sábado, 22 de mayo de 2010

¡Qué mangazo!

Edwin Francisco Herrera Paz
No, no es de alguna actriz de Hollywood que estoy hablando, sino de una de las frutas tropicales más famosas de nuestro sistema planetario.
El mango es una de las mayores exquisiteces de nuestra tierra. Yo lo catalogaría como el rey de los frutos por su dulce sabor, su textura fibrosa, carnosa y jugosa, su suculento aroma y sus brillantes colores amarillos, rojos y verdes. Es difícil no ceder a la tentación de comerse un sabroso mango cuando se tiene al alcance.
El nombre científico del árbol del mango es Magnifera indica y es originario de la India, como su nombre lo indica (eso salió en verso). Pertenece a la familia Anacardiaceae, y es pariente distante del árbol del pistacho y del marañón. Fue llevado de la India a oriente medio por los comerciantes persas, y a África por los portugueses, desde donde fue introducido a Brasil en 1700. De esta localidad el fruto se difundió por el resto de las Américas, y en cada país fue adoptado con beneplácito.
Se conocen más de mil variedades de mangos, las que se diferencian por su dulzura, su tamaño, la consistencia de su pulpa o carne y la cantidad y calibre de las fibras o hilachas. En Honduras contamos con algunas variedades, siendo las más populares el mango confite, muy pequeño pero extremadamente dulce; el mango zapata, muy largo y algo ácido, el mango de anís con su aroma característico, y el mango jade, de tamaño mediano a grande, redondeado y muy carnoso y dulce.

Sobre la forma de comerlo, bueno, hay tantas formas como la imaginación lo permita. Se puede comer verde, partido en trozos o tiras largas a los que se agrega sal y pimienta. Si el mango es pequeño y maduro, deberá usted pelar su piel o cáscara, la cual e muy blanda, y luego deberá proceder a devorarlo completamente hasta llegar a la semilla (pepa o hueso, según el país en el que usted se encuentre). Una vez que llega a la semilla procede usted a chuparla por completo hasta remover el color amarillo y la mayor parte de las fibras o hilachas (a un amigo en la escuela lo llamaban “mango chupado”, no sé por qué). Le advierto que si procede de esta manera no podrá evitar embadurnarse la nariz y las mejillas con el jugo.
Si el mango es grande y usted no tiene muchos escrúpulos, podrá comerlo de esta misma forma, que es la que utilizan muchos aborígenes y también mis hijas. Se cuenta que célebre primer ministro inglés Winston Churchil, durante sus estadías en la India, se sumergía en una bañera y procedía a pelar y devorar de esta manera lotes completos de mangos.
Ahora, si usted es muy recatado le sugiero que utilice, al menos para los mangos grandes, el siguiente procedimiento. Parta el mango en rodajas en cada uno de sus lados, dejando únicamente la semilla con algo de pulpa en forma de paralelepípedo rectangular, la cual podrá devorar posteriormente si no se resiste. Muerda y engulla violentamente cada una de las rodajas “a capella”, dándole vuelta antes como un calcetín para exponer la pulpa, aunque desde el punto de vista de culturización no habrá logrado nada ya que igualmente se embarrará la nariz y las mejillas.
Si usted es un ejemplar refinado y amante de la etiqueta como doña Chepita, quien dice ser descendiente de la realeza europea y se proclama a sí misma “Duquesa de las márgenes occidentales del Chamelecón hasta Choloma y Baronesa de la Roca de Bijao”, entonces usted deberá comerse la pulpa con una cucharita larga y en pequeños bocados. La verdad es que la señora está un poquito tocada de la cabeza, pero nadie puede negar que es muy fina.
Para terminar, lo animo a que no se pierda esta temporada de mangos. Son sabrosos y ricos en ácidos grasos y vitaminas antioxidantes A y C, tienen menos calorías por unidad que una porción de pastel de tres leches o tiramisú, y su precio es mucho más bajo. Yo por mi parte en estos momentos procedo a comerme mi mangazo. Saludos. 

1 comentario:

  1. Siempre pense que el mango era una fruta propia de america, gracias por el detalle.

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