jueves, 24 de febrero de 2011

Al pastor Roberto Marroquín, mi padre espiritual, mi amigo, mi hermano

Por: Edwin Francisco Herrera Paz. 
Es difícil contener las lágrimas mientras esto escribo. Apenas el domingo jugué el último partido de futbol con el pastor Roberto. A pesar de estar en el equipo contrario me aconsejaba: “usted patea bien la pelota. Practique los tiros de largo”. Ese mismo día por la mañana el pastor había ofrecido uno de sus mejores servicios en lo que se puede calificar como un cultazo. Aunque ya nos tenía acostumbrados a sus prédicas y a sus enseñanzas de altura, ese día el Espíritu de Dios se apoderó del pastor y de la congregación. “No dejen que el veneno de otros les cause daño”, nos dijo.

Al salir del culto me le acerqué y le manifesté lo mucho que me agradó su prédica. Aunque era cierto, en ese momento me vi compelido a decirle algo que sabía que le agradaría. Al día siguiente el sicario, el veneno de nuestra sociedad, acababa con la vida de un hombre especial, uno de los mejores hombres de Honduras.
Hoy, viendo hacia atrás, comienzan los sentimientos de culpa. Los “si tan solo.” Si tan solo ese día después del culto le hubiera dado un fuerte abrazo y le hubiera expresado lo mucho que significaba para mí y mi familia. Si tan solo hubiéramos insistido en mejorar su seguridad. Si tan solo pudiera retroceder el tiempo. Si tan solo, si tan solo… Pero ahora ya es tarde. Se nos fue dejándonos un profundo sentimiento de orfandad.
El pastor Roberto Marroquín fue una persona a la que era imposible no querer. Solo un hombre de su talla pudo hacer que un agnóstico escéptico como yo se convirtiera en un decidido seguidor de Cristo.
Recuerdo por ejemplo hace unos cinco años, cuando apenas comenzaba yo a asistir a la iglesia, a mi madre se le diagnosticó cáncer de mama y sería intervenida en una cirugía en la que se removería el tumor. Durante el procedimiento quirúrgico, como en todos estos casos, el cirujano procede a extraer el tumor, toma una parte, la congela, corta unas láminas finas y lo envía a un estudio patológico. Cuando aun no concluía la cirugía, el patólogo nos dio su diagnóstico: Comedocarcinoma, el cáncer de mama con el peor pronóstico. Al terminar la cirugía le informamos esto al cirujano quien nos indicó que aun faltaba la biopsia definitiva. Sin embargo, siempre concuerdan los diagnósticos y debíamos estar preparados para que mi madre viviera solo unos meses más.
El pastor Roberto llegó junto a un grupo de hombres a visitarnos ese mismo día a la habitación de la clínica, en donde reinaba un ambiente lúgubre y de tristeza. Comenzó a orar, y durante la oración se arrodilló frente a la cama de mi madre. “En el nombre poderoso de Jesús, los diagnósticos serán cambiados,” fue parte de la oración.
Cinco días después hablamos nuevamente con el médico patólogo. –Las placas que estoy viendo no son de comedocarcinoma– nos dijo. –Estas placas son congruentes con un carcinoma papilar, una forma de cáncer mucho más benigna. Por más que veo, las placas procedentes de la biopsia por congelación no concuerdan con las definitivas de parafina–.
En días posteriores mi madre fue intervenida para la remoción completa de la mama. Luego, las obligadas quimioterapias y al día de hoy, cinco años después, no hay vestigios de cáncer. Tengo la firme convicción de que Dios escuchó la súplica del pastor aquella noche en la clínica, porque si había alguien en comunicación directa con los cielos, ese era el pastor Roberto.
Se me viene a la mente aquel culto en el que el pastor nos retó a retomar algún deseo perdido, algún sueño sin realizar o inconcluso. Durante el servicio nos dijo que en los siguientes días sucederían cosas que nos harían realizar nuestro sueño. Yo lo creí con todas mis fuerzas, pero me fue imposible en ese momento ubicar algún sueño inconcluso. La respuesta se me presentó al día siguiente. Recibí una llamada de un médico solicitando mis servicios como genetista. –Tengo un paciente con un posible síndrome de Cri du Chat y necesita un cariotipo–, me dijo. Yo le contesté que no contaba con un laboratorio de citogenética, pero conseguiría el número de un colega en Tegucigalpa que realiza ese tipo de exámenes.
Resulta que para conseguir el número del colega tuve que comunicarme antes con una amiga investigadora, quien después de proporcionarme la información me preguntó si yo había publicado mis estudios genéticos. Yo le dije que estaban incompletos ya que había perdido los datos de dos de los marcadores. Mi amiga me insistió y me dijo que el estudio le había parecido excelente y valía la pena publicarlo.
De inmediato y en un instante vi el panorama completo. Comprendí lo que antes no comprendía sobre las conexiones divinas y pude hacer un claro cuadro mental de mis artículos terminados y publicados. Inmediatamente puse manos a la obra y el estudio fue publicado en dos revistas científicas especializadas líderes mundiales en el tema: una de genética forense y otra de biología humana. Al final del segundo artículo, en los agradecimientos, tuve el cuidado de colocar el nombre de mi pastor. Traducido al español, dice así: “Al Pastor Roberto Marroquín, de Ministerios de Jesús, por sus palabras de ánimo”. No pudiendo agregar más en un artículo científico, se que estas palabras son insuficientes para expresarle todo mi agradecimiento.
El pastor Roberto era así. No perdía ninguna oportunidad para instarnos a luchar por nuestros sueños. Era un hombre que daba todo su tiempo y lo mejor de sí mismo para ayudar a los demás, para darnos palabras de ánimo, oportunas y siempre adecuadas para cada situación. Un hombre que insistía en que es más importante darle a Dios nuestro tiempo que pedirle. –Al templo se debe venir a adorar a Dios. Llegará el día en el que todos nuestros cultos serán de adoración–, insistía. Un hombre para el que la formación era mucho más importante que las emociones y cuyo objetivo era traer el Reino de Dios a la tierra cambiando la mentalidad de la gente. Un hombre para el cual la palabra “propósito” era la más importante del diccionario.
El viernes en su última clase de liderazgo antes de su muerte nos decía: “La persona que encuentra su propósito no puede descansar. Se desespera por continuar su obra.” Nos insistía en poner siempre nuestros valores en el centro de nuestras vidas. –Mi valor más grande es mi fe. Puedo perder todo, pero no me quiten mi fe–, nos dijo. De haber yo remotamente imaginado que sería su última clase, hubiera escuchado cada palabra con detenimiento, la hubiera estudiado y repetido y le hubiera agradecido el haber compartido su valioso tiempo y sabiduría con nosotros. Pero ahora ya es tarde. Ya está junto a Jesús adorando a nuestro Dios y disfrutando del destino de los justos, lugar al que no dudo que llegó sin hacer ningún tipo de escala.
Alguien me dijo ayer que el pastor Roberto Marroquín se llevó con él un pedazo de su corazón. Otra persona me dijo que el pastor no ha muerto, que lo llevaremos con nosotros en nuestra mente y corazón, y en sus enseñanzas. Yo creo que son ambas cosas. Se fue dejando un vacío imposible de llenar, pero nos heredó su espíritu de liderazgo, su pasión por Dios, y su fe inquebrantable. En estos momentos un profundo dolor nos embarga. Aun hay confusión por la partida de un verdadero Príncipe de Dios, pero sin duda la semilla que sembró en nosotros dará, a su tiempo, abundantes frutos. Le doy gracias al Señor por haberme dado la oportunidad de caminar a su lado estos últimos años.
A usted pastor Roberto le digo: yo sé que es posible que allá en el cielo esté armando su equipo de futbol de lujo, como solía hacer aquí. Le pido que por favor me reserve un lugar como volante, o al menos como defensa ya que tengo la certeza de que nos volveremos a ver. Mientras tanto lo voy a extrañar, mi amado pastor, mi papá espiritual, mi amigo, mi hermano.

domingo, 20 de febrero de 2011

La quinta fuerza



Las fuerzas débil, fuerte, electromagnética y gravitatoria organizan la materia hacia niveles crecientes de conciencia y voluntad. ¿Existe la posibilidad de una quinta fuerza?


Rayo de electrones
Edwin Francisco Herrera Paz ¿Cinco fuerzas? ¿Qué no eran cuatro? Si me tiene un poco de paciencia, procedo a explicarle.
Imaginemos un átomo de hidrógeno, compuesto por un solo electrón y un protón. Dos objetos con cargas opuestas unidos en un solo objeto por algo invisible. Pero esta simple asociación cambia completamente las cualidades de ambos, originando algo nuevo, original. Sin el protón, el electrón saldría disparado en línea recta a una altísima velocidad. El protón sin compañía correría un destino similar, pero mucho más lento.
Átomo de hidrógeno
Ahora piense en una persona. Imagínesela sola en el mundo. Tendría que defenderse por sí misma de las amenazas, buscar su alimento, confeccionarse su ropa, y finalmente moriría al final de sus días. Ahora, póngale compañía. Entonces, la pareja es capaz de realizar muchísimas cosas más mediante la división de tareas. ¿Qué une a estas dos personas? Sentimientos como el altruismo, el amor o la empatía, fuerzas tan etéreas e invisibles como aquella que une al protón y al electrón.
Hermitaño
¿Cree usted que esta es una simple comparación? Pues está muy equivocado. Es algo más que eso. Es la manera en la que Dios diseñó el universo para crear complejidad, y a la vez niveles progresivamente mayores de conciencia. Nuestro universo está construido así, desde las formas más elementales de la materia hasta las enormes galaxias. Parece diseñado adrede para que un pequeño conjunto de fuerzas organice los objetos otorgándoles propiedades emergentes en donde las interacciones son tan importantes –o quizá más– como los mismos objetos.
Molécula de agua
Reflexionemos un momento en la manera en la que estamos construidos. Nuestro organismo es un enorme conjunto de átomos de diferente tipo. Ahora bien, tome usted una cantidad de átomos equivalente a la que contiene el cuerpo humano, y además en las mismas proporciones, póngalos en un recipiente y luego proceda a batir todo. ¿Qué obtendrá? ¿Un ser humano? Por supuesto que no.
Para comenzar, los diversos átomos tienen que asociarse administrando de determinadas maneras las cargas de sus partículas para crear enlaces entre sí. Estas asociaciones darán lugar a moléculas de compuestos sencillos como el agua. ¡Y llegar hasta ese punto no ha sido sencillo! El universo pudo contar con este tipo de moléculas solo algunos miles de millones de años después del instante de la creación.
Proteína haciendo su trabajo:
regular la transcripción de genes
Las asociaciones entre átomos pueden crecer hasta alcanzar tamaños colosales, como las grandes moléculas de proteínas, o las de ácidos nucleícos. Para el caso, las proteínas tienen su propio mundo. Diferentes proteínas se especializan para efectuar diferentes labores. Algunas como las actina, forman vías férreas por las que se deslizan otras proteínas que son verdaderas máquinas, como la miosina, necesaria para la contracción muscular que se asemeja a un mil pies deslizándose sobre las moléculas de actina, o la quinesina, compuesta por un par de “pies que caminan “sobre una cuerda floja compuesta de actina para llevar substancias donde se necesitan.
Cuando se aprecian algunas proteínas realizando su trabajo, es difícil evitar reflexionar sobre las motivaciones en la naturaleza. A este nivel de complejidad, las moléculas parecen tener cierto grado de conciencia, voluntad y propósito, si me permite usted llamarlos así en un obligado antropomorfismo, puesto que el lenguaje no posee equivalentes semánticos de estos términos para la escala molecular.
Podríamos argumentar que las moléculas no tienen libre albedrío y que únicamente responden al vaivén de las interacciones moleculares, en su mayoría aleatorias y obedientes a las leyes de la estequiometria. ¿Pero es que acaso nuestro comportamiento no obedece también a comunicaciones neuronales y procesos bioquímicos? ¿No son acaso la sociología y la sociobiología disciplinas que buscan explicar los fenómenos sociales dadas unas interacciones en el seno de un grupo de seres humanos? ¿No son acaso la psicobiología y psicología ciencias que intentan explicar el comportamiento basado en el determinismo de las conexiones neuronales moldeadas por el ambiente y por millones de años de evolución?
Si conociéramos los valores
de todas las variables necesarias,
sería posible predecir el
comportamiento de una multitud
Para ilustrar mi punto, imagine dos poblaciones humanas que se unen para formar una sola. En teoría, si supiéramos con exactitud las variantes genéticas que influyen en la conducta y sus proporciones en cada una de las poblaciones, además de otras variables históricas y sociales que pudieran afectar su comportamiento, podría predecirse con cierta precisión el destino de la descendencia. ¿Se enfrentarían ambas poblaciones en una guerra sangrienta? ¿Qué proporción de la población se mezclaría para originar descendencia híbrida? Aunque el enorme número de variables implícitas en este caso hacen imposible una predicción exacta, pienso que en cierto aspecto la estequiometria se parece mucho a la sociología y otras ciencias poblacionales en el sentido de que en ambos casos se estudia la dinámica de un conjunto de elementos, y en este orden de ideas podemos sentirnos libres de utilizar el término “voluntad” para aplicarlo a las pequeñas moléculas, teniendo especial cuidado de utilizar algún tipo de graduación: definitivamente una proteína tendría mayores niveles de voluntad y de conciencia que un átomo de hidrógeno, aunque pequeños en extremo en comparación con organismos pluricelulares superiores.
La estequiometría predice el
comportamiento de una multitud
de moléculas
Sin embargo, la existencia de una proteína por sí misma no tiene sentido. Toda proteína necesita de otras para nacer, efectuar su trabajo y morir. Las proteínas “viven” en un ecosistema en el que cada tipo de proteína tiene un “nicho” bien definido. Y esta increíble complejidad formada de miles de tipos de proteínas diferentes actuando de manera bien orquestada, trabajando al unísono, también tiene su propio mundo. La mayoría de las proteínas residen en una estructura tridimensional limitada por una membrana, que hemos llamado célula. 
¡Volvemos al asunto de la voluntad! Quiero referirme a un grupo de células que se denominan fagocitos, encargadas de “comerse” los desechos de los tejidos corporales y los agentes invasores. ¿Ha visto alguna vez a un neutrófilo perseguir a una bacteria? ¿O a un osteoclasto comerse (literalmente) el material óseo para remodelar el hueso? Es difícil presenciar una animación de estas células en acción sin que a uno se le ocurra que hay voluntad. ¡El neutrófilo parece una verdadera fiera hambrienta tras la presa! Y los laboriosos osteoclastos se comen el hueso a discreción según el estrés al que se ve sometido y a las necesidades de calcio del organismo. Decisivamente, los niveles de voluntad y conciencia de una célula son una pequeñísima fracción de los de un humano, pero muy superiores a los de una proteína.
Dos tipos de células con funciones antagónicas.
Los osteoclastos destruyen hueso, mientras
los osteoblastos lo construyen según los reqierimientos
del organismo
Creo que hasta aquí he ilustrado mi punto a pesar de haber utilizado una mínima cantidad de ejemplos. Todos estos, sin embargo, incluidos en el rango de acción de la fuerza electromagnética. La vida tal como la conocemos es posible debido a esta fuerza, pero tomemos en cuenta que las acciones de la fuerza electromagnética son posibles a su vez por relaciones entre “seres” en niveles aun más bajos (subatómicos) que son el objeto de estudio de la mecánica cuántica. En efecto, a estos niveles de organización las fuerzas fuerte y débil dominan el panorama.
¿Y qué hay de la más débil de las fuerzas? ¿Aquella que junta y organiza las estrellas y los otros cuerpos celestes gigantescos como las galaxias, supergalaxias y los agujeros negros? ¿Podría esta fuerza llamada gravedad organizar y estructurar la materia a gran escala hasta originar conciencia? Y por cierto, que una conciencia de una escala muchísimo muy superior a la que conocemos en la tierra. ¿Seríamos los pequeños y limitados seres humanos capaces de reconocer este tipo de conciencia?
Desde luego usted intuye mi argumento. La diferencia de niveles de conciencia y voluntad entre un organismo de este tipo y un ser humano, sería tal vez equivalente a la que existe entre una molécula de proteína y ese mismo ser humano. ¡Enorme! Más aun. Un organismo estructurado por la fuerza gravitacional viviría en una escala espaciotemporal tan diferente a la nuestra que difícilmente percibiríamos su existencia.
Mosca
Para hacernos una idea de las diferencias, solo imaginemos a otro organismo que vive aproximadamente en nuestra misma escala de espacio y tiempo. Tomemos una mosca, por ejemplo. Cuando usted mueve su mano para intentar matar al esquivo bicho, lo hace con extrema velocidad (según su punto de vista). Pero a los ojos de la mosca su mano se mueve muy lentamente, tan lentamente que a la pequeña criatura le queda tiempo de sobra para batir sus alas, echar a volar y escapar. “¡Que rápida esa pequeña alimaña!” piensa usted. “¡Que lentejo el dueño de esa mano!” piensa la mosca.
La mosca vive unos cuantos días y luego muere, y no obstante, estos pocos días son para la mosca toda una vida. Si es difícil apreciar el entorno de un organismo que vive en nuestra misma escala, ¿Qué posibilidades tendríamos de imaginarnos la mentalidad de un organismo de escala gravitacional?  ¿Cómo podríamos siquiera inferir su existencia? El tiempo necesario para realizar alguna función –tal vez equivalente al procesamiento de una molécula en una ruta metabólica en un humano– sería de millones de años. Tal vez esa mínima función estaría representada por acontecimientos de escala galáctica, como el choque de dos galaxias, o una explosión supernova. Tal vez el tiempo necesario para la formación de una inteligencia de esta naturaleza sería larguísimo. ¿Quién sabe?
Galaxias espirales en plena colisión
¿Hasta dónde llegará este diseño universal de crear complejidad valiéndose de fuerzas? ¿Existe la posibilidad de la existencia de fuerzas que actúen a escalas gigantescas (superiores a la escala gravitacional) pero de magnitudes tan pequeñas que apenas nos afecten? ¿Será que existe alguna fuerza que organiza y junta diferentes universos para formar estructuras aun más complejas? ¿Se ha preguntado usted de donde proviene la llamada energía oscura responsable de la aceleración de la expansión de nuestro universo físico? La existencia misma de una energía oscura es desconcertante, y se me ocurre que este invento de los cosmofísicos podría ser substituido por la acción de una quinta fuerza actuando entre universos para organizarlos en estructuras complejas poseedoras de una conciencia y una voluntad inimaginables.
Cordón de galaxias primitivas en los confines del
universo visible
Puede que usted crea que estos temas son para gente que está un poco tocada de la cabeza. También es probable que usted piense que ya tenemos muchas preocupaciones en nuestra pequeña escala espaciotemporal como la criminalidad, la inflación, la recesión y el desempleo para preocuparnos por la existencia de superovoluntades o hipervoluntades de escala galáctica o universal. ¿Sabe qué? Creo que por hoy, tiene usted toda la razón.
Saludos. 
Artículos relacionados:
Desempleados por la secesión

domingo, 13 de febrero de 2011

TODOS MORIMOS

Dedicado a todos los que se han ido
Edwin Francisco Herrera Paz. Todos morimos. Si hay un destino inevitable y una verdad indiscutible es esa. Todos, absolutamente todos, estaremos algún día no muy lejano boca arriba, con las manos entrecruzadas y vistiendo la ropa que más nos gusta, o al menos la que le gusta más a nuestros familiares.
Y esta verdad se nos torna aun más evidente en nuestro país, en donde la posibilidad de caer víctima del cuchillo o la automática del delincuente, supera con creces a la de la muerte natural. Bueno, las cuestiones lingüísticas siempre confunden y hoy en Honduras, muerte natural se le llama a morir en manos del sicario. 
Al margen de los enredos semánticos, debo insistir en que todos morimos, o por lo menos estamos seguros de que nuestro cuerpo y nuestro rostro, hermosos como son, algún día, no muy lejano, serán presa del fuego abrazador o servirán de comida a los bebés de unas pequeñas, lindas, verdes y fluorescentes moscas que los científicos llaman necrófagas porque se alimentan de carne muerta.
¿Qué por qué escribo esto? ¿Será que me desperté trágico? Dos cosas me impulsaron a escribirlo. Una, recién leí un artículo de Cesar Indiano sobre el tema, y dos, acabo de recibir la noticia de la muerte violenta del hermano de un amigo en manos de los asaltantes. Nada nuevo. El asesinato a sangre fría es el día a día en nuestra convulsiva Honduras, producto de múltiples factores como la pobreza crónica, la desintegración familiar, el desempleo y la narcoactividad, pero exacerbado por la adopción de leyes diseñadas para países super desarrollados, como el nuevo y flamante Código Procesal Penal.
Cesar Indiano en su columna habla de gente famosa que se ha ido, pero indudablemente todos los que partieron podrían contar una historia, cada una de ellas llena de pasiones, ímpetus, fracasos, decepciones, desavenencias, tristezas, dolores, ansiedades, desengaños, amores, triunfos y alegrías.

Mis amigos caídos
En el transcurso de los años he visto caer a algunos buenos amigos. Pongamos el caso de Efraín, mi compañero de clases en el curso para pilotos privados. Ambos soñábamos con ser pilotos de jet para alguna línea aérea, pero los años nos separaron. Yo volaba ya solo por el placer de hacerlo y continué mi carrera médica. Efraín, en cambio, siguió ascendiendo a las alturas y volando aviones cada vez más grandes en líneas comerciales. Finalmente sus sueños comenzaron a cumplirse cuando lo contrató una línea aérea haitiana para volar jets.
Efraín me visitaba regularmente en mi clínica, ya fuera para algún chequeo médico, practicar en mi simulador de vuelo, o simplemente para platicar, pero un día me enteré que la noche anterior su vida fue segada. Los delincuentes de alguna manera se enteraron que Efraín traía algún equipo electrónico para sus familiares, y no bastándoles con despojarlo de sus pertenencias decidieron negarle el derecho a vivir.  
Recuerdo también a Edgardo, compañero de internado médico. Edgardo era un hombre afable, pacífico y solitario, apasionado por los libros de Isaac Asimov y amante de la guitarra. Después de graduarse consiguió un empleo en una compañía de ambulancias. Cierto día, la compañía debía trasladar a un paciente, presuntamente en estado delicado, desde otra ciudad. Edgardo se trasladó en la ambulancia, recogió al hombre, y en el trayecto a San Pedro Sula fue interceptado por un pequeño ejército de sicarios decididos a terminar con la vida del hombre trasladado quien, según se dijo, tenía cuentas pendientes con el narcotráfico. Pero Edgardo estaba allí, en el lugar y el momento incorrectos, y como quien mata una mosca para que no moleste mi amigo fue literalmente pasconeado a tiros junto con el supuesto paciente.
Se me viene a la mente Cuco, un ciudadano americano dueño de una casa en un árbol en donde organizábamos nuestras fiestas de juventud (ya hace más de 20 años); un alma libre amante de las motocicletas y la velocidad. Hace unos años lo encontraron muerto en su vehículo, con un disparo en la cabeza en lo que parecía ser una ejecución.
Y así como ellos, muchos otros conocidos se han ido de este mundo de manera violenta e inesperada confirmando prematuramente, pero al fin y al cabo confirmando, esa ineludible verdad: de este mundo nadie sale vivo.

Otros que se han ido
Recuerdo a Mama Tiva, mi bisabuela. Una viejecita de más de ochenta años que me cuidó en mi niñez. Murió en un cuarto de hospital rodeada de sus familiares. También murieron mi tía Chunga, mi tío Gerardo, mi tío Nene, mi abuelita Pola y más recientemente mi abuelita Carolina. Todos se han ido de muerte natural, pero un caso en el que merece la pena que me detenga un poco es el de mi abuelita Pola, quien murió en una habitación de nuestra casa hace unos 15 años.
Mi abuela era una mujer fuerte e independiente a la que se le diagnosticó insuficiencia cardíaca, enfermedad que la llevaría a su fallecimiento. Durante la agonía de sus últimos días, mi abuela insistía en que miraba a un niño en la habitación, quien la visitaba a toda hora. Aquella criatura se dedicaba a molestarla y a reírse de ella día y noche, sin tregua. Yo, como médico, sospeché que se trataba de una alucinación probablemente debido a la falta de irrigación cerebral. Sin embargo aparte de la experiencia del niño el comportamiento de mi abuela era completamente normal y coherente, lo que no concuerda con un cuadro de isquemia cerebral.
Lo que les narraré a continuación es extraño y escalofriante. Mi hijo, que por entonces tenía un año recién cumplido, se llevaba bien con mi abuela y la visitaba en su habitación regularmente. A pesar de eso, el día en el que mi abuela comenzó a recibir la visita de aquella aparición mi hijo se negó rotundamente a entrar en su cuarto. No podía ser miedo a las palabras de mi abuela, puesto que mi hijo no había escuchado su relato sobre las mencionadas visitas y las burlas de que era objeto por parte del fantasma.
Cuando le insistíamos a mi hijo a que entrara en el dormitorio, se quedaba viendo hacia el fondo del cuarto e invariablemente salía corriendo, despavorido, en sentido contrario. Y no solo eso. Cuando algún adulto entraba a la habitación de mi abuela, mi hijo corría hacia adentro, tomaba la mano del adulto y espantado lo intentaba sacar como queriéndolo salvar de algo.
A solicitud de mi abuela mi madre llevó a un sacerdote quien procedió a administrarle la última unción. Después de la ceremonia el fantasma no volvió a aparecérsele a mi abuela, y mi hijo comenzó a entrar en la habitación como si nada hubiera pasado. Días después mi abuela partió de este mundo. Mi mente racional intentaba ofrecer una explicación a los mencionados sucesos, fallando en cada intento. No fue hasta un tiempo después que un día, navegando por internet, encontré una página en la que se asegura que este tipo de experiencias es bastante común entre los enfermos agónicos. Mientras leía, los vellos de los antebrazos se me erizaban.
Los que se van dejan un profundo vacío. Teresita era una mujer sumamente divertida. Si mi madre tuvo una verdadera hermana esa fue Teresita, pero en realidad era su prima. Joven aun y con tres hijos pequeños, se le diagnosticó cáncer de mama. Murió unos meses después del diagnóstico. Poco tiempo después murió su hermano José, de cáncer de pulmón a pesar de nunca haber fumado. Sin duda el tiempo que trabajó en labores de fumigación le afectó. Tomasita, la abuela de ambos y hermana de Mama Tiva mi bisabuela, fue una mujer longeva. Murió a la edad de 103 años y en perfecta lucidez debido a un cáncer metastásico que no le fue diagnosticado sino unos días antes de su muerte. Sospecho que de habérsele realizado un diagnóstico temprano Tomasita aun estaría viva. Ya hacía más de 20 años los médicos la habían desahuciado: insuficiencia hepática, le dijeron. La dieta estricta y las ganas de vivir hicieron el milagro y hubo Tomasita por dos décadas más.

Nos vamos pero no nos vamos
Aun la vida más efímera, o quizá la más simple, deja una huella indeleble en este mundo.
Nicholas Christakis es un investigador que decidió apostar por un raro campo de estudio: la influencia de los individuos sobre las redes de relaciones sociales. Los hallazgos de Christakis son interesantes. Influimos más en nuestra red de relaciones de lo que pensamos. Conductas como comer en exceso son transmitidas atreves de la red, y si usted es obeso, es probable que las personas que forman parte de su red de relaciones tengan un peso corporal superior al promedio. Los hábitos de diferente índole se contagian y luego se propagan por la red. Dice el Dr. Christakis que cuando se analiza la evolución de la red a través del tiempo, esta parece estar viva.
Pero el Dr. Christakis en su ponencia para TED hizo una afirmación que captó mi atención y me hizo reevaluar la manera de ver las relaciones interpersonales. En pocas palabras, cuando la red se analiza por un tiempo de 30 años comprimidos en unos segundos, las cosas fluyen dentro de la red, esta se mueve, la gente nace y puede MORIR, pero en realidad NO MUERE. Perdura dentro de la red.
En otras palabras, aunque un individuo muera su efecto o influencia sobre la red de relaciones es perdurable, y me atrevo a decir que imperecedero mientras la red tenga existencia. ¡Sencillamente increíble! Pensemos en esos grandes personajes que han dejado una gran huella en nuestro mundo. Jesús, por ejemplo, trasciende el tiempo y 2000 años después de su paso por la tierra continúa siendo uno de los seres más influyentes. Pero lo interesante es que aun el más pequeño de los habitantes del planeta es potencialmente capaz de cambiar el devenir de las cosas en un instante, para siempre y más allá de su muerte.
Otro ejemplo. Abraham, patriarca de las principales religiones del mundo, tuvo dos hijos: Isaac e Ismael. Es difícil creer que a un hombre con solo dos hijos el mismo Dios le haya cambiado el nombre a “padre de multitudes.” Sin embargo no cabe duda que este personaje bíblico es un verdadero padre de muchos, siendo el tronco del que se derivan tanto el pueblo judío como el árabe. ¿Se imagina usted entonces la huella dejada por mi bisabuelo Andrés Garrido quien engendró 99 hijos?
Por eso entonces siempre tenga en mente que sus acciones, sean estas buenas o malas, excelsas o mediocres, trascendentes o triviales, continuaran teniendo efecto aun después de su muerte, porque en la red de relaciones usted muere, pero en realidad no muere. Si pensamos en el tejido del espacio tiempo por el que transitamos, como en un suave río cuya corriente imperturbable baja la montaña hasta llegar al mar, el simple hecho de nuestra existencia representa las piedras, trocos y otros obstáculos que forman estelas. Cada perturbación se mantendrá y afectará al resto del las moléculas de agua en el trayecto del río, y puede que aun más allá, hasta el infinito mar. Es posible que esta analogía le parezca a usted simplista para explicar algo tan complejo como la dinámica de las redes de relaciones sociales humanas, pero aunque usted no lo crea, los fenómenos básicos en ambos casos resultan ser los mismos.

Experiencias cercanas a la muerte
¿Ha oído usted hablar sobre las experiencias cercanas a la muerte o ECM? Son esos eventos en los que una persona sufre un paro cardíaco, ya sea durante una anestesia general, o en algún accidente o un ahogamiento. El paro cardíaco dura algún tiempo que va de segundos a horas. La experiencia de la mayoría de las personas es extremadamente interesante y peculiar, pero antes de entrar en el asunto me gustaría preguntarle, ¿Cómo sabe usted que vive en la realidad?
Los humanos creemos saber que vivimos en un mundo real por diversas razones. Para comenzar, los eventos cotidianos siguen un curso lógico. En el mundo hay causalidad, las cosas no suceden porque sí y los sucesos siguen una línea temporal. Aunque esto no es garantía de que vivimos en una realidad, al menos le da cierto sentido a nuestra existencia terrenal. Y si en realidad no viviéramos en una realidad, por lo menos pensamos y sentimos, lo que nos indica que tenemos una existencia, o en las palabras del gran filósofo francés Renato Descartes, como pienso entonces sé que existo.
A lo que quiero llegar es que además del discurrir lógico de nuestras experiencias, todos tenemos una sensación de lucidez cuando estamos despiertos. Nadie en su sano juicio afirmaría que sus sueños son reales, puesto que nuestra sensación de lucidez es superior cuando estamos despiertos.
Pues bien. Es conocido que la mayoría de las personas que han pasado por una ECM experimentan una serie de visiones que comienzan con una luz al final de un túnel y son suspendidos por una especie de fuerza. Muchos ven toda su vida pasar ante sus ojos en un instante. Es común que la persona se reúna con sus familiares fallecidos y que sean recibidos por un personaje luminoso que algunos identifican con Dios. Usualmente la luz emanada del ser es la más brillante que la persona haya visto, pero paradójicamente no molesta la mirada. Las narraciones casi siempre incluyen haber sentido una profunda paz. Generalmente el ser de luz le indica a la persona que aun no está preparada y que necesita regresar.
EMC, según los que la han experimentado, representa un evento místico y trasformador. La persona no vuelve a ser la misma y generalmente se torna muy espiritual. Pero lo que me parece más llamativo es que cuando se les pregunta si la experiencia fue real, ellos manifiestan que fue perfectamente real y lúcida. Algunos incluso indican que la experiencia fue más lúcida que la vida real. La ciencia ha intentado buscar una explicación física a estas experiencias y se ha responsabilizado a los cambios bioquímicos cerebrales, como la hipoxia, la acidosis o el aumento de dióxido de carbono. Pero si volvemos al kid del asunto sobre la explicación de la realidad a partir de la sensación de conciencia y lucidez, entonces la ciencia se queda siempre corta. La posibilidad de vida más allá de la muerte siempre estará vigente.

Una buena apuesta
Hace unos 2000 años Jesús murió en un madero. La Biblia nos dice que bajó a las profundidades y resucitó al tercer día, luego permaneció unos días con sus discípulos para luego ascender a los cielos en donde se encuentra sentado a la diestra del Padre, en su trono eterno. Desde luego, no entendemos el verdadero significado de las enseñanzas de Jesús. Los detalles técnicos no pueden ser revelados a una sociedad aun tan atrasada. Las enseñanzas deben trascender el tiempo, así como el lugar, y la preparación intelectual.
Jesús nos prometió la vida eterna, con una simple y sencilla condición: que lo aceptáramos como nuestro salvador. Es decir, si hay vida después de la muerte, Jesús nos ayudará a cruzar ese camino. Como la condición es relativamente fácil de cumplir y la recompensa inmensa, aceptar la propuesta de Jesús es lo que yo llamo “una buena apuesta.”
Ya para terminar, le recuerdo que todos morimos, pero en nuestras relaciones con los demás continuaremos vivos por mucho tiempo. Nuestras acciones influirán nuestra red de relaciones cuando ya no estemos. No esperemos una ECM para cambiar. Decía es Rey Salomón que sabio es el que vive de las experiencias ajenas. Démosle prioridad a nuestro mundo espiritual y nuestras relaciones con los demás, disfrutemos de la compañía de nuestros seres queridos cuando aun viven, y mientras la inevitable hora de la muerte se acerca, vivamos plenamente.

viernes, 11 de febrero de 2011

La nueva historia del origen del hombre moderno: el ADN resuelve la gran polémica



Edwin Francisco Herrera Paz. La polémica ha sido candente. La comunidad de antropólogos se dividió. ¿El motivo? La discusión sobre el sitio de origen del hombre moderno. Por un lado, la teoría denominada “fuera de África” promueve la idea de que los primeros humanos modernos salieron del continente africano hace unos 120,000 a 60,000 años en una o varias migraciones. En sus rutas migratorias en Europa y Asia desplazaron otras especies paralelas de humanos descendientes de poblaciones provenientes de África de migraciones anteriores, hasta llevarlos a su extinción. En este contexto, a los seres humanos modernos no nos unirían vínculos de parentesco con otros homínidos que habitaron Europa, de los cuales el más conocido es el Homo neanderthalensis, excepto por el hecho de compartir un ancestro común que podría haber vivido hace más de un millón de años.

La teoría contraria se denomina “multiregionalismo” o "poligenismo" y proclama que los primeros hombres (no modernos y representado por el Homo habilis) salieron de África hace unos dos millones de años, evolucionaron en diversas especies debido a grados variables de aislamiento, pero terminaron finalmente mezclándose en una sola especie. El multiregionalismo dice que los humanos modernos evolucionamos de manera continua y gradual debido a estas mezclas registradas fuera del territorio africano.
El único aspecto compartido por ambas teorías es que el género Homo se originó en África, lo que ha sido confirmado por innumerables estudios que muestran una mayor diversidad en ese continente en los marcadores del ADN, ya se trate de mitocondrial, nuclear o del cromosoma Y. Se ha sugerido que esta diversidad africana se debe a la mayor antigüedad de sus poblaciones, lo que ha proporcionado el tiempo necesario para que se acumule una gran cantidad de mutaciones, lo que a su vez es evidencia del origen africano.
Tres teorías sobre el origen del hombre: Multiregionalismo, Fuera de África, y Reemplazo con filtraciones. Tomado de: www.sciencemag.org/ Science Magazine. vol. 331 no. 6016:392-394.
El debate es una muestra más de lo nocivo que resultan ser el pensamiento polarizado y nuestra habilidad de categorización (cuya máxima expresión es la ciencia) llevados hasta los extremos. Por muchos años los antropólogos Chris Stringer y Miford Wolpoff –máximos exponentes de las respectivas teorías– se vieron enfrentados en una dolorosa disputa que rayaba en la enemistad. ¿Y finalmente quien tuvo la razón? Veremos.

Seres únicos y puros
En 1997 el doctor Svante Pääbo y sus colaboradores publicaron un artículo en la revista Cell en donde aseguraban que el hombre de Neandertal no comparte su ADN mitocondrial con los humanos modernos. Los cálculos matemáticos en las comparaciones del ADN mitocondrial en ambas especies (hombre moderno y hombre de Neandertal) mostraron que ambos compartían un ancestro común cuatro veces más antiguo que el ancestro común de todas las poblaciones humanas modernas –que se ha llamado “Eva mitocondrial” y que vivió en África hace unos 200,000 años–. Para el análisis, los investigadores utilizaron los restos de un espécimen de tipo Neandertal encontrado en la cueva de Feldhofer, en el valle de Neander, Alemania. El hallazgo fue confirmado por otros investigadores en subsecuentes análisis.
Dr. Svante Pääbo
Solo para recordar, el ADN se encuentra en todas las células de todas las especies, específicamente en el núcleo celular. Sin embargo hay una pequeña cantidad de ADN en las pequeñas estructuras celulares llamadas mitocondrias, que son las centrales de energía de la célula. Pero las mitocondrias son aportadas a los individuos por el óvulo, y no por el espermatozoide, por lo que las secuencias de ADN mitocondrial son de herencia estrictamente matrilineal. En contraposición, el ADN del cromosoma Y es de herencia patrilineal, mientras el ADN autosómico nuclear es una mezcla del padre y de la madre. El Dr. Pääbo y col. analizaron una porción del ADN mitocondrial del hombre de Neandertal porque para esa fecha las tecnologías de laboratorio solo permitían amplificar este tipo de ADN a partir de restos antiguos.
La conclusión fue clara. Los humanos modernos salieron de África recientemente, compitieron en Europa por los recursos con las poblaciones de Neandertales y finalmente los exterminaron hace menos de 30,000 años. Fue el tiro de gracia para la teoría multirregional. Definitivamente los humanos somos únicos y no nos mezclamos con ninguna especie colateral. No llevamos sangre de Neandertal ni de ninguna otra cosa que se le parezca, o en palabras de un célebre personaje de la televisión, no nos juntamos con esa chusma. Somos los reyes definitivos del género Homo. ¿O no es así?

La década de la genómica
Mucho camino se ha recorrido en la última década en el estudio del ADN. La secuenciación del genoma humano y su publicación en 2003 abrieron las puertas a la nueva era de la genómica. El proyecto tomó muchas horas de trabajo a un costo total de 2000 millones de dólares. Una vez completado, la ciencia grande se propuso determinar las variaciones en las secuencias que dan como resultado los procesos de enfermedad, lo que permitirá dentro de poco la elaboración de nuevos métodos diagnósticos y la determinación de blancos farmacológicos para nuevos tratamientos. Los biólogos y microbiólogos, por su parte, comenzaron a secuenciar el ADN de muchas especies. Todo esto trajo como resultado el progresivo y rápido abaratamiento y mejora de los métodos de secuenciación.
Solo por mencionar algunos ejemplos, en 2007 se anunció la secuenciación completa del genoma personal del científico Greig Venter –conocido por liderar el equipo que presentó la primera bacteria sintética– a un precio de 70 millones de dólares, realizado mediante la técnica clásica de didesoxinucleótidos. En cambio, el genoma de James Watson –codescubridor de la estructura del ADN– secuenciado con tecnología de segunda generación, costó solo 2 millones. El año pasado el precio por genoma humano había llegado a 20,000 dólares y se espera que pronto la secuenciación de los tres mil millones de pares de bases que componen el genoma humano se pueda realizar por 1,000 dólares, gracias a las tecnologías de tercera generación.
Mejora de las técnologías de secuenciación en la última década. La gráfica muestra el número de nucleótidos secuenciados en una corrida individual del aparato de secuenciación. Kbp = mil nucleótidos. Tomado de: www.nature.com Nature. no. 470:198-203.
Pero tan importante como el precio es la calidad de la técnica y la velocidad de secuenciación (ver gráfica), y los avances han hecho que sea posible el estudio de genomas nucleares completos a partir de restos antiguos, y es aquí donde viene la parte interesante de la historia.

¡Clase de híbrido!
Hallazgo en la cueva de Denisova, Rusia.
En marzo de 2010 se anunció el hallazgo en la cueva de Denisova, al sur de Siberia, de un fragmento de dedo de una niña. El homínido en cuestión pertenece al género Homo y vivió hace unos 41,000 años compartiendo territorio con humanos modernos y neandertales. Al espécimen se le llamó “Denisovano” después de que los análisis de ADN mitocondrial revelaran que se trataba de una especie diferente.
El equipo del Dr. Pääbo puso manos a la obra y se puso a secuenciar el genoma nuclear del homínido de Denisova. Para ese entonces, ya habían secuenciado el genoma nuclear completo obtenido de tres hembras neandertales que vivieron en el territorio de la actual Croacia hace unos 38,000 años. La comparación con el genoma nuclear de los humanos modernos fue sorprendente. Se demostró que los modernos europeos y asiáticos (pero no africanos) comparten con estos especímenes antiguos entre el 1 y el 4% del genoma. Esto es compatible con una mezcla entre ambos (humanos modernos y neandertales) en el territorio que hoy comprende el oriente medio llevada a cabo hará unos 80 a 50 mil años.
Para diciembre del año pasado el equipo publicó la secuencia del ADN nuclear de la niña de Denisova. Su ADN tenía similitud con el del neandertal, pero la comparación evidenció una separación entre ambas poblaciones de larga data. Pero el descubrimiento más interesante fue que el ADN del espécimen de Denisova comparte entre 4 y 6% de las secuencias con las poblaciones melanesias actuales que habitan Papúa, Nueva Guinea y la isla Boungainville.
Probable ruta migratoria de los humanos modernos (círculos) hacia Oceanía. En el camino, se mezclaron con neandertales (triángulos) y denisovanos. Tomado de: www.nature.com Nature. No. 468:1044-1045.
El mejor modelo para explicar los hallazgos es el siguiente: las poblaciones de denisovanos y neandertales se separaron del ancestro común hace unos 200,000 años. Después de esto, los humanos modernos se mezclaron con los neandertales en su ruta migratoria desde África hace unos 60,000 años, lo que dejó una huella genética en los modernos europeos y asiáticos. Luego, algunos de estos humanos mezclados tomaron un rumbo oriental, hacia Melanesia. Durante la migración se encontraron con los denisovanos mezclándose con estos en alguna proporción. Como resultado, las poblaciones melanesias modernas portan, en total, alrededor de un 8% de ADN de humanos antiguos (neandertales y denisovanos).
Al final de cuentas ninguno de los dos modelos es correcto del todo. Los humanos modernos sí salieron de África recientemente, pero en su trayecto se mezclaron (aunque en baja proporción) con humanos antiguos. La substitución de los humanos antiguos por modernos no fue completa, y el multiregionalismo algo de razón tiene. Lo más probable tomando en cuenta que aún hay mucho por descubrir, incluyendo restos de otros homínidos, es que los movimientos migratorios humanos y su evolución fueron más complejos de lo que nos imaginábamos. A la nueva teoría se le ha llamado “reemplazo con filtraciones.”

De nuevo el problema de las categorías
El concepto clásico de especie es: un conjunto de organismos vivos capaces de aparearse entre sí originando descendencia fértil. De inmediato surge la pregunta: ¿Son el Homo sapiens y el Homo neanderthalensis especies diferentes? Y si es así, ¿Cómo es que lograron aparearse y originar esa descendencia fértil? Existen otras especies que pueden aparearse y también originar descendencia fértil como el tigre y el león, cuyo cruce origina al tigón y al ligre, pero estas son excepciones. Sin embargo, estas excepciones a la regla ponen en entredicho a la definición misma.
¿Qué han hecho los investigadores en el caso del hombre moderno para eludir el problema de las especies? Pues simplemente no hablan de ello. Nombran a los grupos de neandertales, humanos modernos y denisovanos como “poblaciones,” a secas, y dicen que la discusión sobre la especie es estéril para fines prácticos. Al menos en este caso particular algunos antropólogos y genetistas de poblaciones no quieren caer en el error, tan frecuente, de la polarización obstinada en favor de un paradigma.
En resumen, es probable que usted y yo seamos descendientes de humanos de aspecto moderno originados en África hace algunos cientos de miles de años, pero con pequeñas contribuciones de otras especies de homínidos que evolucionaron independientemente fuera de África debido a grados variables de aislamiento. Somos todos unos ejemplares producto de las tortuosas migraciones de nuestros antepasados que se atrevieron a conquistar el territorio más allá de su hogar en África. De ellos heredamos los genes de la exploración de otros territorios y el espacio, de la convivencia pacífica con extranjeros y del altruismo, pero también de las luchas territoriales y la guerra. 


Una excelente imagen de los patrones migratorios inferidos a partir de ADN mitocondrial y del cromosoma Y se puede encontrar en: http://www.utexas.edu/features/2007/ancestry/graphics/ancestry5_medium.jpg

Lea también: El-superorganismo-universal