Por: José María Castillo Hidalgo
Este sujeto arrastra
la guitarra del mecate,
mientras la patea y encima le salta,
esto cuando no
la lame y se la devora.
Todo en un paroxismo
que te funde en una vorágine
de sobresaltos y rebeliones
premezcladas
con tristes emergencias y
lúgubres lágrimas
destiladas desde un mundo absorto
en graves distorsiones
y fúnebres farsas
de manera tal
que no quiero saber
ya sin ganas de ver
como un demonio se acicala,
pero en sí
en cada manifestación
hay demasiada fuerza
como para degustarla
en una simple y
regular sentada
y todas las descripciones se quedan cortas
pues hay que ver en vivo sus alaridos
atravesando a Bob Esponja
para creerlas y aceptarlas.
22-3-12.
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