Por: Edwin Francisco Herrera Paz.
Ayer, antes de orar, hice un repaso de las cosas que quería pedirle a mi Señor. Una casa. Si, si. Una casa grande. ¿Cómo la quiero? Hace poco revisando el correo electrónico abrí un mensaje con una presentación adjunta en la que se mostraba la lujosa vivienda del golfista estadounidense Tiger Woods. Es exactamente ase tipo de casa el que deseo. Me gusta. Es muy amplia y lujosa, y está cerca del mar.
También necesito un carro. Tengo dos, pero quiero uno último modelo. Una camioneta europea, y adicionalmente un carro deportivo. Lo visualicé. Azul metálico, que brille con el resplandor del sol, una belleza puro músculo. También necesito un quirófano para mi clínica, no solo para tener mayores ganancias, sino también para ayudar a un mayor número de personas: los bienes materiales se disfrutan más cuando se bendice a otros.


Después de pensar sobre todos esos asuntos me puse a escuchar una alabanza: “con gran poder y gloria” y comencé a orar. Justo en ese momento sentí una presencia especial, una presencia de amor y protección. Pienso que es como la sensación que experimenta dentro del vientre de su madre un niño que no ha nacido aun. En ese instante olvidé todas esas cosas que quería pedir, porque todas las cosas quedaron pequeñas, porque todo queda pequeño cuando se está en su presencia, en la presencia del Dios creador. Y entonces, ya no pedí nada porque en ese instante lo tenía todo. Solo pude decir, “sea tu voluntad, Señor.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor comente este entrada.