Por José María Castillo Hidalgo
Yo soy Dios
entre muchas razones
complejas, sobrenaturales
milagrosas y portentosas
por una muy sencilla
pero vivificadora hasta el fin:
Me vencí a mi mismo
en una mañana luminosa
como la de hoy.
Mis impulsos, mis instintos,
mis motivos, mis lágrimas
el sudor de mi frente
rodaron hasta llegar al remanso de mi pecho
ínfimo, débil, enfermo y suplicante
y se conjugaron en llana aceptación
que me salvó
con fuerza arrolladora
trepidante, refulgente y transustanciadora
y mis manos antes vacías
están ahora llenas de maravillas
y te las doy
con un abrazo cálido
y una mirada prístina.
Créeme,
la sonrisa de mis labios
es todo lo que necesitas.
Hoy.
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