La diferencia de estatura entre individuos de diversas poblaciones humanas es notable. Como ejemplos clásicos podemos mencionar a los Wuatusi y a los Pigmeos. Los primeros, asentados en territorios de Ruanda-Urundi al este del Congo, son los individuos más altos del planeta llegando a medir más 2.30 metros de altura, constituyéndose en verdaderos gigantes. Por otra parte los pigmeos son un grupo de etnias africanas caracterizada por su corta estatura, llegando a medir no más de 1.50 metros.
Los factores que determinan el tamaño final de una persona adulta son múltiples, la mayoría de los cuales son genéticos pero también se encuentran algunos ambientales, principalmente el tipo de alimentación. Cuando un individuo sobrepasa ciertos límites de estatura, el crecimiento ulterior se vuelve patológico debido a ciertas restricciones fisiológicas. De estas la más grave es el crecimiento patológico del corazón (hipertrofia) producido por el enorme esfuerzo al que se somete este órgano para poder bombear la sangre hasta el cerebro en contra de la gravedad.
Entonces, ¿Qué podemos decir sobre los gigantes mencionados en el antiguo testamento? ¿Serían humanos? ¿O se trataría de especies paralelas al Homo sapiens que posteriormente desaparecieron? ¿O tal vez eran viajeros del espacio tiempo provenientes de un recóndito lugar cerca del centro de una lejana galaxia? El libro de Génesis menciona los “Nephilim” o caídos, hijos de mujeres humanas con “los hijos de Dios”. Cuando estos contemplaban las exquisitas líneas, la tersura de la piel y el hermoso cabello ondulante de las mujeres humanas recién bañaditas, se enamoraban de ellas, las desposaban y engendraban a estos individuos que según la Biblia, eran verdaderos gigantes. Termina el pasaje asegurando que estos gigantes “fueron los famosos héroes de los tiempos antiguos”.
Es curioso. Algunas culturas antiguas relatan historias de gigantes que forman parte de su mitología. Los antiguos griegos con sus titanes y cíclopes; los nórdicos con sus gigantes de hielo; y los hebreos con sus nephilim. Si estos gigantes en realidad existieron o no, es difícil de decir. En los últimos años han circulado por la red algunas fotos de esqueletos humanos gigantes cuya falsedad es evidente, y lo único cierto al respecto es que no existe evidencia física de su existencia proveniente del registro fósil (pero una vez más, recordemos que la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia).
Restricciones de escala
Lo que sí puedo asegurar sin lugar a dudas, es que los gigantes de más de 2.5 metros (de haber existido) debieron tener una genética muy diferente a la de los humanos modernos debido a las llamadas “restricciones de escala”. Este tipo de restricciones se ve en todos los niveles evolutivos, ya se trate de organelas, células, individuos, instituciones o sociedades. Como la evolución en tamaño no puede continuar acumulándose debido a las restricciones, lo que crece es el número de relaciones entre los individuos, la complejidad, y por ende el tamaño de la comunidad de individuos.
Analicemos el caso de la célula. Los organismos multicelulares exhiben una gran variedad celular con relación a su función y forma. Pero la existencia misma de la multicelularidad es debida a la restricción del crecimiento de una célula individual. El mecanismo restrictivo de tamaño está dado por la necesidad de la célula de alimentarse de los nutrientes de su entorno. Ahora, supongamos que tenemos una célula normal dividiéndose también de manera normal. De pronto surge una mutación que aumenta el diámetro de la célula a dos veces el original. ¿Qué sucede entonces? El volumen celular aumentará en una relación cúbica con el aumento del diámetro, y las demandas nutricionales y metabólicas de la célula están dadas en función de su volumen.
Por otra parte, el aporte nutricional de la célula se encuentra en relación directa con el área de su membrana o envoltura. Pero el área de la membrana crecerá únicamente en una relación cuadrada (y no cúbica) con el aumento del diámetro, por lo que el aumento en la demanda de recursos no va acompañado de un aumento igual en el aporte. Si la célula continúa creciendo ocurrirán dos cosas: 1) la velocidad de la absorción de los alimentos será insuficiente para la demanda con la consiguiente inanición, y 2) La velocidad de eliminación de substancias tóxicas será insuficiente con la consiguiente intoxicación. Nada más sensato para la lista celulita (considerada como un ente evolutivo) que aprovechar los recursos energéticos, no en un crecimiento ulterior, sino en especializarse para ayudar a sus vecinas, y a la vez, aprovechar el producto elaborado por sus congéneres contribuyendo con el crecimiento del conjunto. Surge entonces el organismo multicelular que no es más que un grupo de individuos actuando de manera cooperativa y coordinada para formar una compleja red de interrelaciones.
¿Y el ser humano? ¿Qué sucedería si creciera más de tres metros? Bien, el peso de un individuo está dado en proporción directa a su volumen. Entonces, el peso crece en una relación cúbica con el aumento de estatura. La fuerza muscular, en cambio, depende del área de la sección transversal de un miembro. Un individuo de más de tres metros sería extremadamente pesado para poder sostenerse con unos miembros inferiores de proporciones normales. Los miembros, entonces, deberán crecer hasta alcanzar un calibre desproporcionado en relación con el tronco. Además, gran parte del espacio cerebral deberá ser destinado al movimiento, por lo que el cerebro tendría que crecer desproporcionadamente. Por esa razón las moscas tienen cabeza y patas pequeñitas, mientras los elefantes tienen extremidades anchas y una gran cabeza. Una mosca del tamaño de un elefante moriría aplastada por su propio peso.
Mainframes, Gigantes Financieros y la Conquista del Universo
Así las cosas, no me imagino cómo un nephilim pudiera seducir una preciosa, linda, hermosa, delicada y pendenciera humana terrícola. ¡Con ese aspecto! ¿Se imagina? Un gigantón de más de 5 metros con sus elefantiásicas extremidades y su hidrocefalicoide cabeza, caminando lento y haciendo vibrar la tierra a cada paso. Bueno, algo del gigante le tuvo que haber gustado a la terrícola. No sé. Tal vez… el enorme poder desplegado por el gigante. Aunque como dicen, para gusto los colores. Si no mire la rubia novia de King Kong. Se fue con el primer gorila que se le apareció.
Poniéndonos más serios, es improbable (aunque no imposible) que un grupo de gigantes celestiales anden por allí de galaxia en galaxia conquistando a las féminas que se les ocurra, y además apareándose con ellas. De la misma manera, es improbable que una computadora o supercomputadora de mastodónticas proporciones controle la información y los procesos energéticos de un planeta o una galaxia. Y es que ese es precisamente el tema del brillante ensayo de Isaac Asimov llamado “The Last Question (La Última Pregunta).” La protagonista principal del ensayo es una gigantesca computadora que administra el universo. En el año 2061, Multivac (ese es el nombre de la computadora inicial) administraba los recursos terrestres globales. A medida que transcurrían los miles, luego millones, miles de millones y billones de años, la computadora manejaba todos los recursos del sistema solar, luego de la galaxia y finalmente, del cosmos. Al final, la fusión de la mente universal del ser humano y la supercomputadora cósmica regeneran el universo después de la muerte térmica provocada por la entropía.
El ensayo es nada menos que genial, pero para 1956 (fecha en la que fue escrito) las gigantes computadoras llamadas mainframes prometían continuar creciendo en tamaño para controlar procesos cada vez más complejos, por lo que no es de extrañar que Asimov adoptara esta configuración para sus ensayos de ciencia ficción. Una compañía apostó por el monopolio de las mainframes, convirtiéndose en un poderoso emporio financiero de su tiempo. Para la década de los setenta, International Business Machines (IBM) había crecido al mismo ritmo que sus mainframes convirtiéndose en el gigante absoluto de la computación. Pero para la década de los ochenta, dos jóvenes construían en un garaje lo que sería el futuro de la computación: la computadora (ordenador en Francia) personal. Steve Jobs y Steve Wozniak vendían aparatos de computación primitivos a sus vecinos y luego, bueno, usted sabe el resto de la historia. Pronto, la mayoría de las personas en la tierra tendrán una computadora conectada a la red global. El gigantesco dinosaurio de Asimov fue substituido por una red de hormiguitas bien comunicadas que algún día administrará los recursos del planeta.
Por eso, si usted está pensando en formar su propia empresa, construir una célula sintética o incluso un ser humano, o tal vez en viajar por el cosmos para conquistar a las señoritas de cada exoplaneta habitado con una sociedad tecnológica que a usted se le ocurra, tenga en cuenta las restricciones de escala. Que pase buen día.
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