Por: José María Castillo Hidalgo
A la primera me pareció paradójico,
netamente impropio y hasta denigrante, adjudicar ese epíteto a un escribidor, a
un sediciente enhebrador de conceptos e ideas. Porque peón es igual que
jornalero, quien por carencia de otras habilidades o de regular instrucción,
recurre a su esfuerzo físico para agenciarse dignamente el pan de la prole.
Peón de la palabra viene siendo pues,
algo así como un simple bracero que silba desde el bordillo de la acera o
masculla y hace señas en la banqueta pública mientras no está chorreando la
gota gorda en la sementera ajena.
Pero ampliando la óptica, peón es el
subordinado a los proyectos de otro, un segundón, un títere y tanto más grave,
un mercenario. Pero también, por esas ironías del lenguaje, es el legítimo
infante de ejército, que batalla siempre a pecho partido en el frente. Además,
y aquí hay que ir poniéndose acuciosos y ¨vovis¨, es la pieza que siendo en
principio de menor valor en el tablero escaqueado, bien puede ascender a la
cima del poderío estratégico.
Y ese que sirve de título a esta
entrada, es el mote con que gusta ser llamado, de manera que suena con
modestia, pero encubre altos vuelos, el novelista, dramaturgo, poeta,
editorialista y hasta filósofo, César Indiano, conocido coloquialmente como
Lunar de Vieja (por el que ostenta a la manera de Cindy Crawford) auténtico
orgullo de las letras catrachas, no siendo óbice su merecida gloria, a
cuantiosas animadversiones granjeadas por ese amor temerario y lacerante pero
productivo que le profesa a la verdad sin tapujos. Y además por el hastío que
le produce y que pareciera le carcome las entrañas, la mediocridad salvaje que
medra, entre otros vicios no menos asquerosos, en la parte de la sociedad en
deuda con la misma sociedad entera y que sin mayores ambages se hace la loca,
enfatizando siempre sí, en sus obras, sobre la clase política, como responsable
en última instancia y de fin de cuentas, en crear mejores derroteros para el
pueblo.
De pluma ceñuda e incisiva, cruenta
pero atinada, con pensamientos engalanados con el sentido común y la
claridad, hace derroche de un estilo incomparablemente entretenido con
volquetadas de sarcasmo, erudición e ingenio. Tiene en su palmarés novelas que
son éxitos: La Biblia del Asno, La Puta Política, Los Hijos del Infortunio y
otras que los académicos todavía discuten donde ubicar, pero que ya están
acomodados en las tarimas del corazón y en los bagajes intelectuales del lector
sincero.
Desde mi barrera coralina contemplo las
batallas que libra y la polvareda que levanta mientras avanza por los tortuosos
caminos de esta patria hasta ahora irredenta.
Fuerza Indiano, arrecia tu silbatina y
fustiga, no te canses de arriar y enviar al coprofestín a fantoches, zanganos y
fariseos!
Agosto 20, 2012.
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