Por: Everton Herrera Jr.
La Justicia y la
Libertad no han existido desde siempre. Se originaron gracias a dos extranjeros
que querían mejorar sus respectivos países, para lo cual, acordaron en ayudarse
mutuamente a buscar la manera de tener juntos estos dos valores supremos y que
así sus pueblos tuvieran una mejor forma de vivir. Para tal fin arriesgaron su
vida buscando a un anciano que podía resolver este gran problema. ¿Y qué pasó
luego?....... Sigue Leyendo y lo descubrirás.
Erase una vez unos
campesinos que vivían en una tierra muy lejana, en un país llamado San Libertad. Lo extraño era que
ninguno de estos campesinos conocía la libertad; solo conocían la justicia.
Todos trabajaban para el Rey Andrés ll. En el país prevalecía una regla: que se
hiciera todo lo que el rey pedía. Todo aquel que la incumplía era decapitado o
ahorcado, dependiendo de lo que hubiese desobedecido. La desobediencia se
castigaba de la misma forma que los crímenes más atroces. Uno de esos días
comunes y corrientes apareció en San Libertad un extranjero del país San
Justicia, que era vecino del primero. En San Justicia ya se conocía la libertad
desde que los primeros habitantes habían llegado, pero en cambio, vivían sin
justicia por lo que vivir allí representaba un enorme peligro ya que nadie controlaba
los crímenes y todos hacían lo que les venía en gana.
El extranjero fue a visitar a su primo Martín.
–Buen día primo
Martín- saludó el extranjero.
–Buen día Josué
–respondió el extranjero.
Empezaron a conversar
de cómo estaban sus respectivos países y su política. Los dos primos llegaron a
la conclusión de que a cada uno de los dos países le faltaba uno de los dos
valores.
Sin embargo existía
un problema. No se atreverían a discutir con el rey por el riesgo de ser
ahorcados, y menos aun se atreverían a plantearlo a los habitantes de San
Justicia, ya que sin duda morirían cruelmente asesinados. Un vecino de Martin
los escucho sin querer tras una puerta y decidió proponerles una solución. Él
mismo conocía esta solución desde hacía mucho tiempo, sin embargo, nunca lo
había intentado por el peligro que implicaba tal aventura.
La solución consistía en buscar la ayuda de un
sabio mago que podía resolver casi cualquier conflicto que se le presentara,
pero para ello se debía recorrer un largo y peligroso camino. Los dos hombres
pusieron manos a la obra y pies en polvorosa, pero mientras más caminaban, más
les parecía que se trataba del camino más largo del mundo. Debían atravesar un
bosque en donde se decía que crecían árboles “come hombres”, pero a pesar de
encontrarse aterrorizados, Martin y Josué encontraron el coraje logrando
penetrar en aquel lugar al que todos llamaban “El Bosque Sangriento”.
Mientras lo
atravesaban, encontraban lo que parecía ser sangre en la copa de los árboles, y
calaveras y restos humanos recostados sobre los troncos. De pronto, escucharon
detrás de ellos que los árboles se cerraban, como las rejas de una prisión. De
pronto, Josué sintió que algo o alguien los seguía. En este punto los dos
primos se encontraban aterrados por lo que salieron disparados, corriendo sin
detenerse. En eso una liana enredó el pie de Martin y lo empezó a jalar hacia
un hueco en el tronco de un árbol. No tardaron mucho en enterarse que aquella
era la boca, y el árbol terminaría tragándose a Martin. De pronto Josué, con un
rápido movimiento, desenfundó su espada y cortó la liana. Martin, aun con el
corazón acelerado, le dio las gracias a su primo expresándole que le estaría
eternamente agradecido, a lo que Josué respondió humildemente:
-Tú eres mi primo.
¿Qué esperabas que hiciera?
Acto seguido
revisaron el mapa que les había proporcionado el vecino de Martin. Estaban
confundidos. El camino del mapa no era el mismo que el camino verdadero. El
camino empezaba con un letrero que decía: “LOS PUROS DE CORAZON PODRAN PASAR”.
El mapa solo mostraba un camino pero lo que tenían ante sus ojos eran dos, una
encrucijada. Uno estaba hecho de oro puro, y el otro, de lodo. Ante lo que
parecía obvio, Josué salió corriendo por el camino de oro cuando Martin exclamo:
“¡Cuidado con esa flecha!” Josué de pronto se tiró al suelo con toda su
velocidad cayendo sobre un esqueleto humano. Entendieron entonces que las
apariencias engañan y que aquél no era el camino correcto. ¡Josué a duras penas
logró escapar con vida!
Caminaron por el
camino de lodo. Por fin, se observaba una casa a lo lejos. ¿Sería esa la casa
del mago? Corrieron con todas sus fuerzas hacia la pequeña casa que descansaba
sobre una colina, pero en cuanto entraron, el color cambió a negro. Las bolas
de cristal azules se convirtieron en negras. Las paredes perdieron sus
estrellas y color azul y cambiaron por calaveras atadas con cadenas pegadas a
la pared. Era la casa de la bruja del Traje Negro. Aquella malvada mujer tenía
la reputación de poner un hechizo en la persona para que a su paso solo hubiera
destrucción, y además, solo pudiera sentir odio hacia otras personas. Las
puertas, ventanas y otras aberturas se cerraron inmediatamente y se escuchó una
risa malévola saliendo de una habitación desde la cual lo único que se veía era
el color negro de la oscuridad. –No es cualquier oscuridad –dijo Martin, –es
una oscuridad malvada. Y tenía razón.
Todo lo que se miraba allí era malévolo. Josué
y Martín estaban aterrorizados. Incluso una rata de ojos rojos que cruzó en ese
momento les hacía una sonrisa malvada.
Mientras miraban la
rata perdiéndose en una esquina, una garra tan filosa que con solo mirarla
producía heridas, rozaba el cuello de Josué. Seguidamente se escuchó la voz lúgubre
y aguda de la bruja diciendo:
–Josué…. Oh Josué…. –A lo que Martin respondió: –Aléjate de él. La bruja respondió a Martin
atrapándolo del cuello y acto seguido comenzó a decir el hechizo.
Martin pudo ver la
cara horrible de la bruja mientras decía el hechizo. Escuchó: “Odiotus tis …
¡Ayyyyyyy!” Josué había enterrado una viga de madera en el corazón de la
malvada bruja. Se escucho un desgarrador grito de dolor y como por arte de magia
la bruja desapareció. En ese momento una luz blanca e intensa llenó la casa de
la bruja, y todas las puertas se abrieron.
Los primos solo
tenían que pasar una prueba más: la casa de los cocodrilos bicéfalos. La
leyenda dice que cada cabeza puede tragarse ¡a dos elefantes de un solo bocado!
Atravesando el
bosque, Martín y Josué vieron una enorme estatua de la forma de una puerta
hecha de roca dura y firme. No había otra entrada, pero había una llave de
roca. Se les ocurrió al mismo tiempo meter la llave en la puerta. Mágicamente, la
piedra se rompió abriendo una gran entrada. Se escuchó un terrible
¡ROARRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!
Y apareció el gran cocodrilo bicéfalo que en ese momento estaba tragando un
elefante. Más adentro, los primos vieron un arpón con una espada de oro, lista para disparar. Martín
distrajo al cocodrilo mientras Josué le lanzaba el aceite que encontró en una
cubeta abandonada. El cocodrilo se encontraba a punto de atrapar a Josué, quien
llamaba desesperadamente a Martin, pero cuando la bestia volteó, poniéndole
aceite a la espada le prendió fuego y la disparo directo al corazón del
monstruo. De repente la bestia también comenzó a arder en llamas y murió.
Finalmente, se abrió otra puerta que conducía
a la entrada de la casa del mago anciano. El dijo: –ustedes han tenido valor
para venir aquí. ¿Y a que se debe su visita a mi gran casa mágica? –Los dos
respondieron, casi al unísono, que deseaban que sus dos países pudieran tener
justicia y libertad, pero no se atrevían a decírselo a sus conciudadanos porque
en cualquiera de los dos lugares los asesinarían.
El mago les respondió
diciendo que ellos ya habían dado muestras de gran coraje atravesando todos
esos peligros. Les reveló la existencia de un hechizo para que no morir asesinados,
pero antes debían jurar que solo lo usarían para el bien. Ellos asintieron.
El mago, con un
hechizo, los teletransportó al lugar donde comenzaron. Se dirigieron donde el
rey diciéndole que no había libertad y que el pueblo la exigía. El rey los
mando a matar con la lanza de uno de los guardias. Al ver que no podía matarlos,
los dos primos decidieron encarcelarlo y posteriormente solicitaron al pueblo
escoger su gobernante, y el nombre que le pusieron a este acto fue democracia.
Eligieron a Martin Álvarez como gobernante y así hubo justicia y libertad en
San Libertad. Allí mismo escogieron un ejército para detener a los criminales
de San Justicia. Todos fueron detenidos y milagrosamente no hubo ni un muerto.
Los habitantes decidieron que Josué Valle sería su gobernante y allí también hubo
libertad y justicia. De allí viene lo que nos ayuda a mantener el orden en
nuestro país.