Por
Dennis M. Starkman
Dr. Juan Manuel Gálvez en el billete de "50 pesos", casualmente icono del juanorlandismo |
Honduras
enfrenta hoy una amenaza contra su frágil democracia, débilmente construida
sobre esperanzas de prosperidad y paz, a manos de hombres a quienes, con penosa
abundancia, los valores, la patria y el honor nacional y el de sus familias
poco ha importado.
Tampoco les ha
importado, evidentemente, las lecciones que les ha dejado la historia.
Don Tiburcio
Carías Andino fue sucedido en el poder por el Dr. Juan Manuel Gálvez, hombre
visionario que estaba muy adelantado para sus tiempos. Habiendo emprendido aperturas
y liberalizaciones, don Juan Manuel Gálvez provocó con sus reformas muchas
inquietudes graves y en consecuencia, el Dr. Tiburcio Carías, quien no estaba
de acuerdo con su gestión, decidió retomar el poder postulándose como candidato
del Partido Nacional de Honduras para el siguiente proceso electoral.
Dr. Juan Manuel Galvez y el General Tiburcio Carías Andino |
De tal manera
que el Partido Nacional acudió a elecciones pero divididos, y el Partido
Liberal de Honduras se aglutinó alrededor de la figura del Dr. Ramón Villeda
Morales, quien obtuvo la mayoría en los comicios del 10 de octubre del año
1954.
Sin embargo,
como en aquel entonces las elecciones presidenciales eran indirectas de modo
tal que los diputados eran quienes elegían al presidente, el Dr. Villeda
Morales quedó corto en alrededor de ocho mil votos para asegurar la mayoría
necesaria en el Congreso Nacional, y por ello no pudo ese año ser el Presidente
de la República.
Eso, a su vez,
dio lugar a otra crisis política más grave aún, pues el Dr. Juan Manuel Gálvez
renunció a su cargo alegando razones de salud, y el vicepresidente, don Julio
Lozano Díaz asumió la presidencia.
Don Julio Lozano
Díaz comenzó conformando una coalición junto con los demás partidos políticos y
su desempeño durante la primera etapa de su gobierno le generó simpatías y un
amplio respaldo popular, a pesar de que disolvió el congreso y lo sustituyó por
un Consejo Consultivo de Estado, integrado por miembros de los demás partidos
políticos; conspicuamente, del Partido Liberal.
El hecho que su antecesor promovió reformas y un proceso de
modernización hizo posible que don Julio Lozano tuviera de dónde echar mano
para tomar medidas que le generaron algún grado de aceptación en esa etapa
inicial de su consolidación en el poder.
Sin embargo, don
Julio Lozano pronto hizo evidente que no tenía planes de entregar el poder y
hasta envió al exilio al Dr. Villeda Morales y a otros opositores políticos. A pesar
de anunciar en cadena nacional que él sería “un sol ‘magnífico’ que a todos ilumina y a ninguno quema”, la verdad es que
se aferró al poder de manera implacable.
Su gestión
terminó con una insurrección que condujo a la intervención de las Fuerzas
Armadas quienes conformaron una junta militar que gobernó hasta que se
celebraran nuevas elecciones en las cuales fue electo (y gobernó efectivamente
hasta casi la conclusión natural de su período) el Dr. Ramón Villeda Morales de
ampliamente querida recordación.
Las lecciones de
aquellos días deberían guiarnos en esta etapa que vivimos en nuestra historia.
Hoy, al igual
que en tiempos de don Julio Lozano, el gobierno ha echado mano de otros
partidos políticos que le han permitido hacer que sus pretensiones prosperen en
el entramado legal de las sesiones legislativas. Y ahora, al igual que antes,
el Partido Liberal como antiguo y tradicional partido político, tiene sectores
dispuestos a congraciarse con quienes gobiernan en una especie de estado de
negociación permanente que permite a todos hacer lo que quieran sin ulteriores
consecuencias.
Sin embargo, eso
no conduce al éxito de la nación ni al desarrollo humano y mucho menos al
fortalecimiento de la economía. Gobernar produce un desgaste importante que
afecta a los buenos gobiernos; mucho más aún a los malos gobernantes y sus
terribles gestiones.
Es la
institucionalidad y la legalidad lo que convierte a una sociedad en una entidad
saludable, próspera, segura de sí misma.
Don Julio Lozano
intentó dar continuidad a los proyectos y reformas de su antecesor, el Dr.
Gálvez, verdadero reformador y hombre con visión y claridad respecto de los
objetivos permanentes del Estado y la República. Si algún mérito tuvo don Julio
Lozano Díaz, fue aplicar las mismas políticas y proyectos del Dr. Gálvez,
porque no tenía las luces para hacer ninguna otra cosa. En contraste, el
Abogado Hernández, no solo carece de la visión y las luces propias, sino que
además no tiene de dónde sacar ideas ni proyectos, más que los de Daniel Ortega
para perpetuarse fraudulentamente en el poder.
En consecuencia,
la mala gestión e inmoralidad del gobierno actual han despertado tremenda
indignación, que ya se manifestó de manera impresionante en el pasado reciente
y permanece latente. Estudiantes universitarios, al igual que en aquellos años,
mantienen vivo el espíritu de desafío y protesta ante un proyecto político
mediocre que ha llegado a poner en jaque a la República tan solo por la
ineptitud de la oposición formal. Antes al igual que hoy, la oposición no supo
consolidarse y hacerse un nudo para enfrentar una amenaza común… hasta que
llegó una última gota a derramar el vaso de agua y el gobierno de don Julio
Lozano fue derrocado por las Fuerzas Armadas.
Presidente Ramón Villeda Morales junto al Presidente John Kennedy |
Honduras debe
cerrar filas contra el inminente dictador. La historia nos enseña que quien se
reelige, se queda. Y no hay hasta la fecha de hoy un presidente hondureño que
merezca reelegirse o volver a ser electo.
Los terribles y
vergonzosos escándalos que han sacudido la conciencia nacional durante los
últimos años no parecen ser suficientes para repudiar al tirano. Honduras está
en franco desorden y nadie está seguro de cuál es su lugar, o cuál debería ser
su papel. Tan solo el círculo que rodea y respalda al presidente tiene la
claridad de misión y propósito que les permite superar todo lo que la oposición
les lance… por los momentos. También las Fuerzas Armadas tienen la fortaleza y
la disciplina para cumplir sus misiones; falta tan solo que esa misión sea la
que constitucionalmente le corresponde a la institución armada.
No es necesario
que se aseste un golpe de estado para derrocar al actual gobernante. Basta con
que se le impida avanzar con su proyecto continuista. Que termine su período y
entregue el poder el 27 de enero de 2018. De lo contrario, la lección que nos
dejará la historia será dolorosa. Como bien dicen las abuelitas, “el vivo a señas y el tonto a palos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor comente este entrada.