Hace unos días, la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso español, acordó, por una gran mayoría, reconocer la injusticia que España cometió contra el pueblo morisco al expulsarlo de su territorio en el siglo XVII. El autor de dicha propuesta fue el diputado José Antonio Pérez Tapias, quien dijo que dicha expulsión fue una "tragedia en toda la Península" y que "conocer qué ocurrió con esa población forma parte de un ejercicio de memoria histórica".
Y no es que la expulsión del pueblo morisco de los reinos de Aragón y de Valencia estuviera justificada, por lo que el reconocimiento público del error es válido. Lo que sí vale la pena mencionar es que la expulsión de los moriscos constituye un evento desacertado por parte de la colectividad social de “Madre Patria”, pero que no es único. Para un "ejercicio de memoria histórica", basta mencionar el genocidio de proporciones descomunales que se llevó a cabo durante los períodos de la conquista y la colonia en las Américas. Las poblaciones indígenas mesoamericanas y sudamericanas fueron menguadas, desde conteos que van de cientos de miles (quizá millones) de habitantes, a unas cuantas comunidades dispersas y concentradas en las reducciones indígenas.
Pero el genocidio constituye solo una pequeña parte de la convulsión política, demográfica y social acaecida por el encuentro de dos mundos, tan diferentes entre sí como el día y la noche. Los análisis genéticos realizados a todo lo largo de las poblaciones mestizas americanas (con algunas excepciones), han revelado que las variantes alélicas de los marcadores del cromosoma Y (linajes masculinos), son predominantemente españolas (alrededor del 90%); en cambio, las variantes de los haplogrupos del ADN mitocondrial son predominantemente indoamericanas (alrededor del 90%).
¿Qué significado tienen estas cifras? Pues que la mayor parte de los conquistadores que llevaron a cabo el poblamiento español de las Américas, eran hombres, quienes exterminaron a la mayor parte de la población masculina indígena para aparearse con sus mujeres. ¿El resultado? Un nuevo híbrido, un mestizo, parte español y parte indoamericano, pero que no pertenece a ninguno de los dos grupos poblacionales. Este paria, de carácter libertino y rebelde, heredero de la humillación de sus madres indígenas, fue el nuevo poblador de las Américas. En el seno de esta población se desarrolla una nueva cultura, portadora de un sentimiento nihilista: la cultura de la pobreza, la cual ha sido aprovechada por grupos sedientos de poder de toda índole, entre los que se encuentra el llamado “Socialismo del siglo XXI”.
Los hondureños, desde hace varios meses, hemos defendido nuestra democracia contra la invasión externa representada por el bloque socialista sudamericano. La gran mayoría de los ciudadanos hondureños se ha declarado a favor de los eventos acaecidos el 28 de junio de este año, cuando el ex presidente de Honduras fue expulsado de nuestro país en respuesta a una continuada violación de nuestras leyes y constitución propiciada desde la República “Bolivariana” de Venezuela. La declaración en contra de los propósitos chavistas en nuestro país por parte de nuestro pueblo se evidencia por la masiva asistencia a las urnas el día de ayer, cuando el candidato del partido nacional ganó las elecciones presidenciales con una mayoría absoluta.
Después de la destitución de Zelaya en junio, los países del mundo corrieron a condenar a Honduras sin siquiera investigar los móviles de tal destitución, en contra de lo que la lógica dicta sobre el comportamiento de países civilizados, con educación de primera y gran desarrollo científico, lo que confirma aquel viejo refrán que dice que “el sentido común, es el menos común de los sentidos”, y que ahora se que se aplica hasta para los más pulidos del barrio.
El concierto de países (que no los pueblos sino los gobernantes) aceleradamente se negaron a reconocer al gobierno interino hondureño, y a la vez, condenaron los hechos y afirmaron que “no reconocerían las elecciones en Honduras”. ¿A quienes perjudica la decisión de los ilustres gobernantes del mundo de cerrar todo tipo de relaciones con Honduras? Pues a los mismos de siempre: a los estratos más pobres de la sociedad hondureña.
¿No es acaso un deber cívico de los gobernantes velar por la prosperidad de los habitantes del mundo? ¿No conocen los gobernantes que las interacciones e interrelaciones de los elementos que conforman el sistema complejo constituido por los países del mundo, puede provocar efectos inesperados en sus propios países? ¿Acaso no han oído hablar de los “efectos imprevistos” en los sistemas sociales en especial, y en los sistemas complejos en general?
Desde luego que la actuación de los gobernantes tiene como finalidad su propia protección, ya que el ejemplo hondureño podría, en teoría, desencadenar la insurrección de los pueblos contra gobiernos no deseados, lo que no hace más que agravar el dolo de los gobernantes con dicho comportamiento al afectar a las clases pobres de un país, de por sí, pobre en extremo. En palabras sencillas, condenan y satanizan el “golpe de estado”, porque detrás de tal condena yace su propia protección, sin importarles las consecuencias.
Las elecciones del día de ayer traen una nueva esperanza para la hondureñidad. Las elecciones fueron programadas antes de la destitución de Zelaya, y se llevaron a cabo tal como fue previsto, y además, en un ambiente de civismo y patriotismo sin precedentes en nuestro país. El candidato ganador, no tuvo nada que ver ni con el gobierno de Zelaya, ni con el gobierno interino de Micheleti. Pertenece a un partido diferente, ausente de protagonismo en los eventos de este año, por lo que no es posible alegar “elecciones amañadas” por parte de los grupos que actualmente detentan el poder político.
Con tristeza, he leído que, a pesar de que muchos países han reconocido las elecciones en Honduras, este no es el caso de la “Madre Patria”, España. A mis queridos amigos del gobierno español les digo: no les exijo que pidan disculpas por el genocidio en las Américas llevado a cabo hace varios siglos. Pedir disculpas después de tanto tiempo, no tiene sentido. Solo les pido que no agreguen a su lista de desaciertos históricos el no reconocer las elecciones en Honduras. El momento de actuar conciente, lógica y moralmente con respecto a los eventos actuales, es ahora, y no dentro de cuatrocientos años. Saludos.