Mostrando entradas con la etiqueta Jesús y los Apóstoles. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jesús y los Apóstoles. Mostrar todas las entradas

miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA SED Y LAS TEORIAS DE EINSTEIN


Por: José María Castillo Hidalgo
“¿Cómo te atreves a pedirme agua?” Por el tono era más una rotunda negativa que una pregunta. Viendo en lo profundo de aquellos hermosos ojos negros, en un instante el sediento hombre pudo contemplar la plenitud de la angustia y el vacío en el alma de aquella mujer pueblerina, y pensó: ¿Cómo podría ella tener idea de la verdadera identidad de su interlocutor? ¿Cómo explicarle lo que implica mi presencia hoy aquí? ¿Cómo expresarle a lo que he venido? ¿Con que deberé comparar mi visión para que ella me comprenda?

Sus pensamientos, como siempre, más que palabras eran una serie rápida de vívidas imágenes que iban desfilando y circulando de manera vertiginosa. En un infinitesimal instante, vio en aquella sencilla mujer una semilla depositada en el suelo que germinaba y crecía hasta convertirse en un frondoso árbol en el cual los pajarillos construían nidos, y vio salir el sol sobre la montaña, y oyó el gorjeo de los pichones y el trinar bullicioso que hacían las aves al amanecer.

¿A qué se parece y con qué palabras describir lo que vas a sentir si me escuchas y llegas a entenderme? -Pensó-. Se adelantó al momento presente y vió, como en un destello, la manera en la que ella meditaría en sus palabras, y que permearían aquel delicado corazón estrujándolo, macerándolo. Y pensó: “¡Mmm, yo que consideré primero que ella necesitaba más que entender, creer!” En la visión que él estaba teniendo, ella respiraba profundo y lento y caminaba con pasos ingrávidos, y sin embargo bien puestos en el suelo; y es que aunque se le veía como que volaba en realidad su vida tocaba fondo. Vio cómo ella, en algún punto difuso, se desconocía a sí misma como una nave que en el mar, guiada por un instrumento de espontaneidad hasta entonces ignorado, hace un giro prodigioso y se convierte en algo distinto y nuevo enfilándose repentinamente, sin miedo, hacia un puerto inusitado.

Podía verla, y sentir lo que ella había de sentir. Cómo ella percibía que el tiempo transcurría lento y parsimonioso, como que la esperaba, pero todo se debía a su pensamiento correcto y que ese pensamiento se movía a la velocidad del halcón sobre su presa. Cómo ella, con cada acto y cada movimiento se inclinaba al bien y cómo libraba duras batallas contra el Maligno, porque cada día este insistía neciamente una y otra vez en hacerla caer, pero ella, aun más necia, resistía porque veía la importancia de cada acto de bondad, porque no hay actos de bondad pequeños... Cómo esa lucha constante que ella mantenía le ilustraba sobre la existencia de las fuerzas espirituales que, aunque invisibles, eran ciertas y trascendentales para el mundo material. Cómo cada detalle de su pasado tenía razón de ser, y cómo se daba profunda cuenta de que la Verdad es una sola, y está disponible para el que quiera verla con el corazón manso y abierto. Cómo los demás hombres y mujeres en el fondo de su ser compartían con ella el mismo mundo de sensaciones, emociones, temores y sueños, y cómo el miedo les hacía caer siempre en el error, lo que le producía una profunda lástima. Si tan solo tuvieran fe –pensaba-, aunque fuese pequeña (¡ja ja ja, tal como he venido yo insistiendo!).

Y también la veía reprobar con dureza el error moral que hacía que los hombres extraviaran su camino. Cómo ella en el futuro veía que el fin jamás justifica los medios, porque al contrariar la jerarquía los seres se pierden y luego nada tiene sentido, y el medio llega a convertirse en el mismo fin. Y vio cómo el conocimiento de la verdad la hacía digna, humilde y fuerte a la vez, y cómo estaba dispuesta a esperar los acontecimientos que la vida le deparara, cualesquiera que estos fuesen, con la mirada al frente. Cómo las fuerzas del bien estaban de su lado, y que en todo prosperaba sin siquiera tener que preocuparse. Cómo ella sabía que ahora, lo que ella decía y lo que ella era, se fusionaban en una misma cosa, lo que le proporcionaba un gozo superlativo. Cómo ella lograba comprender que la justicia entre fuerzas cósmicas es distinta de la justicia que inventan los hombres, aunque a ratos se conjugan. Cómo el amor se confunde con el bien y es la razón última de la existencia, y cómo ese sentimiento hacía que todo valiera la pena y adquiriera sentido, y si...en efecto, esa fuerza que ella percibía se podía comparar con aquella que hace que la piedra sideral que habitamos revolotee alrededor de su brillante sol.

Vio que ella de alguna manera extraña estaría presente aquel día en que Él, con la mirada brillante y serena, pronunciara las palabras de aquel discurso en la montaña, el cual ella entendía en toda su extensión, captando toda su fuerza, y cómo advertía que cada palabra encajaba como los dientes de una boca hambrienta en una manzana sin gusanos ni culebras, ja! Cómo ella sentía que desde el cielo la miraban con satisfacción. Que ella como mujer era un ser privilegiado y hermoso y lo podía irradiar y se daba su lugar ante los demás seres que comparten el universo y ¡Hasta las fieras serían mansas en su presencia!

Cómo ella comprendía que el mensaje de los antiguos profetas NO era equivocado, sino que debía cumplirse en el Hijo para asimilar así la verdadera dimensión que satisface al Padre, trascendiendo su existencia a la de ser simples leyendas. Esta humilde mujer –pensó- vería la gloria que muchos reyes apenas soñaron, y la sabiduría que los doctos anhelaron, y vería cómo los ángeles suben y aterrizan. ¡Ella vería que la piedra que rechazó el Arquitecto habría de servir de esquinero en el edificio que ha de sostener el cielo!

Los pensamientos, en tropel y desbocados, no querían detenerse, pero el Sediento dijo: ¡Basta! Y con fragor sordo las imágenes y sonidos se detuvieron impactando contra sus párpados...había terminado un pestañeo. Sus tranquilos ojos vieron de nuevo los colores de la dimensión desértica que enmarcaban a la mujer que lo miraba más bien intrigada. La brisa cálida y reseca y unos granos de arena dispersos salpicaban y hacían ondear la kufiya del sediento.

-Mujer, si pudieras ver más que con tus ojos, te darías cuenta de quién soy, y tú serías la que me pediría agua viva a mí-. La mujer sonrió con un gesto...

¡Ni siquiera tienes con que sacar agua! –Le respondió-, pero en el intercambio, el sediento le explicó que si ella bebía el agua que él quería darle, jamás volvería a tener sed.

¡Qué negociazo! –Pensó la mujer-. Así no tendré que trajinar todos los días con este cántaro en la cabeza.- Pero por su lado, también el sediento aquella tarde, se acarició las manos mientras pensaba: “A esta gente ya les enseñaron sobre la venida y esperan un Salvador, esto está más fácil todavía...en verdad uno es el que siembra y otro el que cosecha”. 

Ese día y el siguiente en Sicar la palabra fue aprovechada por muchos para satisfacción de aquel que llegó con sed, pues la mujer les dijo: “vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho, quizás es el Mesías”. -En verdad, si que lo es, -pensaron los del pueblo después que aquel que llegó sediento les hablara y continuara su camino, mientras conversaba y reía con su comitiva, a quienes en confianza y "off the record" les decía: La sed es algo relativo…

Véase Jn 4, 1-42.

JOSE MARIA CASTILLO HIDALGO

Roatán, Noviembre 23, 2010.


domingo, 8 de agosto de 2010

Los ricos, los pobres y las relaciones

Edwin Francisco Herrera Paz
Image: Warren Buffett, Bill GatesLa riqueza mundial y los pobres
A vulture watches a starving child in southern Sudan, March 1, 1993.
Niña sudanesa muriendo de inanición. Autor: Kevin Carter.
Bill Gates, cofundador y mayor accionista de Microsoft, y Warren Buffet, director ejecutivo y mayor accionista de Berkshire Hathaway, son dos de los hombres más ricos del planeta y su fortuna combinada supera los noventa mil millones de dólares (pronto volveré a referirme a estos dos hombres). Y es que cada vez son más los millonarios del mundo, y cada vez más opulentos. El mundo, por su parte, es también cada vez más rico. Una gran masa poblacional que se encontraba en la pobreza en 1960, ahora forma parte de la las economías emergentes que más temprano que tarde se convertirán en países completamente desarrollados (China es el ejemplo más sobresaliente).
La humanidad se encuentra en el presente en una fase de crecimiento económico exponencial. De manera no tan sorprendente, el crecimiento económico es inversamente proporcional al crecimiento demográfico, debido en parte al gran consumo de energía necesario para criar un niño en un país industrializado. Aun así, el mundo continúa arrastrando una población estimada de 200,000 millones de pobres, personas que trabajan por sobrevivir cada día. Esta fracción de la población es la que experimenta mayor tasa de natalidad, y por ende de crecimiento demográfico acelerado.
De no reducirse esta fracción de la humanidad, para 2050 la población habrá sobrepasado los 12,000 millones de almas, con el riesgo de no caber en el planeta, gastando los recursos energéticos y los alimentos. Por lo anteriormente dicho, la única manera de parar el crecimiento poblacional, es ayudar a los países más pobres a convertirse en economías emergentes, disminuyendo consecuentemente la tasa de natalidad.
¿Por qué el mundo es más rico?
Le preguntaba hoy a mis alumnos de discipulado de mi iglesia si creían ser más ricos que uno de los hombres más ricos y poderosos de las Sagradas Escrituras: el sabio rey Salomón. Algunos me contestaron (acertadamente) que es claro que sí, puesto que Cristo murió por nuestros pecados y así vivimos en la dispensación de la Gracia y no de la Ley, y esa es una riqueza espiritual invaluable con la que no contaba Salomón. Sin embargo, la respuesta que esperaba oír salió de un empresario, quien dijo que hablando tecnológicamente somos más ricos que Salomón.
 ¿Qué hacía Salomón cuando quería comunicarse con uno de sus amigos reyes (el rey deeee, Siria, por ejemplo) a miles de kilómetros de distancia? Pues sencillo. Mandaba un emisario que tardaba varios días en llegar, el otro rey contestaba, y el emisario volvía con la contestación. No había margen para el error, pues el más mínimo malentendido podría ocasionar una guerra. ¿Y cuando quería escribir sus proverbios? Los dictaba a los escribas, pero estos se tardaban varias horas en redactar un párrafo. Hoy, si queremos comunicarnos a distancia utilizamos un celular, y yo puedo escribir un artículo en minutos con este maravilloso procesador de texto. Esto sin contar con los adelantos de la medicina y la salud pública que han elevado la esperanza de vida de forma drástica en los últimos tiempos.
Pero esto no contesta la pregunta, ¿por qué el mundo es más rico? Y la respuesta es sencilla: por el aumento en las relaciones. Escuchaba una interesante disertación en la que se decía que en el mundo no hay una sola persona capaz de fabricar un lápiz. La elaboración de un lápiz depende de decenas de personas realizando cada una un trabajo especializado. El ahorro de tiempo que implica ejecutar una sola tarea especializada se traduce en una mayor cantidad de unidades con una disminución del precio, haciendo el producto accesible a una mayor cantidad de personas. La humanidad se vuelve cada día más interdependiente y especializada. La tecnología surge entonces cuando una serie de factores se juntan para originar una propiedad emergente: una nueva tecnología. La riqueza surge entonces de la complejidad del sistema social.
Pero no solo la sociedad evoluciona de esa manera. Los organismos biológicos y los ecosistemas también evolucionan hacia la complejidad dada por un mayor número de relaciones entre elementos, aumentado la diversidad y las formas en la naturaleza. De igual manera vemos en las ciencias físicas cómo las partículas subatómicas se asocian para formar átomos complejos. Las asociaciones atómicas para formar moléculas complejas, incluyendo los compuestos del carbono que forman la vida, entran dentro del ámbito de estudio de la química.
Pero todas estas relaciones obedecen a los mismos principios económicos de ahorro y de aumento en la eficiencia, por lo que la vida inteligente y las sociedades complejas forman parte de un continuo evolutivo que va de los fermiones hasta las grandes civilizaciones tecnológicas. ¡Vaya! Después de tanto tiempo resulta que estábamos equivocados. No es la física la madre de las ciencias, sino la economía. Ya podemos los biólogos, al igual que los físicos, los químicos y otras salsas recibir algunas lecciones de los banqueros.
¿Qué nos dice la Biblia?
Dicho lo anterior se hace obvia la importancia de las relaciones entre personas, sean estas de carácter comercial o personal, con la salvedad de que es preciso que dichas relaciones sean de beneficio mutuo, colectivo o de una de las partes, no coercitivas, sin detrimento de ninguno de los involucrados y enmarcadas en estructuras bien organizadas desde el punto de vista social o biológico. Así nacen las instituciones como la familia, el círculo de amistades, la ciudad, el estado y la empresa, y de allí las asociaciones de estados y los grandes consorcios empresariales, y tal vez en un futuro no muy lejano, asociaciones entre poblaciones de planetas enteros o aún de galaxias.   
Relaciones, puentes; el Nuevo Testamento está lleno de ordenanzas destinadas a mejorar las relaciones humanas de los creyentes. Jesús ordena ayudar a los pobres, nos enseña que el prójimo es también el extranjero, que más bienaventurado es el dar que el recibir, y que nos amemos los unos a los otros como Él no amó. El Apóstol Pablo nos enseña una lección de amor, especialización y colaboración cuando habla de la diversidad de dones y ministerios de la Iglesia tratándolos como los miembros de un solo cuerpo.
En definitiva, las enseñanzas de Jesús y los apóstoles no emanan de la emotividad, pero hacen uso de características emocionales como el amor y la compasión para fines prácticos: la evolución social hacia la complejidad y las bendiciones derivadas de dicha complejidad. Eso sin mencionar las promesas de la Palabra para los altruistas. En Segunda de Corintios 9:7 el Apóstol Pablo nos enseña: “Cada uno dé como propuso su corazón: no con tristeza ni obligación, porque Dios ama al dador alegre”.
La promesa de dar
Es aquí donde en este pequeño ensayo circular volvemos a los billonarios de la tierra quienes se han dado cuenta que la ayuda a los pobres no debe ser movida únicamente por el sentimiento noble y superior de ayudar al prójimo, sino porque el dar se nos devuelve de manera amplificada, mejorando un poco el estándar general de vida de la humanidad y por ende de nosotros mismos, de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos.
En una entrevista Warren Buffet expresó que la única cosa que podemos hacer para darles a nuestros hijos un mundo mejor, es donando a los pobres de la tierra nuestro dinero o tiempo. Y Buffet cumple lo que dice. Buffet y Gates han decidido donar a través de la fundación Gates, nada menos que el 99% de sus fortunas. Pero estos hombres fueron más allá. Hace alrededor de dos meses tuvieron la iniciativa de pedir a otros billonarios de la tierra que donaran al menos la mitad de sus fortunas en vida para obras de caridad. La iniciativa tomó el nombre de “La promesa de dar” (The giving pledge). Pronto, decenas de billonarios de Estados Unidos y otras partes del mundo se unieron, redactando cada uno un documento, un compromiso moral de donar al menos la mitad de su fortuna ya sea en vida o al morir.
Se espera que la iniciativa contribuya a la disminución de la proporción de pobres disminuyendo con esto las tasas de natalidad global y salvándonos de la sobrepoblación. Jesús ya nos lo había enseñado. Una evidencia más de que la Palabra es un libro de vida que contiene verdades eternas.
Saludos.
Página de documentos de “The giving pledge”: http://givingpledge.org/Content/media/AugustPledgeLetters.pdf