Por: Edwin Francisco Herrera Paz |
El profesor Rutilio Ruperto Reyes Ramos dictaba su primera clase de filosofía a los alumnos recién entrantes. Debido a su versatilidad, se había vuelto muy popular en aquella prestigiosa universidad del país de las barras y las estrellas, alejada muchos Kilómetros de su tierra natal.
Aunque esta vez le tocó impartir la clase de filosofía igual daba que le asignaran la clase de física de partículas, la de cosmología cuántica, la de biología evolutiva o la de programación avanzada. Sus amplios conocimientos y su manera impecable de argumentar le hacían merecedor de la admiración de sus alumnos y compañeros, y aquel acento que se volvía a veces casi inentendible no hacía más que aumentar el halo de misterio alrededor de aquel hombre pequeño, un poco feo y de mestizaje indeterminado, pero extremadamente sabio y de temperamento tranquilo, diríase que inmutable.
Decidió comenzar su clase sondeando el conocimiento y la manera de razonar de sus pupilos. Para ello escogió una pregunta popular.
–Muchachos– dijo. – ¿Me podrían decir ustedes que fue primero, el huevo o la gallina?–
El profesor Rutilio sabía que se trataba de un viejo dilema. Por un lado si la gallina fue primero, ¿Cómo surgió? Como toda gallina, esta debió haber nacido de un huevo. Pero si el huevo fue primero la pregunta necesaria es: ¿Quién puso el huevo?
El dilema del huevo y la gallina, como todo dilema, ofrece dos soluciones contradictorias. Ninguna de las soluciones es completamente aceptable pues cualquiera que sea la respuesta, reducirla al absurdo es relativamente sencillo. Sin embargo y según la experiencia del profesor, este simple dilema era capaz de despertar los más acalorados debates filosóficos.
Muchos de los alumnos le dirigieron una mirada de incredulidad y duda. Alguno pensó: “¿Será que es este profesor bajito, de bigote parado y fuerte acento latino el que me recomendaron? ¿Cómo es posible que abra la clase con una simpleza como la del huevo y la gallina?”
Se oyeron algunas risitas burlonas a las que el profesor no les prestó la más mínima atención. Después de tantos años en un país tan avanzado ya estaba acostumbrado a aquella naturaleza que le hace al ser humano juzgar por lo que parece.
Siendo aun muy pequeño Rutilio abandonó su tierra. Su madre se dio cuenta de la precoz inteligencia del niño, y con la sabiduría que solo una madre tiene decidió que en aquel país pobre y corrupto el resplandeciente cerebro de su vástago no daría frutos. Fue así como, con mucho sacrificio, lograron madre e hijo partir en dirección norte y cruzar el río.
Pero desde su llegada la vida le había resultado difícil a Rutilio. Sus compañeros de escuela lo hacían objeto de mofa, por lo que el pequeño debió desarrollar coraje y sabiduría, rasgos que le ayudarían a sobreponerse a las vicisitudes en la dura etapa de la adolescencia y luego le servirían para abrirse camino hasta llegar a ser uno de los profesores más afamados del país.
Así que al profesor, aquella actitud de sus alumnos no le daba ni frío ni calor. Sabía que al final del período le agradecerían el hecho de haberles abierto un mundo de posibilidades intelectuales.
–Oyeron bien, muchachos. Quiero oír sus opiniones. ¿Fue primero el huevo o la gallina?–
El silencio invadió el aula por unos segundos. De pronto, una linda joven de primer ingreso llamada Kary, con aire tímido, se decidió a abrir el hielo respondiendo, según la candidez de sus años, lo que le parecía la respuesta natural y lógica.
–Pues obvio que la gallina profesor. Dios debió haber inventado primero a la gallina, porque si no, ¿Quién hubiera empollado al huevo?–
Una alumna rubia de ojos claros la secundó: –La gallina, profesor. Luego ella empolló los huevitos. Yo estoy con mi compañera. ¿Quién hubiera calentado a los pobres huevitos si la gallina no hubiera sido primero?–
Muchos alumnos movieron la cabeza en señal de aprobación. Después de esto, la tensión fue cediendo a un ambiente de relajación. Algunos levantaban la mano y comenzaban a contestar, pero de manera cada vez más reflexiva. Una joven de grandes ojos negros y sonrisa perpetua se paró y dijo: –Yo respaldo a mis compañeras. Parece que es evidente que la gallina fue primero, pero con una única condición: que junto a la gallina se haya creado al gallo. De lo contrario, ¿de dónde saldrían los huevitos?–
Cuando Juan se paró la clase quedó en silencio. Seguro que el estudiante famoso por sus conocimientos en tecnología de punta, todo un geek, tenía algo importante que decir. Habló con tono suave y calmado: –Según las últimas investigaciones científicas fue primero la gallina– dijo.
–¿Ah sí?– habló el profesor. –¿Y cómo es eso?–
–Al parecer y según los últimos estudios, la gallina posee en sus ovarios una proteína llamada ovocledidina 17. En ausencia de esta proteína la formación de la cáscara del huevo, compuesta por cristales de calcio, se hace imposible. La gallina es necesaria para la formación del caparazón de calcio, por lo que de allí se desprende que la gallina fue primero–.
Algunos compañeros de Juan abrieron la boca, estupefactos por sus conocimientos. Luego tomó la palabra la novia de Juan: –No, no, Juan. Fue primero la gallina, y eso porque fue hecha de una costilla del gallo–.
Su novio quedó observándola con una mirada que fluctuaba entre compasión y amor, pero como donde manda capitana no manda marinero, Juan no volvió a participar.
Uno de los alumnos tomó la palabra para citar la Biblia, específicamente el capítulo 1 del Génesis, del verso 21 al 25. –En estos versículos se describe la creación de los animales, no de los huevos, por lo tanto la gallina fue primero–, dijo.
A estas alturas la discusión estaba inclinada definitivamente a favor de la gallina, con el huevo con cero puntos a su favor. En ese instante tomó la palabra Irina, una estudiante que además era activista política. Muchacha decidida, nunca dispuesta a ceder terreno.
–La Gallina, definitivamente– dijo. –Si Dios hubiese creado a los pollos aun bebés, seguro que no hubiesen sobrevivido. Necesitaban a la gallina para sobrevivir. Por lo tanto Dios debió haber inventado a la gallina primero–.
Walter, iracundo, se levantó de su pupitre como propulsado por un resorte invisible. – ¡Basta ya!– espetó. –En realidad, nada se crea, nada se destruye, todo se transforma. La gallina es un huevo transformado. Dios no creó en un principio los celulares, creó los seres capaces de transformar su entorno y apropiarse de él, y que pudieran construir un celular. La esencia es el origen–.
–Tranquilo Walter–, lo interrumpió Kary. –El origen de todo es Dios–.
–Según lo que pensaba Darwin el huevo fue primero–, dijo un joven de corta estatura y antebrazos y pies llenos de una vellosidad larga y rala que le daba la apariencia de un hobbit en la popular producción de Hollywood “El Señor de los Anillos.” –Se llama evolución. Dios creó a las aves pero en un principio no eran gallinas, ¿o sí? No creo que sobrevivieran. Eso es la SELECCION NATURAL–.
–Entonces es lógico que fue el huevo–, continuó el hobbit. Ustedes hablan de Dios creando una gallina capaz de dar huevos. ¿Esa es su razón? ¡Por favor! Les recuerdo que los reptiles también son ovíparos. La gallina es una especie procedente de otra. Un día un ave puso un huevo y surgió la primera gallina, y eso es irrefutable. En eso Dios no tuvo nada que ver–.
Walter no estaba a gusto. –Ustedes no parecen universitarios–, opinó en franca oposición contra la creación de la gallina por parte de Dios. –Solo creen en idioteces, o cosas tan simples como caperucita roja y los dientes del lobo. ¡Como que en la iglesia no les dejan espacio para pensar! ¿Por qué razón solo plantean estadios imaginarios fuera de la realidad? ¿Abrir los ojos es pecado? ¿Aceptar los hechos los vuelve terrenales, o peor aún, humanos?
Todo lo usan para mantener a la gente en su línea de pensamiento sin importarles la verdad–, continuó Walter. –Pobre Cristo, dar su vida defendiendo algo que luego tiran a la basura los que hacen negocio de la fe–.
Por fin habló el reflexivo John David: –Huevo es el inicio de la existencia de la gallina... mmm entonces de la gallina saldrá un huevo, entonces ¿no tiene fin? Sería como dos espejos que se reflejan el uno al otro. Solo seguirían reflejándose infinitas veces. A menos que el huevo diera un gallo macho, claro está–.
Al fin alguien había abordado el problema del huevo y la gallina como lo que era: tan solo un dilema. Por lo demás, era claro que la discusión había derivado en un acalorado debate entre evolución y creación. Y es que es habitual que el apasionamiento se apodere de estos temas. Después de un tiempo, no importa si el bando escogido realmente tiene la razón. Lo importante es resguardar la posición a costa de todo. El profesor lo sabía, y aprovecharía la ocasión para dar su primera lección.
Irina no daba su brazo a torcer: –En realidad es todo cuestión de creencia. Hay personas que creen en Dios y otras que no. Para los que creemos en Dios, fue este quien creó la gallina (o el huevo). Para los que no creen en Dios entonces se aplica la teoría de la evolución (y entonces el huevo tiene más sentido). Este es cuento viejo, ¿no? Ninguno de nosotros puede decir con certeza factual cual fue primero. Lo único que podemos hacer es compartir nuestra creencia y ser tolerantes hacia la diferencia de parecer de otros–.
Por lo demás–, continuó Irina, quien no se callaría fácilmente, –francamente no creo que Dios haya creado ninguno de los seres en su forma bebé o embriónica; sino ya más bien adulta. Y esto se aplica a seres humanos y animales: elefantes, gatos, y otros. Yo digo la gallina ¡y eso es definitivo!–.
El profesor procede a explicar la evolución
–Veamos–, dijo el profesor. –Parece que todos aquí somos creyentes, por lo tanto no existe el peligro de involucrarse en una discusión estéril sobre la existencia de Dios. Sin embargo al parecer ustedes se han introducido en el debate entre creacionismo y evolucionismo. El punto central de la discusión hacia la que derivó el tema, se basa en tomar las Sagradas Escrituras literalmente. Sin embargo este proceder es peligroso para los creyentes por una sencilla razón: las evidencias–.
La clase continuaba inquieta pero poco a poco se fueron tranquilizando.
–Las evidencias sobre la evolución de las especies son muchas–, continuó el profesor– e incluyen el registro fósil, las construcciones matemáticas mediante las cuales se infieren las relaciones filogenéticas entre especies a través del tiempo partiendo de las similitudes morfológicas y en el ADN, la demostración de la existencia de la vida en la tierra desde hace miles de millones de años y el registro estratigráfico, entre otros–.
–¿Alguno de ustedes cree en la ley de la oferta y la demanda, el núcleo de la teoría económica?– Preguntó el profesor.
Un alumno alzó su mano y dijo: –La oferta y la demanda no es una creencia, profesor. Es una ley, ampliamente demostrada–.
–Exacto– continuó exponiendo el profesor Rutilio. –En una población biológica hay variabilidad en las características que surge de las mutaciones y del barajamiento de los genes de los padres. Los hijos entonces tendrán una mayor o menor capacidad de supervivencia en un ambiente determinado, dependiendo de si sus características se adaptan al ambiente. Este efecto puede ser pequeño, pero la capacidad de supervivencia y de transmitir los genes se verá afectada, originando adaptación de una población a lo largo del tiempo, diferenciación entre poblaciones y especiación. Tal y como la ley de la oferta y la demanda, este mecanismo de cambio es un hecho demostrado que podría elevarse a la categoría de ley. Más aun, además de la selección natural hay otros mecanismos poblacionales que originan cambio, comprendidos dentro de una teoría llamada neutralista. Todos estos cambios de las especies en el pasado se pueden reconstruir mediante la evidencia que mencioné anteriormente–.
La clase de filosofía se había convertido por un instante en una lección de biología evolutiva.
–¿Con que objetivo dejaría Dios una enorme cantidad de evidencia en cuanto a la evolución de las especies si esta fuera incorrecta? Dios no es un ser engañador. Dios no planta evidencia falsa para hacernos caer en pecado. Los seres humanos contamos solo con la evidencia para poder resolver multitud de problemas, que van desde la condena de un acusado hasta el diagnóstico de una enfermedad. La evidencia ha demostrado ser el mecanismo más fiable conocido para comprender nuestro mundo físico, una y otra vez. Si nosotros presuponemos que la creación, tal y como se describe en el Génesis 1, debe ser tomada literalmente, corremos el riesgo de que nuestras creencias se conviertan en un castillo de naipes que se derrumbará ante la ingente cantidad de evidencia, lo que a la vez sacudirá nuestra fe desde sus cimientos. Por lo tanto, no es saludable para el creyente basar su fe en la literalidad de la Palabra–.
Irina interrumpió bruscamente y dijo: –Pero la evidencia no nos dice nada del problema del huevo y la gallina–.
–Cierto– replicó el profesor. –Pero si la evidencia apunta hacia la existencia de un mecanismo evolutivo, entonces el hobbit y Walter tienen razón. El huevo fue primero–.
La clase se quedó pasmada.
–Déjenme explicarles. No es exactamente como dice el hobbit. Su argumento es que el huevo de gallina surgió de la mutación de otra especie cercana de ave. En realidad, es mucho más probable que una especie derive de otra mediante pequeños pasos, en un proceso gradual y continuo. Es decir, no hay un límite claro entre dos especies sino un gran número de generaciones entre ellas, cada una de las cuales puede exhibir mínimas diferencias con respecto a la anterior. Por, lo tanto, hablando stricto sensu, desde un punto de vista biológico la pregunta del huevo y la gallina no tiene sentido. Pero lato sensu, el huevo fue primero ya que si continuamos el viaje evolutivo hacia atrás en el tiempo nos toparemos con los organismos unicelulares, que en esencia son huevos–.
El profesor tomó un sorbo de agua de una botellita y prosiguió.
–O sea que todos los organismos vivos, incluyéndonos, estamos unidos mediante el mismo proceso de cambio y aumento gradual de complejidad. Todos venimos del mismo huevo–.
La vida depende de la materia inerte
–No es tan sencillo. Las primeras células se originaron a partir de cambios graduales de sus antecesoras: las moléculas orgánicas complejas, ricas en carbono e hidrógeno. Y antes de este mundo molecular, se tuvieron que formar los primeros átomos de los diferentes elementos. El primer elemento que existió en el universo fue el hidrógeno. Pero la gravedad atrajo la materia en cúmulos para formar estrellas. Dentro de estas, la cercanía de la materia obligaría a los núcleos de hidrógeno, compuestos por un solo protón, a unirse con neutrones para formar el deuterio, que es un isótopo de hidrógeno. Luego, dos núcleos de deuterio se unieron para formar el segundo elemento: el helio. El proceso de fusión de núcleos continuó hasta formar todos los elementos necesarios para la vida. Simultáneamente, el proceso producía la energía necesaria para originar calor dentro de la estrella. Como ven, toda la materia prima necesaria para nuestra existencia, desde los elementos hasta la energía, dependen de las estrellas–.
–¡Ajá! Ya entendí. Entonces lo que creó Dios primero fueron las estrellas–, dijo Irina.
–Bueno, aun podemos continuar extendiéndonos en el tiempo hasta los primeros instantes del universo, cuando surgió la materia y las constantes universales, como los valores de las cargas eléctricas de las partículas, la constante gravitacional, y la constante cosmológica, entre otras. Si estas constantes hubiesen sido ligeramente diferentes, la vida en nuestro universo, tal y como la conocemos, nunca hubiera sido posible. Algunos filósofos han argumentado que nuestro universo entonces, adrede, tuvo que haber sido creado para albergar vida, puesto que las constantes universales son exactamente las que se necesitan para tal fin, aunque siempre hay un argumento en contra: podríamos imaginar la existencia de un infinito número de universos coexistiendo en un multiverso, cado uno con diferentes constantes universales. Inevitablemente en algunos de estos universos la vida sería posible. Entonces, este universo sería adecuado para la vida por pura casualidad. Estos argumentos se basan en el llamado principio antrópico.
Deísmo versus teísmo
–Sinceramente espero que hasta aquí llegue el asunto–, declaró la insistente e inquisitiva Irina. Entonces el primer huevo es el universo. Ese fue el que creó Dios.
–Claro, es posible. Pero entonces, ustedes notarán que tenemos un problema. En el contexto de lo discutido anteriormente Dios es un ser que debe estar fuera del universo. Su labor solo sería crear el universo y las condiciones adecuadas, y luego dejar que todo evolucione por sí mismo. Esta es la postura de las filosofías deístas. Por el contrario, muchas religiones tradicionales enseñan a Dios como un ser que interviene a diario; un ser que influye en el devenir, al que podemos pedirle partiendo de nuestra fe. Mi Dios, el Dios cristiano es así. Nuestra percepción de Dios como un ser que actúa dentro del universo y no fuera de este se alcanza mediante el dictado de la tradición religiosa y la experiencia personal. A esta postura se le denomina teísta.
El profesor hizo una pausa, se llevó un dedo a la frente y bajó la mirada en un gesto de reflexión.
– ¿Permite la ciencia moderna una concepción teísta de Dios? Sí la permite. La física cuántica ha eliminado el determinismo descubriendo un elemento de incertidumbre. La mecánica cuántica nos enseña que el universo es en gran parte indeterminado. Hay muchos futuros posibles. Esto introduce una flexibilidad que no sería posible en el universo determinista de la ciencia de hace más de un siglo.
He aquí una concepción del mundo que concilia el teísmo con la ciencia: Dios creó las condiciones iniciales adecuadas para la formación de un universo antrópico. Para que fuera posible la manipulación de los eventos en dicho universo, incluyendo la fijación de las constantes universales y la evolución de organismos vivos complejos, lo creó con una característica en particular: las posiciones y los movimientos de las partículas no están completamente determinados, y por ende, no hay un futuro determinado. De esa manera, Dios podría tener un rango de acción para manipular subrepticiamente los eventos del universo sin la necesidad de verse obligado a hacerlo mediante la violación de las leyes físicas. Bastan pequeñas manipulaciones en tiempo real en las posiciones o velocidades de algunas partículas para crear un universo lleno de vida y complejidad, lleno de seres que lo adoren y busquen su cercanía.
Para poner una analogía, supongan que ustedes tienen que trasladarse del punto A al punto B. Construyen entonces el vehículo para hacerlo. Un avión, por ejemplo. Pero una vez construido, necesitan un plan de vuelo. Encienden el avión, ascienden a la altitud de crucero y dirigen la nariz hacia la ruta. Una vez en ruta, el viento hará que el avión se desvíe levemente de la altitud y el rumbo especificados. Por lo tanto, ustedes deberán aplicar correcciones continuas, hasta llegar al punto B.
Bien, el avión es el universo con sus constantes universales y el punto A es el inicio del universo; ignoramos a que corresponden el punto B y el plan de vuelo, pero las correcciones para seguir la ruta trazada podrían hacerse mediante intervenciones imperceptibles que contribuirían al colapso de la función de onda en un estado específico (que correpondería a la intervención divina en los asuntos humanos y del universo en general). Y para los que no han cursado la clase de Mecánica Cuántica 101, la función de onda es la que describe todas las cualidades de una partícula, o del universo entero, en un instante dado. Cuando el mundo cuántico indeterminado se vuelve real, se dice que la función de onda colapsa.
Pero ahora, muchachos, lo que necesitamos urgentemente es colapsar la función de onda de este asunto del huevo y la gallina.
Lógica deductiva
El maestro continuó con su clase. A estas alturas, los estudiantes se encontraban en un estado hipnótico escuchando las explicaciones.
–Más adelante en nuestra clase veremos que la lógica puede ser inductiva o deductiva. Mientras la lógica inductiva va de lo específico a lo general, la deductiva recurre al proceso inverso, es decir, parte de premisas generales para aplicarlas a objetos específicos. Lo importante de la lógica es la forma, no el contenido. Para un razonamiento lógico adecuado es esencial manejar el proceso de pensamiento paso a paso en un orden impecable. La lógica entonces no trata sobre la verdad de las cosas, sino sobre la adecuación de los procesos de inferencia.
Ahora, supongamos que sabemos con toda certeza que Dios tuvo que haber creado primero, o al huevo o a la gallina. ¿Por cual nos decidimos? Debemos entonces buscar una premisa. Es decir, un punto de inicio basado en una observación o una verdad demostrada, aunque el hecho de que substituyamos una verdad por una creencia no altera en nada el razonamiento.
Por ejemplo, una premisa podría ser: “Un ser perfecto utilizaría los recursos con perfección desde el punto de vista económico.” Luego podemos proponer un hecho que se desprende de nuestra creencia, por ejemplo: “Dios es un Ser Perfecto.” Y por último lo que se deduce: “Por lo tanto Dios utiliza los recursos con perfección desde el punto de vista económico.” Bien, ahora veamos qué consecuencias tiene esta deducción para nuestra discusión del huevo o la gallina.
El huevo es una célula envuelta en un cascarón de calcio con algunos nutrientes, como la ovoalbúmina. La gallina es un organismo muchísimo más complejo, y por lo tanto mucho más difícil de construir. Por lo tanto, desde el punto de vista económico sería infinitamente más eficiente inventar un huevo con un programa interno para que produzca una gallina, y luego empollarlo y alimentarlo, que construir una gallina de cero. Entonces deduciríamos que el huevo fue primero. Extrapolando al universo entero, Dios creó el universo y sus leyes, lo cuidó y lo alimentó adecuadamente para que de él se formaran seres complejos como nosotros.
Desde luego, para llegar a esta conclusión partimos de nuestras creencias, pero hasta en las cuestiones de fe es necesario aplicar un razonamiento lógico, como el que utiliza el Apóstol Pablo en su carta a los Romanos para demostrar la justificación por la fe en Cristo.
La verdad del asunto es que el problema del huevo y la gallina solo se utiliza para demostrar lo que es un dilema: solo un callejón sin salida lógico. La gallina viene de un huevo, y el huevo viene de una gallina.
Bien, por hoy hemos terminado muchachos. Mañanas seguimos–.
El profesor hizo un intento infructuoso de alisarse el puntiagudo y alborotado bigote con la mano. Al parecer se trataba de un tic, una manía de querer siempre realizar lo irrealizable. Los mesmerizados estudiantes cerraron la boca y procedieron a salir del salón de clase...
Ese compañero Walter se parece mucho a nuestro Walter de nuestra actualidad.
ResponderEliminar¿Sera que es el mismo Walter del presente que deseaba transmogrificar el futuro?
Y ese John! Ese señor piensa igualito a mi ¿me facilita su correo? Necesito contactarlo.
Doctor Edwin me agrado que se tomo la paciencia de hacer un desarrollo de la incógnita huevo-gallina.
Aunque al menos hubiera puesto “Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”.
A propósito, el geek que se menciona en el relato ¿No era de casualidad uno de sus alter-egos?
Hace algún tiempo me encontré con un pensamiento de índole similar, una cita de un filosofo chino Zhuangzi, la busque textual y dice asi:
"Soñe que era una mariposa que revoloteaba sin rumbo
libando aquí y allá, satisfecho con mi suerte
e ignorante de mi estado humano.
Al despertarme, bruscamente descubrí sorprendido
que era yo mismo.
Ahora ya no sé si fui un hombre que soñaba ser una mariposa
o si fue una mariposa que soñó ser un hombre”
Según la cita anterior entonces no hay relación entre causa y efecto… ¿se puede aplicar la causa y el efecto a el Huevo y la gallina?
Creo que no. Desde el inicio la pregunta estaba formulada para ser torcida. Son variables dependientes una de la otra.
Muy buen debate Doctor y espero continúe con los post tan polémicos, de verdad le hace honor al nombre “Ciencias, política y religión”.
Insisto, usted es una malísima influencia.
No John. Juan es un amigo y hermano en Cristo. Vea el debate en FB. Allí está su comentario. Y lo del hombre que no sabía si era hombre o mariposa... yo pensé que eso lo había dicho algún famoso comentarista deportivo de nuestro país.
ResponderEliminarPues ese Juan es otro nivel.
ResponderEliminarQue comentarista dijo eso de la mariposa? Hahahahahahaha
Creo que ya lo deduzco hahahaha
ResponderEliminarSalvador Nasralla jojojojoj
ResponderEliminarbetmatik
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