sábado, 11 de diciembre de 2010

Me río de mi mismo

Edwin Francisco Herrera Paz
Por tiempos resulta bueno reírse de uno mismo. Hay que hacerlo para aterrizar; para recordar que el universo no orbita alrededor de nosotros. Que si estamos vivos y avanzamos en la vida, no es porque seamos la última gasolinera del camino. Nos levantamos hoy por la gracia y misericordia de Dios. ¡Somos tan finitos, frágiles y temporales….! Además, la risa es buena para preservar la salud al disminuir las hormonas del estrés y aumentar las endorfinas.
Así que a reírnos de nosotros mismos se ha dicho. Anoche hacía el intento de recordar episodios de mi vida que me ayudaran en la mencionada labor. Entonces, recordé aquel día de mi juventud. Tendría a la sazón unos 14 o 15 años cuando invité a salir a una linda muchacha que aceptó, con la condición de llevar a su amiga.
Después de bañarme, vestirme adecuadamente para la ocasión (según yo), acicalarme y perfumarme hasta el pelo, salí en mi carro (me lo prestó mi mamá) a estrenarme como macho seductor. La recogí en su casa, le abrí la puerta del carro como todo un caballero y nos dirigimos a recoger a su amiga. Al llegar a la casa de la amiga, procedí a decirle a la muchacha: “Regresaré pronto. Si me extrañas, grita.” Bueno, me parece que eso le dije. O tal vez haya sido un simple y escueto “ya vengo.” Pero eso sí, con aires de supermacho impregnado de testosterona.
Me le quedé viendo, como diciéndole con la mirada “¡me gustas, y yo sé que te gusto!,” y sin desprenderle la vista abrí la puerta del carro muy despacio dispuesto bajarme a recoger a su amiga. Procedí a salir del carro aun viéndola, intentando mantener una risa ladeada y socarrona –como la de Clark Gable en “Lo que el viento se llevó”- cuando de pronto sentí que me iba de este mundo. Literalmente la tierra me chupó cuando al apearme comencé a caer en una profunda fosa del sistema de alcantarillado en construcción.
Afortunadamente, salvé mi vida cuando en una fracción de segundo reaccione agarrándome de la ventana de la puerta. Quedé colgado sin saber qué hacer. Como pude, con un esfuerzo sobrehumano desarrollado más por vergüenza que por valentía, me alcé con mis brazos hasta salir del peligro. La joven que me acompañaba intentaba ayudarme pero la risa no se lo permitía. ¡En ese momento hubiese deseado mejor que la tierra me terminara de tragar! Al salir, todo tembloroso y sudoroso, me fui a recoger a la amiga. Luego visitamos varios lugares pero yo no abrí la boca en toda la noche. Sin duda esta es una experiencia traumática para un joven adolescente en su debut de picaflor, pero ahora lo recuerdo con risa.
Y es que algunos acontecimientos dolorosos se convierten en risibles con el tiempo, cuando se ven en perspectiva, y cuando no han originado un daño irreparable. Me acordaba de mis primeros turnos como médico en una clínica privada. Un día llegué al turno. Había un grupo de personas fuera de la clínica, entre pacientes y familiares. Me bajé del carro, le puse llave, y cuando voltee bruscamente, mi frente fue a impactar con una caja de metal colocada en un poste de luz que no sé qué contenía (ni me interesa); lo que sí sé es que la caja estaba bastante dura.
¿Usted recuerda lo que pasaba en los dibujos animados de la tele cuando un personaje se golpeaba la cabeza? Le aparecían estrellitas por todos lados. Yo pensé que era broma de los dibujantes, pero ese día me di cuenta que es cierto. De veras, uno ve estrellas. Pero si hay algo que influye más fuertemente en nuestro comportamiento que el dolor físico, es el dolor moral. La vergüenza de ser visto en esa situación embarazosa.
Como pude, contuve el grito de dolor. Pasé entre la gente con la cabeza en alto como diciendo: “Todos tranquilos. No ha pasado nada. Todo bajo control que aquí el doctor soy yo.” Entré a la clínica y busqué un rinconcito donde acurrucarme sin que nadie me viera y allí, en soledad, solté un llanto de dolor genuino acompañado de un lastimero lamento o quejido. ¿Ya ve? En ese entonces me dolió, pero ahora me voy al suelo de la risa.
A veces, es mejor reír ante los malos tratos que nos puede dar la vida. No hay duda que es mejor para nuestra salud que llorar o encolerizarnos. Ahora me río, pero hace unos meses tuve ganas de llorar por los acontecimientos que les narraré.
Como debíamos pagar las deudas por las operaciones de nuestra clínica, hace unos meses decidimos –mi esposa y yo- vender un aparato de ultrasonido que teníamos subutilizado. Pusimos el anuncio en el periódico: “Se vende ultrasonido portátil Medison SA 600. Dos transductores (uno nuevo)…” Para sorpresa y alegría nuestra, el primer día de anuncio apareció un cliente. Se trataba de un médico de otra ciudad que estaba interesado y mandaría a alguien para que revisara el equipo, lo que efectivamente ocurrió por la mañana. Unas horas después el médico me llamó para acordar el precio final que después de unos 10 minutos de regateo de parte del galeno, decidí bajar substancialmente.
Acordamos que el pago se realizaría mediante depósito en mi cuenta cuyo número le proporcioné. Por la tarde, me llamó confirmando la transacción. Yo verifiqué en mi banco que el depósito había sido efectuado y ordené que se le entregara el aparato a la persona que lo había llegado a recoger. Dos días después regresé al banco para efectuar otra transacción y me di cuenta de que todo el dinero depositado hacía dos días, había sido debitado el día anterior. Le reclamé a la cajera quien, después de indagar más a fondo, me informó que el cheque con el que se hizo el pago no tenía fondos. Fue depositado, no en una ciudad lejana, sino en mi propia ciudad San Pedro Sula. ¡Me estafaron! ¡Oh no, me estafarooooon! ¡No puede ser! Y de paso el banco me cobró la penalidad por el cheque rebotado.
Recurrí infructuosamente a nuestras autoridades del Ministerio Público en la división de delitos financieros, pero más me hubiera valido no hacerlo. Gasté valiosas horas y muchos litros de combustible para encontrarme con la más absoluta apatía e indiferencia. De nuevo, ¿ha visto en los dibujos animados cuando el personaje estafado aparece con una bolsa de arena en lugar de cabeza? Pues es exactamente lo que se siente.
iijooooo....  iijoooooo
La pérdida no duele tanto como el sentimiento de haber sido timado. Entonces me dije a mi mismo: “mi mismo, la culpa es tuya por confiar en los estafadores, en tu brillante banco y en tus autoridades. Más te vale, mi mismo, que comencés a reírte de vos mismo. Perdiste el aparato, el dinero que el banco te cobró, tu tiempo y gasolina buscando una ayuda imposible de obtener en tu país… no vas ahora a perder la salud, por lo que más te vale que te rias.”
Aun guardo el cheque como recuerdo. Y cuando me quiero poner triste o enojado, saco el cheque, lo miro, me acuerdo de lo que me dije a mi mismo, e inevitablemente suelto una sonora carcajada. 



7 comentarios:

  1. Aghhh!!! Acabo de confirmar que si existe la vergüenza ajena, ahorita me dieron escalofríos.
    Esa muchacha ahora ha te tenerlo a usted como un buen chiste para las fiestas y ocasiones especiales.
    Me lo imagino, en el edwinmovil (toda una amenaza para la sociedad). Con la carga hormonal a mil, queriendo imitar a los galanes de las películas.
    -__- Solo para terminar cayendo en el hoyo. Hahahahhaha…
    A mi hermano le sucedió lo mismo hace algunos añitos en la maratón de diario la prensa.
    Iba corriendo estilo baywatch apantallando a las masas según él y cayó en una alcantarilla.
    También mi hermano iba caminando y saludo a una vecina y se estrello con un poste.
    A mí lo único vergonzoso que me ha pasado fue que mi proyecto de ciencias se encendiera en llamas dos años consecutivos. Y por mi culpa se le quemaron las medias a mi maestra de ciencias naturales en ciclo común que pateo la diabólica maqueta que ni con agua se apagaba.
    Con mi gran sentido común quise apagar el fuego con un cartón, soplándolo mucho y cerré la puerta del aula de clases. Mis compañeros estaban horrorizados con mis maniobras de kamikaze.
    Y habíamos fabricado un extinguidor en caso de emergencia pero cuando lo usamos, PLOP! xD se rompió la boquilla y no sirvió. Me siento tan patético.
    Lo del golpe con la caja me explica muchas cosas, como por ejemplo él porque a veces usted se queda vegetando mirando al vacio.
    Por cierto, lo del cheque es una pena, en estos tiempos nadie es de fiar. A cualquiera le puede pasar.

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  2. Jajaja, entonces usted es el famoso del experimento del volcán que se incendió...

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  3. =( NOOOO NO SOY ESE YO SOY EL DEL CALENTAMIENTO GLOBAL!

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  4. Jajajaja, se le sobrecalentó el mundo. Y cuando me quedo viendo el vacío es porque se me ha ocurrido alguna idea... Ya sabe. Para ¡Tratar de conquistar el mundo!

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  5. Dr. no me puedo parar de reir, justo estabamos hablando de reirnos de nosotras mismas con una tia, es incluso teraputico!! jajajajajaja

    john estas llenos de trajedias!!

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  6. ¿Que si estoy lleno de tragedias? Pero no tanto como el tipo que escribio la entrada! (OSEA EL DOC). Iris!!!!! Soy victima de amenazas por parte del doctor. . . =( No es tan bueno como parece.
    Cuando el Dr Edwin mira al vacio es porque alcanza un nivel de conciencia superior, y al desarrollarlo pretende formar una religion con fines cyberterroristas.

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  7. No, no, no, John. No una religión. Solo un nuevo sistema político basado en las redes sociales.

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