jueves, 19 de agosto de 2010

El problema de la despenalización






Edwin Francisco Herrera Paz. Me he dado cuenta de que algunos personajes de renombre, como el ex presidente mexicano Vicente Fox, están de acuerdo con una forma de lucha alternativa contra el problema de las drogas. La propuesta es la despenalización, no solo del consumo sino también de la producción y la comercialización.
La lucha frontal contra el narcotráfico todos estos años no ha hecho más que aumentar el problema. Pero no es solo el aumento del consumo. Los gobiernos, principalmente Estados Unidos, han invertido cuantiosas sumas de dinero en esta vana lucha, y los países latinoamericanos involucrados han visto como la seguridad y las garantías civiles se convierten en conceptos puramente teóricos. En palabras sencillas, en nuestros países la vida no vale nada.
Estados Unidos está en contra de la despenalización, ya sea por miopía (la experiencia revela que los grandes problemas actuales se resuelven con inteligencia y no con el uso de la fuerza, pero nuestro gran hermano continúa apostando obstinadamente por la fuerza) o por la necesidad de justificar los monumentales presupuestos asignados a la “narco lucha”, que representan además un modus vivendi para los que los manejan. Sin embargo después de todo, somos los países latinoamericanos los más afectados. Somos nosotros los que deberíamos exigirle al gran país del norte que controle su consumo interno pues el precio en sangre que pagamos los latinos por la adicción de sus ciudadanos es enorme. Y somos los latinos los llamados a proponer soluciones viables.
La estrategia es sencilla y la propuse en este blog en un post publicado en enero de este año. Al despenalizar la producción y la comercialización, estas actividades quedan a disposición de los estados para ser gravadas. El dinero generado con los impuestos se depositaría en un fondo destinado a una verdadera lucha contra las drogas, utilizando la concientización y la educación a los ciudadanos sobre el uso y el abuso de estupefacientes,  y por ende atacando el núcleo del problema: el consumo. La lucha antidrogas se realizaría de la misma manera en la que se ha venido realizando la lucha contra el tabaco cuyo mercado ha sufrido una substancial reducción en comparación a hace dos décadas.
La principal ganancia colateral de la implementación de esta estrategia, es que de la noche a la mañana se desmantelarían los inmensos ejércitos constituidos por sicarios, pertenecientes a las narco organizaciones, destinados a resguardar el negocio ilícito. No más crímenes por drogas. La paz vendría a nuestras naciones. ¿O no es así?
Nuestros países centroamericanos fueron víctimas del conflicto entre las dos superpotencias en la época de la guerra fría, destinado a determinar la supremacía de sus respectivas ideologías en nuestro continente. El mencionado conflicto formó una gran cantidad de efectivos que se incorporaron a las guerrillas en el transcurso de muchos años. Con los tratados de paz firmados en la década de los noventa entre los gobiernos de El Salvador y Guatemala con los grupos beligerantes, nació un nuevo problema. Súbitamente un enorme contingente de combatientes, personas que crecieron con el fusil AK-47 al hombro y que no conocían otra ocupación más que las técnicas de la guerra de guerrillas, se vio desempleado. El resultado lógico y natural fue un aumento drástico de la violencia y el crimen, que no solo afectó a estos dos países sino a su vecino fronterizo, Honduras, otrora un oasis de paz.
El crimen común se convirtió paulatinamente en un enorme sistema de crimen organizado con múltiples tentáculos que van desde la narcoactividad, el robo de vehículos y el secuestro, entre otros, y cuyas acciones criminales no tienen precedentes en nuestras naciones centroamericanas. Este sistema es alimentado por la pobreza, la falta de nichos laborales y la desintegración familiar que propicia la formación de las llamadas “maras.”
Volvemos a nuestro análisis de la despenalización de la droga haciendo énfasis en que, una vez instaurado un sistema este se vuelve estable y muy difícil de erradicar (en la siguiente entrada explicaré la estabilidad de los sistemas). Por lo tanto, podemos terminar con el ejército de sicarios que ya no tendrá ninguna razón para existir. Pero aun tendremos las relaciones entre grupos violentos, las armas, y una gran cantidad de sicarios desempleados que la única cosa que saben hacer es matar, es decir, un sistema criminal. Naturalmente este sistema buscará nuevos nichos de operaciones y se incorporará a otras actividades delincuenciales elevando la tasa de criminalidad en lugar de disminuirla.
De madurar la idea de la despenalización este factor se deberá analizar muy seriamente. Los gobiernos de los países productores, puentes y comercializadores de la droga deberán actuar en consenso para implementar estrategias destinadas a absorber, o al menos amortiguar, el problema de los violentos desocupados en una ecuación del tipo ganar-ganar. Pongámonos a pensar. 
A continuación le muestro un vídeo en el que Misha Glenny explica la manera en la que 14,000 expertos en matar quedaron de pronto sin empleo con la caída del comunismo en Rusia, agravando el problema del crimen organizado en el mundo. No se olvide de activar los subtítulos en español.







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2 comentarios:

  1. Con toda seguridad las compañias farmaceuticas andan promocionando esta campaña, para apropiarse de ese rubro. Son carteles legales...

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  2. Esas son otras a las que hay que sacarles los trapitos al sol...

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