Las generaciones humanas que habitan actualmente la tierra podrían ser testigos de una transición entre el Homo sapiens sapiens y el Homo mejorado: ser humano con capacidades enormes producto de las tecnologías genéticas y cibernéticas.
Edwin Francisco Herrera Paz. Me encuentro releyendo un libro de Marvin Barahona sobre la Historia de la identidad nacional. En uno de los capítulos describe la cultura de la pobreza en la población hondureña, producto de la falta de identidad originada por el mestizaje en tiempos de la colonia. Según Marvin Barahona y en pocas palabras, el mestizo no era ni indoamericano ni español (ni de aquí ni de allá) por lo que desarrolló un estilo de vida desordenado, sin tomar en cuenta líneas de autoridad y en donde la fe tenía poca cabida; en donde sobrevivían los más fuertes y los más vivos, los que tuvieran mayor habilidad para timar al prójimo. No dice que así fuera en todas las regiones del país, pero esta era más bien la norma, el origen de un tipo de cultura.
Ahora bien, en los estudios genéticos utilizando marcadores del ADN para rastrear tanto linajes masculinos (cromosoma Y) como femeninos (ADN mitocondrial) realizados a todo lo largo de Iberoamérica, desde México hasta Argentina y Chile han revelado, con variaciones locales, que nuestras madres fundadoras son en esencia de origen amerindio, y nuestros padres fundadores, españoles. En Honduras, la conquista y la colonia significaron una brutal disrupción de la vida indígena (la cual se encontraba cultural y genéticamente adaptada a los territorios de las Américas) mediante los procesos representados por las reducciones indígenas y el mestizaje. El indígena fue descrito por diversos cronistas españoles como haragán, apático e indiferente. Pero, ¿Cómo podía ser de otra forma si sus territorios y su forma de vida le fueron arrancados sin misericordia?
Hay que reconocer a la iglesia católica su contribución en el sentido de que, de no haber sido por la posibilidad que ofrecía para evangelizar a los indígenas estos, con mucha probabilidad, hubiesen sido exterminados completamente por los conquistadores. En contraste, en la mayor parte de Norteamérica colonizada por los británicos, las culturas indoamericanas locales fueron arrasadas casi por completo, lo que hizo que las poblaciones de colonos de los territorios que actualmente conforman Estados Unidos y Canadá fueran réplicas de las poblaciones Europeas. Al ser estas culturas milenarias y prósperas, al habitar los territorios ricos de América y al haber exterminado la población indígena, no tenían más que prosperar. En Latinoamérica, en cambio, los nuevos habitantes fueron los hijos de las indígenas humilladas, ultrajadas y utilizadas como incubadoras de los señores españoles. Díganme ustedes: ¿Qué actitud ante la vida heredarían estas mujeres a sus hijos? En Honduras la herencia fue, y no cabe duda, la cultura de la pobreza.
Si usted no cree que sea del todo cierto lo que digo, sintonice algún noticiero de las emisoras nacionales (HRN o Radio América). La frase que se escucha con más frecuencias en las llamadas del público es “nosotros los pobres”, como si la pobreza fuera una condición necesaria ligada a su humanidad, y no una situación temporal, franqueable y superable. Esta posición de inferioridad innata, implícita en el ser, nos ha convertido en los hermanos pobres del gigante del norte. Sus satélites, nos llaman.
Pero desde un punto de vista científico no existe en la realidad tal inferioridad, y eso lo demuestran día con día ilustres latinoamericanos que triunfan en los distintos campos del arte, la literatura, la ciencia, los deportes etc. De hecho, las poblaciones mezcladas presentan en su ADN un aumento de la llamada heterocigocidad, la cual es una medida de la variabilidad y hace a las poblaciones mezcladas más fuertes, resistentes y más adaptables a diferentes ambientes. Pero el enorme poder publicitario de los que tienen el dominio de los medios en el mundo nos ha hecho creer que somos seres atrasados, que nos merecemos vivir en la pobreza porque esa es nuestra naturaleza. Desde luego que esas cosas no se dicen, pero las imágenes y las actitudes hablan más que las palabras.
La cultura de la pobreza no es nada más que el vestigio de la disrupción ocasionado por la mezcla racial, pero dichos vestigios deben tender a desaparecer con las generaciones, como las ondas originadas en un estanque por alguna perturbación, que se van apaciguando. A mi entender, a valido la pena cada centímetro de sufrimiento, cada humillación de los latinoamericanos, con el solo hecho de haber podido salvar una diversidad genética tan valiosa. Estoy seguro que al profundizar en el estudio de la variabilidad genética de la humanidad (el denominado varioma humano, cuya primera aproximación se vislumbra en el proyecto “mil genomas”) nos encontraremos con sorpresas interesantes, como variantes genéticas puntuales, adaptativas a los diferentes ambientes, al analizar los genomas de culturas antiguas, como las indoamericanas. Pero la riqueza nos es únicamente genética. La variabilidad lingüística es enorme. Solo en el tronco lingüístico macrochibcha encontramos una variabilidad formidable de fonemas, expresada en los diferentes dialectos que aun se hablan en Centro y Sur América.
¿Qué hacer para bregar con la cultura de la pobreza? La respuesta inequívoca es mediante la educación. Este es el punto nuclear de nuestro futuro como nación; el factor que nos enrutará hacia un futuro cada vez más promisorio. No es que sea pesimista, pero les indicaré lo que sucederá si nos mostramos apáticos ante una mejora en la educación: Los países más ricos, que cuentan con recursos intelectuales y físicos podrán, en un futuro no muy lejano, realizar lo que se llama “mejoramiento humano”. Es decir, se manipularán variantes genéticas relacionadas con una mejor memoria y capacidad de abstracción, mejores condiciones físicas, mayor longevidad, mejor apariencia física etc. En la actualidad se llevan a cabo debates sobre la conveniencia de utilizar la genética para realizar mejoramiento humano, pero la experiencia nos dice que si esa es la tendencia, no se detendrá por más debates que se realicen. Las características que no puedan ser mejoradas mediante manipulación genética lo serán mediante la tecnología denominada “Interfaz Humano Máquina”, con la que podremos ver seres humanos con capacidades físicas, mentales y sensoriales increíbles. Estas tecnologías serán desarrolladas y aplicadas en aquellos grupos humanos que tengan el conocimiento y los recursos, con lo que es posible que la brecha entre ricos y pobres se vuelva abismal e insalvable. Surgirá entonces una nueva forma de discriminación: la de los humanos mejorados hacia los no mejorados. Es más, ahora esta discriminación estará basada en una superioridad real, y no una superioridad supuesta, como la que hoy incentivan algunos grupos xenofóbicos (es obvio que hay diferencias genéticas entre poblaciones, pero en la actualidad estas diferencias no son de tanto peso como para justificar la conducta xenofóbica).
Este simple hecho, nos manda a que “no nos durmamos”, a que salgamos de nuestro letargo, de ese estado de semiconciencia en el que vivimos los hondureños, distraídos por problemas tan banales como la cuarta urna, o si la selección irá al mundial (aunque se podría plantear un “asidero” para salir de la cultura de la pobreza a partir de nuestro amor al futbol. Luego les diré como). No es que estos asuntos carezcan de importancia, pero no es tanta como para que dediquemos todos nuestro recursos intelectuales y nuestro tiempo en ellos.
Para que se pueda llevar a cabo una genuina mejora en la educación, tanto de niños como de adultos, debemos comprometernos todos y olvidar por un momento nuestros intereses inmediatos. Al final, nuestra conducta repercutirá sobre nuestro bienestar y el de nuestros hijos de maneras inesperadas. Lo anterior no es solamente bíblico (cosechar lo que se siembra) sino que está implícito en la teoría general de sistemas, la que nos dice que los elementos de un sistema son interdependientes. Los llamados a promover un movimiento genuino de mejora en la educación son los intelectuales Hondureños en todos los campos. Aunque representaría una labor titánica, se podrían utilizar las nuevas tecnologías basadas en la red para difundir la información entre los intelectuales, y diseñar conjuntamente estrategias para influir sobre las personas indicadas, diseñar planes de educación compatibles con nuestro medio, idear maneras de integrarnos a grupos internacionales de desarrollo humano en los diferentes campos del saber, etc. etc. La semilla está sembrada. Si usted lee esta entrada, piense en como puede usted contribuir para desarrollarla. La pregunta ya no es si es o no es conveniente, o si es o no es éticamente correcta la manipulación genética para el ser humano. La pregunta es, ¿En qué fracción de humanidad estarán nuestros nietos? ¿En la mejorada o en la rezagada?
La consigna es gigantesca, pero el tiempo apremia. Unámonos en esa dirección.
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