterior se hace obvia la importancia de las relaciones entre personas, sean estas de carácter comercial o personal, con la salvedad de que es preciso que dichas relaciones sean de beneficio mutuo, colectivo o de una de las partes, no coercitivas, sin detrimento de ninguno de los involucrados y enmarcadas en estructuras bien organizadas desde el punto de vista social o biológico. Así nacen las instituciones como la familia, el círculo de amistades, la ciudad, el estado y la empresa, y de allí las asociaciones de estados y los grandes consorcios empresariales, y tal vez en un futuro no muy lejano, asociaciones entre poblaciones de planetas enteros o aún de galaxias.
Relaciones, puentes; el Nuevo Testamento está lleno de ordenanzas destinadas a mejorar las relaciones humanas de los creyentes. Jesús ordena ayudar a los pobres, nos enseña que el prójimo es también el extranjero, que más bienaventurado es el dar que el recibir, y que nos amemos los unos a los otros como Él no amó. El Apóstol Pablo nos enseña una lección de amor, especialización y colaboración cuando habla de la diversidad de dones y ministerios de la Iglesia tratándolos como los miembros de un solo cuerpo.
En definitiva, las enseñanzas de Jesús y los apóstoles no emanan de la emotividad, pero hacen uso de características emocionales como el amor y la compasión para fines prácticos: la evolución social hacia la complejidad y las bendiciones derivadas de dicha complejidad. Eso sin mencionar las promesas de la Palabra para los altruistas. En Segunda de Corintios 9:7 el Apóstol Pablo nos enseña: “Cada uno dé como propuso su corazón: no con tristeza ni obligación, porque Dios ama al dador alegre”.
La promesa de dar
Es aquí donde en este pequeño ensayo circular volvemos a los billonarios de la tierra quienes se han dado cuenta que la ayuda a los pobres no debe ser movida únicamente por el sentimiento noble y superior de ayudar al prójimo, sino porque el dar se nos devuelve de manera amplificada, mejorando un poco el estándar general de vida de la humanidad y por ende de nosotros mismos, de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos.
En una entrevista Warren Buffet expresó que la única cosa que podemos hacer para darles a nuestros hijos un mundo mejor, es donando a los pobres de la tierra nuestro dinero o tiempo. Y Buffet cumple lo que dice. Buffet y Gates han decidido donar a través de la fundación Gates, nada menos que el 99% de sus fortunas. Pero estos hombres fueron más allá. Hace alrededor de dos meses tuvieron la iniciativa de pedir a otros billonarios de la tierra que donaran al menos la mitad de sus fortunas en vida para obras de caridad. La iniciativa tomó el nombre de “La promesa de dar” (The giving pledge). Pronto, decenas de billonarios de Estados Unidos y otras partes del mundo se unieron, redactando cada uno un documento, un compromiso moral de donar al menos la mitad de su fortuna ya sea en vida o al morir.
Se espera que la iniciativa contribuya a la disminución de la proporción de pobres disminuyendo con esto las tasas de natalidad global y salvándonos de la sobrepoblación. Jesús ya nos lo había enseñado. Una evidencia más de que la Palabra es un libro de vida que contiene verdades eternas.
Saludos.
Página de documentos de “The giving pledge”: http://givingpledge.org/Content/media/AugustPledgeLetters.pdf
También le recomiendo: http://lahondurasvaliente.blogspot.com/2010/05/dr.html
Saludos Alejandro. Interesante observación. El magnate mexicano Carlos Slim, por ejemplo, es partidario de disminuir la pobrezade mediante la inversión y creación de empleos. La fundación Gates, en cambio, canaliza el capital de origen filantrópico principalmente en investigación en las áreas de salud y en educación, que son pilares fundamentales para el desarrollo de las poblaciones.
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