miércoles, 12 de octubre de 2011

El Sanguijuelo: Ese Simpático Animalito que se Alimenta de Sangre

Por: Edwin Francisco Herrera Paz. La sanguijuela es un anélido, o sea un gusano anillado, cuya dieta es a base de sangre. Para succionar el preciado fluido de sus víctimas, este simpático animal cuenta con tres mandíbulas llenas de dientes. Primero corta la carne con sus potentes mandíbulas y luego succiona el fluido sanguíneo gracias a una poderosa ventosa bucal. La víctima no siente dolor puesto que la saliva del gusano posee un anestésico. Además, el fluido salival del bicho contiene muchas otras substancias químicas entre las que se incluyen un vasodilatador (dilata los capilares para aumentar el flujo de sangre) y un anticoagulante.
La sanguijuela ha mermado en toda Europa debido a la destrucción de su hábitat, y en muchos países se encuentra protegida.
Pero en este artículo no es de la sanguijuela biológica de la que quiero hablar, sino de una especie en verdad peligrosa y dañina. De aquella que succiona la sangre económica de sus víctimas con una voracidad increíble. Hablo de la sanguijuela social. Y como no entiendo por qué al nombre de este animalito se le asignó el género femenino, por respeto a las féminas me referiré a la especie en cuestión como “el sanguijuelo”.
Ilustraré el proceder del sanguijuelo con dos ejemplos.
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Primero, les contaré de aquel técnico en aire acondicionado automotriz al que Clodomiro le confió su automóvil para que le solucionara un problema: el aparato dejó de enfriar poco a poco y en un último estertor de vida, enfrió por dos minutos y luego sucumbió. Después de echarle al sistema una rápida mirada, el técnico le dice a Clodomiro que debe cambiar el condensador y el compresor. Clodomiro procede a comprar las carísimas piezas de repuesto, que el técnico por supuesto cambia. Luego, le carga gas al sistema y al día siguiente le entrega el carro. Para Clodomiro que vive en San Pedro Sula, una ciudad en la que la temperatura llega hasta 42º C. a la sombra pero la sensación térmica es de 1000º C., el técnico es su héroe. No hay ser humano mejor en el mundo… No, ni siquiera Chespirito. En un par de días Clodomiro conoció el purgatorio del calor que pasó cuando se le dañó su aire. Pero eso quedó en el pasado. Ahora su aire acondicionado enfría como si estuviera en el polo. Su máquina sería digno hogar del superhéroe Iceman. ¡Hasta el capuchino que compra en la mañana se le enfrió rápidamente y tuvo que tomárselo helado! Pero qué más da, ahora Clodomiro es un hombre feliz…
Este otro acalorado fue
víctima de los sanguijuelos
....financieros
Después de dos días de tocar el cielo, Clodomiro enciende el flamante sistema de enfriamiento personal de su carro y ¡oh sorpresa! El aire está más caliente que salido de las fauces de un dragón. Mientras conduce siente que la sangre se le sube a la cabeza. Se acuerda del montón de dinero que soltó por las piezas nuevas, y de repente se le ocurre que es probable que la madre del técnico pertenezca al gremio que ejerce la profesión más antigua de la tierra. Ya no puede reprimirse y suelta a todo pulmón un sonoro “técnico hijueee…. su madre”.
Le lleva el carro de nuevo al técnico y aquel lo calma diciendo que es posible que haya algo mal ajustado. Le indica que deje el carro y que lo recoja al día siguiente. Al día siguiente lo recoge y cuando enciende su carro el aire está gélido. El técnico le cobra la recarga de gas y Clodomiro es feliz de nuevo. Pero otra vez a los dos días se queda sin aire acondicionado…. Y allí vamos de nuevo. Decide entonces llevarlo a otro taller de refrigeración, pero esta vez espera a que averigüen el problema. Ya no confía y se queda parado frente al técnico con un gesto severo y los brazos cruzados, como diciendo: “A ver este tal por cual con que me sale ahora…” El técnico le hace las pruebas ante la mirada desconfiada e inquisitiva de Clodomiro, y finalmente le indica que una abrazadera está floja, que se la va a socar y a cargar de gas pero que no garantiza nada porque el condensador y el compresor se ven algo viejos…
Clodomiro siente la cabeza grande, como si la tuviera llena de helio. “Soy un bruto bayunco”, piensa. ¡A Clodomiro lo estafaron! Claro, con ese nombre… ¿Qué se podría esperar? No le cambiaron las piezas viejas por las nuevas, y el problema siempre fue la abrazadera floja. El técnico le había entregado las piezas viejas que presuntamente había cambiado, pero se trataba de las piezas de otro carro, que guardaba para una oportunidad como esta.
Y en efecto, Clodomiro es muy bruto. Sin embargo a pesar de ello es una muy buena persona y su trabajo honrado y útil para la comunidad. Pero el técnico en refrigeración que lo estafó… ¡ese sí es un parásito social! O sea, es un gran y redomado ¡Sanguijuelo!
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Ahora les contaré la historia de aquellos médicos… Verán, la paciente con tres meses de embarazo Teodora Hierbabuena, fue a consulta donde un médico general por un pequeño malestar al orinar. El médico le realizó sus exámenes y le diagnosticó “infección urinaria”. Sin embargo, como Teodora había presentado lo que parecían ser contracciones uterinas, el Doctor decidió hospitalizarla en su pequeña clínica para observarla.
Cuando a Teodora le llevaron la cena, a ella no le gustó la comida. Hizo un berrinche de esos que ponen a correr hasta al más atolondrado y luego obligó al marido a que la trasladara a una de las clínicas más caras y lujosas de la ciudad. Allí, la recibieron de emergencia una enfermera y un médico de guardia quienes al instante le tomaron muestras de sangre para exámenes de laboratorio. Luego, llamaron al nefrólogo y al urólogo. Uno de ellos indicó que se debía realizar un costoso examen llamado PIELOTAC de urgencia, orden que el médico acató.
Una hora más tarde llega el nefrólogo… mentiría si dijera caminando. Más bien deslizándose por los aires como una especie de poderoso ser ultradimensional, capaz de decidir la vida o la muerte de los mortales y terrenales pacientes. Tan solo intente imaginar qué es lo más cercano que puede parecerse un humano a un pavorreal…
“Hay que operar de emergencia. Voy a llamar al urólogo”, le indicó el especialista a Dinorio, el marido de Teodora, mientras le echaba una mirada a contraluz a las radiografías con una ceja levantada, el ceño fruncido, los labios apretados, y moviendo la cabeza en un gesto de desaprobación.
A Dinorio le cambió la cara. Se puso blanco como un panblanco harinado con mantequilla de dos por un peso de los que vendían donde doña Chencha.*
“¿Por qué doctor?” Dijo Dinorio con quebrantada voz, que más pareció un gemido, mientras al mismo tiempo tragaba grueso.
“Hay una pequeña sombra en el riñón derecho que es compatible con un tumor. No podemos arriesgarnos. ¡Hay que operar stat! Es decir ipsofacto, ahora mismo.”
En cuestión de segundos y sin dar tiempo a la reflexión o al arrepentimiento a Dinorio lo pusieron a firmar unos papeles en donde excusaban a la clínica por cualquier pequeño incidente, como por ejemplo, que Teodora muriera en el transoperatorio o que sufriera de un aborto. Luego de firmar se dirigió donde Teo a darle palabras de ánimo y aliento. Teo le preguntó cuáles eran los riesgos de la operación, y cuando Dinorio le dijo que podía abortar, aquella mujer se puso como loca.
Teo, que casi siempre es más vivaracha y berrinchuda que Dinorio, comenzó a gritar que a ella nadie la iba a operar, que si no le quitaban esos tubos ya verían quien era ella. La enfermera le inyectó 10 mg de Valium intravenoso con lo que se relajó por unos minutos. Pero más pudo su amor de madre. Instantes después, apenas regresó a la consciencia se jaló el aparato de venoclisis desprendiéndoselo, lo que hizo que comenzara a sangrar por el sitio de venopunsión, y en seguida, en un descuido del personal, echó a correr sin parar. Salió del hospital huyendo como una bala.
En las calles los conductores detenían sus carros para ver el espectáculo. Teo corriendo a toda velocidad en bata de hospital, con la retaguardia al aire y dejando un rastro de sangre que le manaba del brazo, y detrás de ella Dinorio a una velocidad tal que los puntiagudos pelos de la cabeza comenzaron a silbarle. Pero como no pudo alcanzarla, Dinorio decidió regresar por su vehículo y así buscar con más calma a su amada esposa. Cuando por fin la encontró se la llevó a su casa.
Al día siguiente Teo regresó donde el médico general, quien le dijo que debía continuar con el tratamiento antibiótico que le había recomendado inicialmente. Hoy, tres años después, Teo tiene su hijo sano y salvo y ¡ni sombra de la sombra en el riñón!
Teo jamás volvió ni volverá a hacer un berrinche por la comida en toda su vida, pero el nefrólogo y el urólogo que operarían a Teo son, señoras y señores, un par de Sanguijuelos. Unos gusanos chupasangre de la sociedad a quienes los pacientes les entregan lo más preciado: su salud y la de los suyos. Ellos aprovechan la confianza brindada para sangrar a los pacientes y así pagar sus deudas sin importar el daño ocasionado.
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Usted creerá que los sanguijuelos como los anteriormente descritos son una especie rara y que como el animalito están en vías de extinción, pero está equivocado. Los sanguijuelos sociales no están en vías de extinción y más bien han proliferado. Encuentran un excelente nicho en las sociedades corruptas y pobres como la nuestra. Aquí, están como jate en restaurante.
Banco de Sangre
Si usted es un sanguijuelo le tengo buenas noticias. En cualquier momento puede dejar de serlo. Es cuestión de voluntad. Puede comenzar por acercarse a Dios y permitir que opere el cambio desde su interior. Y si no cree en Dios por lo menos hágalo con fines prácticos ya que el sanguijuelismo es contagioso, se esparce en la sociedad como un virus impidiendo el desarrollo, y más temprano que tarde le tocará el turno a usted o a sus familiares. Y tal vez se encuentre con un sanguijuelo de peor calaña.
Cuando una gran parte de la sociedad se vuelve sanguijuela, la sociedad misma pierde todo derecho al reclamo. ¿Con que autoridad moral podrá un sanguijuelo de a diario reclamar por las sanguijueladas de los funcionarios públicos? Con ninguna. Porque los funcionarios nacen en el seno de la sociedad, y su conducta es el reflejo de la conducta del promedio de los ciudadanos. Entonces, el político que llega al poder será un sanguijuelo más, con la diferencia de que, ahora, no tendrá que buscar víctimas a quienes succionar la sangre pues cuenta con un banco de sangre completo para su uso a discreción.
Bien, para terminar, las sanguijuelas de verdad no son dañinas. Algunas veces las substancias químicas en su saliva son utilizadas con fines terapéuticos, especialmente el potente anticoagulante. Por eso si con este artículo he causado malestar u ofensa, desde ya pido perdón y mil disculpas… al animalito, claro.

Aclaración: Los hechos narrados en este artículo son muy reales. Sin embargo con el propósito de proteger la identidad de los involucrados y, a decir verdad, para que no me demanden, algunos de los nombres fueron cambiados (con la excepción de Clodomiro, que es muy bruto).

*Doña Chencha les vendía a los muchachos del barrio, después de las potras de la tarde en el campito, su comida rápida consistente en panes blancos o plátanos asados o fritos con mantequilla. Hace unos años, el otrora próspero negocio se vio en la necesidad de cerrar sus puertas. Esos otros restaurantes de comida rápida que no pagaban impuestos (doña Chencha sí pagaba) lo fueron desplazando poco a poco.

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