lunes, 4 de julio de 2011

De la Sabiduría o: ¿Por Qué se Pelean los Hermanos?


Edwin Francisco Herrera Paz¿Qué es la sabiduría? No es, por cierto, conocimiento, aunque es conveniente el mucho conocimiento para conducirse con sabiduría. No es necesariamente más sabio aquel con maestría en determinado campo del saber, o el que hace gala de habilidades especiales.

Decía un amigo que sabio es aquel que sabe vivir. O sea, es el arte de vivir. Yo diría, en cambio, que sabio es aquel que sabe administrar racionalmente los aspectos irracionales (la mayoría) de la conducta para brindarle al sabio los mejores resultados posibles.

Y no hay mejor manera de ilustrar esto que con un ejemplo que se me ocurrió en estos momentos cuando mi hija menor pega un gran grito: “¡Papáááááá, mi hermana me está molestandooooo!”, y que por tanto  titularé: “¿Por qué se pelean los hermanos?”.


“¿Por qué se pelean los hermanos?”


Voy caminado por el mall de mi ciudad. Levanto la barbilla, arqueo una ceja y se me dibuja una media sonrisa ladeada y socarrona. Camino con la dignidad de un doctor, con muchísimos conocimientos en muchos campos, muy bien parecido, fuerte, inteligente y simpático a más no poder (o al menos eso pretendo parecer). De pronto me congelo. Me encuentro de frente con un amigo de la niñez. Casi mi hermano.

– ¡Urraca, como estás! –, me grita mi amigo y súbitamente vuelvo a mis días de infancia cuando jugábamos a la lucha y casi siempre me ganaba. Lo saludo con cordialidad, intercambiamos unas cuantas palabras y luego continuamos nuestros respectivos caminos. Para mi amigo yo sigo siendo “Urri” la urraca.

Los hermanos y amigos cercanos conocen nuestros apodos, nuestras debilidades, nuestros puntos negros, los botones que nos tienen que apretar para que reaccionemos de maneras que ellos ya conocen. Para ellos, somos completamente predecibles. Si mi amigo le hubiese dicho urraca a cualquier otro transeúnte, probablemente se hubiese ganado una trompada. Sin embargo ese apelativo aplicado a mí persona le permitía a mi amigo reírse a mis costillas con mi presunto permiso.


Este conocimiento profundo de nuestros hermanos nos permiten las rencillas sin consecuencias desastrosas. Y lo que es cierto con las personas también lo es para grupos sociales y hasta países. Los protestantes nos peleamos con los católicos por mínimas diferencias en doctrina; los judíos se pelean con los musulmanes siendo ambos descendientes del patriarca Abraham. Honduras fue a una guerra con El Salvador, y son muy conocidas las pugnas entre otros países vecinos, como Chile y Argentina, o Colombia y Venezuela.

¿A qué obedece este comportamiento? Las rencillas entre hermanos tienen definitivamente una base genética. Los genes, moldeados a lo largo de cientos de millones de años, han determinado un comportamiento ventajoso en la rencilla. Charles Darwin en su Teoría de la Evolución por Selección Natural remarcó el papel de la competencia y la supervivencia del más apto. Pero, ¿Quiénes compiten?
Compiten los hermanos por la atención de los padres, por obtener la mejor ración de alimento, el mejor juguete, la mejor ropa, las mejores caricias, la mayor protección.

No compiten aquellos individuos que se encuentran alejados entre sí, por muy marcadas que sean sus diferencias. La competencia se da entre individuos cercanos, y cuanto más cercanos, más fiera esa competencia. El objetivo es la selección de esa minúscula parte del genoma que nos diferencia de nuestro hermano. Esa pequeña fracción de genoma –ínfima, por cierto–, es la que se personifica en la eterna pugna. El pleito obedece a un motivo irracional, es decir, no nace principalmente de la razón sino de la determinación biológica; de la lucha por hacer que esas pocas secuencias del ADN que nos diferencian, finalmente predominen.

Claro que conocemos a nuestros hermanos, los ofendemos y peleamos con ellos, pero ¡Ay de aquel que se atreva a dañar a nuestro hermano! Si bien es cierto que la pugna es marcada, también lo es la protección que se brindan ante amenazas externas, la cooperación y el altruismo. Casualmente, el mismo factor que nos inclina al pleito con el hermano también nos lleva a protegerlo, puesto que las diferencias entre nuestro genoma y el suyo son mínimas. Con la supervivencia de mi hermano sobrevivirá también ese genoma común entre ambos.

Dos caras de la misma moneda. Dos comportamientos irracionales. Una misma carretera que conduce en ambos sentidos. El hombre sabio intuye las diferencias que nacen de la misma raíz y saca el mejor provecho de ellas. Analiza racionalmente sus propios comportamientos irracionales. Elimina aquel comportamiento irracional que conduce a la destrucción y toma aquel que lo dirige a la construcción de un mejor ambiente, de mejores relaciones o mejores resultados. Sabe cuando ceder, cuando ayudar y cuando alejarse.

Las teorías de juegos han demostrado que gran parte de nuestro comportamiento es irracional y obedece a la influencia genética. Por lo tanto, la sabiduría consiste en administrar de forma racional esa conducta irracional.


Saludos.

2 comentarios:

  1. Muy bueno tu punto de vista.

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  2. Es muy cierto eso de que las grandes peleas se dan entre hermanos, así como la más leal de las protecciones. Porque a un hermano lo puedes golpear; pero como bien dices tú, ¡ay de aquel que golpee a mi hermano!. Saludos desde México.

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