jueves, 5 de enero de 2012

SOMBRAS TENEBROSAS, ENEMISTADES Y EL VUELO DEL DODO

A Bella Dolores.

Por JOSÉ MARÍA CASTILLO HIDALGO.

Para la guerra de arrendarnos habían muchas armas en la casa de mi infancia, inclusive, precisamente, unas riendas de caballo de cuero trenzado que se mantenían amenazantes detrás de la puerta o bien, en los momentos de mayor fragor combativo, se colocaban alrededor del cuello prestas a ser blandidas. Y para hacer más explícito su robusto poder se hacían restallar contra las paredes y los muebles de la casa, y en días aciagos no faltó que se sintiera su efecto explosivo en las posaderas. A medida que crecíamos una de las estrategias defensivas favoritas nuestras contra las mal que bien merecidas azotainas, era refundir las riendas de caballo en los laberintos de los clósets o enterrarlas en el patio debajo de donde dormía la chuchita, o más drásticamente, tirarlas al techo. Pero inexplicablemente con el tiempo, volvían a aparecer una y otra vez para desdicha nuestra.

Otra de las armas más sofisticadas y exquisitas en dicha guerra era una especie de catecismo ilustrado. El tamaño de las páginas era como de dieciocho por doce pulgadas, aunque puede ser que, siendo yo aun muy pequeño, me haya equivocado en el cálculo porque de niño uno ve las cosas más grandes de lo que resultan ser cuando adulto. La cubierta era de cartoncillo rosado con los bordes desgastados y las esquinas encarrujadas y ennegrecidas. El papel en que la obra estaba impresa era similar a la de los pasquines o al del almanaque de Bristol. Ese subproducto del intelecto humano muy probablemente decimonónico, tenía ilustraciones de los demonios especializados en tentar y hacer caer a la humanidad en cada uno de los siete pecados capitales, y asimismo, una ilustración a plana completa del mero Satán en toda su majestad infernal acompañado de una cohorte de enanos horribles y de unas bestias hibridas entre especies totalmente dispares, y una multitud condenada, suplicante y desnuda arrastrándose en charcos de azufre, y se miraba al fondo del grabado los bordes de un abismo del cual salían lenguas de fuego y en la parte superior había un reloj con una sola manecilla marcando la hora “siempre”. La técnica disuasiva, aunque altamente depurada, era relativamente sencilla: Cuando nos aleccionaban sobre la maldad nos mostraban las ilustraciones y nos hacían escuetos comentarios: “este va a venir a llevárselo si NO se corrige”.

Mi hermano mediano, artista gráfico consumado y bromista sádico incorregible, me elaboró con un marcador verde punta gruesa un mural en la cabecera de la cama consistente en un diablillo sonriente tamaño natural, con cachos y cola terminada en flecha y su tridente en garra. 
Diablo tridente
Así recuerdo el diablo que me dibujó mi hermano en la pared a la cabecera de la cama, con un marcador verde
Yo a la par imité su dibujo lo mejor que pude con un marcador rojo, así que tenía allí dos diablillos velándome. 

diablo
Después yo dibuje al lado este otro diablillo, y ya no pude dormir en esa cama
Eran los tiempos macabros en que me hice aficionado a la serie de televisión de Barnabás Collins y sus “Sombras Tenebrosas” (a propósito, hay próxima a estrenarse una versión para la pantalla grande de “Dark Shadows” con Johnny Depp como protagonista), y en uno de los capítulos fui fuertemente impresionado por una niña rubia que daba vueltas en un cementerio y cantaba incesantemente una melodía infantil, en aparencia inocente, pero más bien funesta: “el puente de Londres se va caer, se va caer, amiga mía....” (“London bridge is falling down, falling down, my fair lady”). Fue por esos días que comencé a ver monstruos por la ventana y a deambular por las noches buscando asilo, arrastrando una sábana.
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Hemos de convenir que la vida es incierta y cuando menos esperamos sufrimos un accidente, una enfermedad, un asalto, un imprevisto que nos deja en la calle o un suceso por el cual del todo nos vamos. Pero la situación actual de inseguridad especialmente grave en nuestro suelo NO es nada comparada con la vida de nuestros ancestros de hace mil años, o mejor digamos para ponerle más piquete, de hace veinte mil.

cavernícolas
Imagínese enfermo y sin posibilidad de la mas mínima asistencia médica, en medio de la oscuridad de la noche y sobre todo en el centro de una ignorancia más densa todavía, a merced de fieras y de homínidos belicosos y despiadados dentro y fuera del propio grupo. Pienso como algo seguro, que cuando los cavernícolas capturaban a miembros de clanes extraños los hacían sus bestias y eventualmente los convertían en una suculenta sopa o en un sabroso asado, y de sus cráneos libaban licores en las fiestas bailables a la luz de la luna llena. Desde luego es un desperdicio de la imaginación y de la empatía viajar en el tiempo para vislumbrar atrocidades que nos serán referidas en el noticiero de la noche, pero ciertamente, las salvajadas son menos generalizadas ahora en comparación, inclusive, con la época más reciente de lo que en la tremenda corte se llamaría sometilatroexploticidio (sometimiento, latrocinio, explotación y genocidio) de los indios de América y de los africanos. El punto es que, entonces como ahora, la incapacidad para conocer y controlar nuestro futuro produce ansiedad, con la salvedad quizás de que el “Estado de Derecho”, los avances científicos y el prozac, nos permiten vivir más relajados ahora que los reyes y emperadores de antaño. Y digo quizás porque todo es relativo, ya que un analfabeto o un mal estudiante universitario del siglo XXI probablemente sea más ignorante y viva una vida de inferior calidad que Aristóteles y Moisés, que vivieron hace más de tres mil años.

Un primer invento psicológico más o menos eficaz para reducir la ansiedad que provoca la incertidumbre y la vasta gama de emociones aparejadas fueron las supersticiones, aupadas, claro está, por el uso inveterado del alcohol y otras drogas. Aferrarnos a talismanes, amuletos y tótems como objetos que nos podían defender mágicamente de los elementos y de nuestros enemigos puede sonar tonto pero... ¿Qué otras opciones había? Por eso, si había que aplacar al volcán, al huracán o a la peste, nuestro entendimiento primitivo nos instruía que presto había que lanzar vírgenes al cráter de fuego o hacer holocaustos en los cerros.

Otra opción posterior que tiene su indiscutible encanto, fue la elaboración de mitos para explicar las distintas manifestaciones de las fuerzas naturales. Especialmente útiles han sido los mitos griegos, que han sabido aleccionar en valores a través de los tiempos y dar cierto sentido de tranquilidad por medio de la belleza narrativa y la asimilación de la realidad con ficciones que tienen sentido. Dioses, semidioses, hombres y mujeres víctimas de sus emociones y su propia naturaleza, sujetos a un destino inmutable y trágico, nos dan lecciones de valentía, astucia e ingenio.

Simbolismos religiosos
Después o concomitantemente aparecen las religiones propiamente dichas. Es decir no simples manifestaciones paganas de creencias más o menos elaboradas en base a supersticiones, sino verdaderos ideales de vida. En lo particular, de la amplia variedad, me gustan el Mazdeísmo (Zoroastrismo), el Budismo Zen y el Islamismo, entre otras, de todas las cuales conozco un poco. El Judaísmo es sumamente importante para los Cristianos por ser la base de su religión.

Pero no tan rápido. La genialidad, por llamarla así, del Carpintero de Nazaret se advierte en la forma aguda en que subvierte al Judaísmo, es decir, lo pone patas arriba sin necesariamente desarticularlo o desautorizarlo. Usted podría preguntarse cómo llega a esto, pero digamos aquí que probablemente fue influenciado por las ideas de Juan el Bautista (a quien personalmente llama el más grande profeta de todos los tiempos) y las doctrinas de otros Maestros judíos y egipcios de esa época o previos; y a que la primera Educadora que tuvo en casa debe haber sido de una calidad excepcional, y luego añadiendo sus propias observaciones y el carisma de su recia personalidad le dejó servido el camino para enfrentarse con la muy en boga hipocresía de la clase sacerdotal de entonces.

Dios hijo
Disculpe que parto de que efectivamente este Maestro recorrió la Galilea, pero con todos los elementos de juicio existentes, sería temerario negarlo. Mientras las tablas de la Ley (normas más bien ético-sociales y patrióticas) entregadas por Moisés al “pueblo” prohíben realizar actos que son afrentas a la voluntad de Dios y los sanciona con enfermedad y muerte pero hay un premio o galardón en caso de su acatamiento, en la doctrina del Subversivo de Galilea se expone que NO son tan solo los actos los que agravian sino también los pensamientos. Lo que hay que cambiar (conversión), en primer orden, no son los actos sino el estado anímico de manera que este sea de satisfacción personal (Reino de los Cielos), y eso en si es la recompensa o una parte bien importante al menos. La lucha que vale, pues, es permanecer en vida en un estado emocional o mental que es propicio a hacer el bien y por ende, el mérito es cuidar tu alma, que es lo que más pesa en el universo.

Vemos pues, desde lejos, que es una doctrina psicológica-compasiva-auto-retributiva y personalísima totalmente original que beneficia a la sociedad de manera colateral, y aun más lejos, al equilibrio y salvación de la evolución y la complejidad de la vida toda. Por su estructuración misma, NO es una carga impuesta desde afuera sino que admitida por la razón y llegando al sentimiento o viceversa, produce una satisfacción y la satisfacción siempre es personal. Aunque semejante en parte al Budismo que se desarrolló independientemente, el cual enseña la aceptación de las nobles verdades, previo a la iluminación y ulterior Nirvana.

Cruz ave blanco
Este sagaz Maestro de Galilea advierte que para poder alcanzar este estado espiritual positivo (por lo menos para los efectos de estos apuntes, por espíritu debe entenderse la conjugación de los procesos electro-químicos de la psiquis que son la capacidad de razonar, la memoria y la voluntad y la retroalimentación de los mismos con las necesidades y satisfacciones fisiológica y que eventualmente puede ser sublimado) es preciso, por un lado, de altas oleadas de dopamina y/o liberarse de las cargas emocionales negativas ocasionadas por agravios propios o ajenos y marcar un punto de referencia. Por ello insiste en el tema del amor, el perdón y la perfección espiritual como ideal humano. El perdón no es tanto tragarse o permitir mansa y mensamente el agravio, como entender las causas últimas y subyacentes que lo motivaron y tratar de ver el contexto macro desde afuera de nosotros mismos. De este proceso se espera que aterricen gran cantidad de sinapsis y se retuerzan las meninges bajo una prueba de lluvia ácida y en lo sucesivo la meta será evitar que las corrientes vitales de pensamiento retornen por los viejos correderos (“es preciso volver a nacer” y “resistir hasta el final”). Los errores y tropiezos vendrán, pero mientras se mantenga la voluntad hacia el ideal, podrán ser eliminados del sistema espiritual como las lombrices al influjo de un perfecto vermífugo. En la refriega, el valor del cuerpo es secundario a mantener la mente en estado play con la salvación. Elemental es una poca de fe, como la del bebé que se aferra a la vida sin saber lo que la existencia le depara, y la humildad que le da fuerzas para pedir a todo pulmón la asistencia que necesita.

niña servicial
Adviértase que adrede he eludido referirme a la bien documentada parte mística, mágica y milagrosa de la religión y a la parte portentosa en que la fe permite a los ciegos de nación ver las montañas ambulatorias, los sicomoros en fuga y los muertos balanceándose trepidantes en los trapecios. De una buena parte a otra, lo he hecho así por las siguientes razones: 1) Como filosofía de vida, la cristiana me parece totalmente valedera y satisfactoria sin necesidad de explayar como se produce la magia o se rompen las leyes naturales en la forma en que hasta ahora las entendemos. 2) Si la felicidad es el fin último de la humanidad mientras está viva, el ideal cristiano es una buena opción de vida porque ofrece la garantía intrínseca e infalible que da la fe y mantiene la esperanza que da fuerzas para vivir no importando qué, y respetar las diversas manifestaciones de vida empezando por la de nuestros semejantes (prójimo). 3) Me parece obvio por su manifestación exuberante y sobrada que fuera de mi voluntad y la de los demás humanos, existe una voluntad superior, la cual sería conveniente, si fuera posible, tenerla de mi lado. 4) Dado lo precario de mi propia inventiva y de mi diluida conexión con lo trascendente, vale la pena estarme a lo ya inventado y probado por el tiempo.

Pero lo anterior es tan solo racionalizar la fe y NO es la verdadera fe sentida. Y cada quien accede a este asunto, si alguna vez lo hace, a su manera, ya misteriosa, apabullante o dolorosa. Yo vengo a la magia de una manera alambicada y más bien paradójica. Cuando intentas depurar tu sistema espiritual, entonces logras ver en vivo y a todo color a los demonios, cuando te asaltan, te merodean, te empujan, te ponen trampas y te hacen jaque. Entonces se logra entender las tentaciones del desierto, la parábola de la casa limpia y arreglada que es asaltada por una legión y demás pasajes. Los espíritus inmundos conocen tus debilidades y las aprovechan al máximo para desviarte lejos de la senda que te has trazado y son las fuerzas que sin motivo aparente te dañan y luego de secuestrarte y vapulearte, te obligan a negociaciones. Eso me convenció de la gran guerra espiritual que se está librando en todas partes y a todos los niveles y que las referencias al respecto para nada son cuentos. De allí en adelante tan solo queda aferrarte a la esperanza que da la fe y a quitarte el sombrero y hacer una gran reverencia a quienes los han vencido.
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El día que el ave dodo vuele con el dorso a tierra y el huracán devuelva una a una todas las cosas que se robó, probablemente me va tocar dirigir una obra de filosofía de vida viable ilustrada, en cuyo caso la primera lámina ilustrativa que ordenaría sería bastante semejante a una valla publicitaria que vi hace bastante tiempo a la orilla de la carretera. Era respecto a unos cauchos neumáticos y consistía en un automóvil deportivo rojo con una hermosa chica en bikini arrimada al tonó, con un cielo gris tormentoso arriba y al fondo una autopista de varios carriles. Al pie con letras grandes se leía: “El poder sin control no sirve de nada”.
lujuria envidia gula orgullo
En ambas cubiertas del libro mandaría a poner un triángulo en cuyos vértices estén visibles las palabras: Fuerza, Razón y Bondad. El prefacio lo titularía: “Palabra Clave: Exceso.” Y para desquitarme de los demonios le dedicaría un capítulo especial a cada uno de ellos y los retrataría cuan horripilantes son: Asmodeo, Belcebú, Mammon, Belfegor, Amón, Leviatán y Lucifer, correspondiendo por su orden a la lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. En la última página, ya de despedida y parafraseando a T. Rubin pondría: “La bondad es más importante que la sabiduría... mire usted, los diablos cada día son más entendidos y sin embargo siguen tan malditos o más que al principio.” Ja ja ja. Saludos.



Enero 03, 2011.

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