sábado, 5 de noviembre de 2011

UNO

A mi hermana Flor.

Por: JOSÉ MARÍA CASTILLO HIDALGO

Antes que todo el vacío sin luces ni sombras, pero la razón, la voluntad y la memoria con todas sus fuerzas estaban en un solo punto, aunque ya caían en forma lineal en la cuenta de sí mismas desde antes que antes. Un rugido suave y un suspiro fuerte y plano prorrumpieron el desorden cúbico, y ni el desorden ni la expansión tenían sentido. La idea estalló, inconforme porque ni esto ni aquello se parecía a nosotros, excepto en la permanencia engañosa. La luz se atragantó con la oscuridad tridimensional de manera sencilla y ya jamás el desorden volvería a ser el mismo.

La entropía navegaba raudamente entonces por el espacio y a su mismo paso delineaba manchones y perforaba orificios, sin interrupciones ni obstáculos. Todas las fuerzas giraban sobre sí mismas y la sincronía de cuatro tonos colapsaba y resurgía con torrentes espontáneos y amorfos.

Nada tiene sentido y nada se parece a nosotros. Ni el volcán en su furia, ni los gases quemantes, lo sólido, lo líquido, lo coloide, todo con el tiempo colapsa. La entropía partía la roca hasta hacerla añicos, hacía circular por estadios difusos al agua y al metano inerme y a todo esto las llamas escapaban al cielo atónitas y los cuerpos sin genuflexión viajaban a la deriva o en orbitajes silentes.

De repente en el lugar y el momento menos esperado lo que no debía estar allí, allí estaba. La equivocación que no se equivoca, la equivocación perfecta. La confusión parsimoniosa. Ciertamente era un error hasta que alguien asumió la responsabilidad y la asumió desde siempre.

“Triunfaremos. Yo te lo garantizo.” Con voz firme lo dijo. Era el Verbo, la Palabra, que no le tenía miedo a las demás fuerzas del caos y que contrariaba sin empacho a los contrarios y anti-contrarios, diciendo suavemente, todo eso es el bien y está bien y el bien triunfará.

La célula entonces se dedicó a vencer al desorden imperante. La célula en pañales, la célula empantanada en lágrimas, sudor y sangre, la célula que se estrella, se parte y se seca con el dolor milenario que aún no se sentía, pero transmitía mensajes eléctricos, difusos primero, bastante claros después.

“Vive y permanece por siempre, cianobacteria. Aunque mueras, vive. Aunque te hagas polvo, respira. Aunque sucumbas, mantén erecta tu columna. Aunque te desinfles, vuela. Aunque te disuelvas, nada y nada te detenga; se bendita, levanta tus ramas, lanza tu anhelo, aprende a replicarte, a enfrentar tus paradigmas y vive por siempre.

Y tú chica, regúlate, inflámate, llénate. Reverdécete, salta, salpica, suena. Hasta que aprendas a soñar, a reír y a llorar con mi aliento.”

El soplido era una inspiración y una vez más, lo que NO tenía que estar estaba. La conciencia y la equivocación en complot morboso habían convenido a hurtadillas en ser capaces de equivocarse exponencialmente. El Uno, toma cartas en el asunto, deshace el entuerto y delinea el mensaje que persiste y aplasta una vez más la cabeza de la entropía. La vence con su mente ordenada y cristalina y ofrece su cuerpo como combustible y su sangre para el brindis del mañana y del sueño nuevo: El mejor futuro de la complejidad está en la humanidad. Y con todas sus fuerzas la amó.

Roatán, Noviembre 01, 2011.

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