Edwin Francisco Herrera Paz
Erase una vez un extraño ser. Este ser era tan feo que su madre lo abandonó cuando aún era pequeño. Creo que era un gato, pero tan feo era que no se sabía. El pobre espantapájaros viviente se paraba frente al espejo y todos los días protestaba: “Señor, ¿por qué me hiciste tan feo? Soy un desgraciado, y el motivo de mi desgracia es la fealdad. Cuando maúllo me sale un chillido raro. No tengo amigos y mi familia me abandonó. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué permites la existencia de seres como yo?
El Señor que estaba en los Cielos se compadeció del pobre ser y bajó a la tierra para hablar con él. –Hijo mío, ¿De qué te quejas? ¿Acaso no te doy a diario ratones para comer? ¿Acaso no sabes que gozas de buena salud-?
-Si –le dijo el ser-. Pero soy tan feo que no disfruto de todas esas cosas. Cada vez que me veo al espejo yo mismo me espanto.
-Bien, -le dijo El Señor-. Entonces te haré lindo. Pero antes necesitas orar todos los días.
El pobre ser se arrodillaba a diario y oraba: “Señor, recuerda tu promesa”. Pasaron los días y nada sucedía. Un día Dios bajó de nuevo y le preguntó: -¿Has orado-? –Sí –respondió el ser-. Oro a diario, pero sigo siendo feo. –Entonces –le dijo Dios- tienes que perdonarte a ti mismo y a los demás todos los días. No culpes a nadie por tu fealdad.
Ahora el pobre ser debía orar y además, a diario, perdonar a los demás y a sí mismo. Luego se acercaba al espejo pero invariablemente observaba al ser más horripilante que pueda existir. Algunas veces se ponía triste, pero si de algo se sentía orgulloso era de su perseverancia. Bajó Dios de nuevo y le dijo: -Hijo, debes servir a los demás a diario. No necesitas ser bonito para ayudar. Si ayudas a los demás serás lindo-.
Entonces, el esperpento no solo debía orar y perdonar a los demás y a sí mismo a diario, sino también ayudar al necesitado. Pero el ser deseaba ser lindo y puso manos a la obra. Cada día buscaba a otro ser en necesidad y le ofrecía su ayuda, pero al volver al espejo seguía siendo el mismo horroroso, horrendo y horripilante de siempre.
Pasaron los días y sin darse cuenta, el ser buscaba cada día menos el espejo. Oraba a diario y perdonaba a los demás y a sí mismo a diario. Pasados unos meses había ayudado a muchos otros seres con sus problemas. Curiosamente, cuando buscaba el espejo y se miraba ya no se sentía tan mal, y poco a poco fue olvidando el espejo. Pasados muchos meses un día recordó el espejo, se acercó y se sorprendió de lo que vio: un lindo y majestuoso ser lleno de vida, de alegría y de belleza.
Dios, que estaba en los cielos, bajó para charlar con él: -Ahora comprendes, hijo mío, que para cambiar tú exterior, tú mismo debías antes cambiar tu interior. Un ser bello por fuera y horrendo por dentro es como un automóvil Rolls Royce con un motor Chevrolet. Te lo digo yo, que he inventado los vehículos y el universo en general. Vive en paz y enséñales esta lección a tus hijos, cuando los tengas-.
Ramses Daniel Amaya Handal
ResponderEliminarHola Dr.
Parece mentira pero muchas este mundo nos va consumiendo poco a poco con todos sus estereotipos y un estilo de vida acelerado. Tanto que muchas veces olvidamos las cosas que en realidad son importantes.. como los valores familiares, el amor al projimo... nos olviamos de que existimos para poder servirnos unos a otros para poder llegar a tener paz...seamos feos o bonitos altos a pequeños gordos o flacos.. para no importa porque Dios nos ama y lo demostro porque decidió darnos el regalo mas grande de todos que es 'La vida'.
Dr. un gran saludo, como siempre un placer, mis felicitaciones por sus publicaciones que siempre logra cautivarnos!
Gracias Ramses. ¿Usted dice pequeñitos como usted?
ResponderEliminarRamses Daniel Amaya Handal
ResponderEliminarjajajajaja... asi mismo Dr. asi de pequeñitos...jajaja