lunes, 30 de noviembre de 2009

A mis amigos españoles

Dr. Edwin Francisco Herrera Paz
Hace unos días, la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso español, acordó, por una gran mayoría, reconocer la injusticia que España cometió contra el pueblo morisco al expulsarlo de su territorio en el siglo XVII. El autor de dicha propuesta fue el diputado José Antonio Pérez Tapias, quien dijo que dicha expulsión fue una "tragedia en toda la Península" y que "conocer qué ocurrió con esa población forma parte de un ejercicio de memoria histórica".
Y no es que la expulsión del pueblo morisco de los reinos de Aragón y de Valencia estuviera justificada, por lo que el reconocimiento público del error es válido. Lo que sí vale la pena mencionar es que la expulsión de los moriscos constituye un evento desacertado por parte de la colectividad social de “Madre Patria”, pero que no es único. Para un "ejercicio de memoria histórica", basta mencionar el genocidio de proporciones descomunales que se llevó a cabo durante los períodos de la conquista y la colonia en las Américas. Las poblaciones indígenas mesoamericanas y sudamericanas fueron menguadas, desde conteos que van de cientos de miles (quizá millones) de habitantes, a unas cuantas comunidades dispersas y concentradas en las reducciones indígenas.
Pero el genocidio constituye solo una pequeña parte de la convulsión política, demográfica y social acaecida por el encuentro de dos mundos, tan diferentes entre sí como el día y la noche. Los análisis genéticos realizados a todo lo largo de las poblaciones mestizas americanas (con algunas excepciones), han revelado que las variantes alélicas de los marcadores del cromosoma Y (linajes masculinos), son predominantemente españolas (alrededor del 90%); en cambio, las variantes de los haplogrupos del ADN mitocondrial son predominantemente indoamericanas (alrededor del 90%).
¿Qué significado tienen estas cifras? Pues que la mayor parte de los conquistadores que llevaron a cabo el poblamiento español de las Américas, eran hombres, quienes exterminaron a la mayor parte de la población masculina indígena para aparearse con sus mujeres. ¿El resultado? Un nuevo híbrido, un mestizo, parte español y parte indoamericano, pero que no pertenece a ninguno de los dos grupos poblacionales. Este paria, de carácter libertino y rebelde, heredero de la humillación de sus madres indígenas, fue el nuevo poblador de las Américas. En el seno de esta población se desarrolla una nueva cultura, portadora de un sentimiento nihilista: la cultura de la pobreza, la cual ha sido aprovechada por grupos sedientos de poder de toda índole, entre los que se encuentra el llamado “Socialismo del siglo XXI”.
Los hondureños, desde hace varios meses, hemos defendido nuestra democracia contra la invasión externa representada por el bloque socialista sudamericano. La gran mayoría de los ciudadanos hondureños se ha declarado a favor de los eventos acaecidos el 28 de junio de este año, cuando el ex presidente de Honduras fue expulsado de nuestro país en respuesta a una continuada violación de nuestras leyes y constitución propiciada desde la República “Bolivariana” de Venezuela. La declaración en contra de los propósitos chavistas en nuestro país por parte de nuestro pueblo se evidencia por la masiva asistencia a las urnas el día de ayer, cuando el candidato del partido nacional ganó las elecciones presidenciales con una mayoría absoluta.
Después de la destitución de Zelaya en junio, los países del mundo corrieron a condenar a Honduras sin siquiera investigar los móviles de tal destitución, en contra de lo que la lógica dicta sobre el comportamiento de países civilizados, con educación de primera y gran desarrollo científico, lo que confirma aquel viejo refrán que dice que “el sentido común, es el menos común de los sentidos”, y que ahora se que se aplica hasta para los más pulidos del barrio.
El concierto de países (que no los pueblos sino los gobernantes) aceleradamente se negaron a reconocer al gobierno interino hondureño, y a la vez, condenaron los hechos y afirmaron que “no reconocerían las elecciones en Honduras”. ¿A quienes perjudica la decisión de los ilustres gobernantes del mundo de cerrar todo tipo de relaciones con Honduras? Pues a los mismos de siempre: a los estratos más pobres de la sociedad hondureña.
¿No es acaso un deber cívico de los gobernantes velar por la prosperidad de los habitantes del mundo? ¿No conocen los gobernantes que las interacciones e interrelaciones de los elementos que conforman el sistema complejo constituido por los países del mundo, puede provocar efectos inesperados en sus propios países? ¿Acaso no han oído hablar de los “efectos imprevistos” en los sistemas sociales en especial, y en los sistemas complejos en general?
Desde luego que la actuación de los gobernantes tiene como finalidad su propia protección, ya que el ejemplo hondureño podría, en teoría, desencadenar la insurrección de los pueblos contra gobiernos no deseados, lo que no hace más que agravar el dolo de los gobernantes con dicho comportamiento al afectar a las clases pobres de un país, de por sí, pobre en extremo. En palabras sencillas, condenan y satanizan el “golpe de estado”, porque detrás de tal condena yace su propia protección, sin importarles las consecuencias.
Las elecciones del día de ayer traen una nueva esperanza para la hondureñidad. Las elecciones fueron programadas antes de la destitución de Zelaya, y se llevaron a cabo tal como fue previsto, y además, en un ambiente de civismo y patriotismo sin precedentes en nuestro país. El candidato ganador, no tuvo nada que ver ni con el gobierno de Zelaya, ni con el gobierno interino de Micheleti. Pertenece a un partido diferente, ausente de protagonismo en los eventos de este año, por lo que no es posible alegar “elecciones amañadas” por parte de los grupos que actualmente detentan el poder político.
Con tristeza, he leído que, a pesar de que muchos países han reconocido las elecciones en Honduras, este no es el caso de la “Madre Patria”, España. A mis queridos amigos del gobierno español les digo: no les exijo que pidan disculpas por el genocidio en las Américas llevado a cabo hace varios siglos. Pedir disculpas después de tanto tiempo, no tiene sentido. Solo les pido que no agreguen a su lista de desaciertos históricos el no reconocer las elecciones en Honduras. El momento de actuar conciente, lógica y moralmente con respecto a los eventos actuales, es ahora, y no dentro de cuatrocientos años. Saludos.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Algunas propuestas


Edwin Francisco Herrera Paz

Hace unos días, mientras me encontraba realizando un trámite en una oficina pública, quedé impresionado por la diligencia con la que realizaba su trabajo uno de los funcionarios. Como también mostraba un gran dominio y conocimiento de su trabajo, tratando de ser amable yo le dije: “Me impresiona su sapiencia”. Ante este comentario, el interpelado se sintió ofendido, y me dijo que él no era ningún sapo, y que si su trabajo lo hacía bien era porque así le había enseñado a hacer las cosas su mamá, y no porque le guste sapear. Bueno, mi afirmación cayó bajo su propio peso, pero de cualquier forma, felicito al mencionado trabajador público por pertenecer a una especie rara, en vías de extinción. La norma en muchas oficinas públicas es que si usted no pasa el billetito para la bolsa del funcionario, usted no obtiene nada.

Transitaba hace unos días por la colonia Rivera Hernández de San Pedro Sula cuando vi un pequeño convoy de 4 grandes carros de lujo, tragadores de combustible y en extremo contaminantes de nuestro mundo, pertenecientes a políticos, transitar por las calles de este populoso sector. Los felicito. Me siento consternado por el interés de tales políticos por nuestro pueblo. Es una lástima que tal interés se limite al pequeño período de tiempo anterior a las elecciones. Le dije a un residente del sector que en ese momento me acompañaba: “mire bien esos carros, ya que no verá otros iguales hasta dentro de unos tres o cuatro años”.
Hoy por la mañana, mientras compraba mi café matutino, un grupo de jóvenes activistas del partido nacional se juntaron en el establecimiento. En el parqueo, uno de ellos se comunicaba con otro por radio y le decía: “Oíme Rata, ¿y La Mula, cambio?” La Rata entonces contestó: “No sé, creo que anda con El Burro, cambio”. Sentí tristeza. El prestigio de la política de nuestra nación ha caído tanto que los hondureños deberemos contentarnos con que en un futuro, las riendas del país y la ciudad las lleven La Rata, La Mula y El Burro.
Mientras tanto, los jóvenes cerebros de nuestra tierra sueñan con ser contratados por alguna compañía extranjera, para triunfar, pero en otro sitio. Por ejemplo, leía en diario La Prensa hace unos días sobre un joven científico hondureño que ha triunfado en Estados Unidos y actualmente realiza investigaciones en un famoso laboratorio de aquellos lares. Pues bien, en nuestro país hay algunos jóvenes con ideas brillantes, con más mérito aun por trabajar en laboratorios obsoletos, y sin recursos de ningún tipo, sobre los cuales diario La Prensa ni siquiera se entera por el simple hecho de que están aquí, y lo que está aquí no vale la pena (aunque debo decir que en Honduras sí contamos con algunos medios de comunicación que intentan resaltar nuestros valores nacionales, y los hondureños deberíamos brindarles nuestro apoyo).
¿Pero es que acaso los problemas de Honduras no tienen solución? ¿Estamos los hondureños cayendo en un pozo sin fondo? ¿Hay soluciones viables? En mi humilde opinión, sí hay soluciones viables. Lo que no hay, es voluntad política. Le diré algunas de las soluciones que propongo para dos problemas actuales, y que podrían ser implementadas por nuestro Congreso Nacional en beneficio de todos.
Propaganda política de los diputados al Congreso Nacional. He podido presenciar en los últimos días, campañas políticas por radio y televisión que ascienden a muchos millones de lempiras. Algunas de estas campañas son para puestos en el Congreso. Su precio es quizá varias veces superior al salario total que obtendrá el diputado en los cuatro años de gobierno, por lo que se hace obvio que el objetivo es la obtención de poder para fines mucho más rentables, y que son auspiciados por grupos o corporaciones (aunque ese es tema de otro post en este blog). Ahora bien, con estas campañas los grandes beneficiados, además de los medios de comunicación, son los publicistas, y los felicito por el tremendo derroche de materia gris y creatividad de las que hacen gala.
Pero si usted se pone a pensar, a quienes deberíamos exigir el uso del cerebro es a los candidatos mismos. Propongo una Ley que prohíba tales cosas como las cancioncitas tontas, los slogans, o todo aquello que no sea la exposición de ideas en la publicidad política. Para ello, se deberá crear una comisión de censura, nombrada por el Tribunal Supremo Electoral. Una campaña basada en ideas obligaría al futuro padre de la patria a comenzar a utilizar y a ejercitar su órgano intracraneal aun antes de ser electo, tendría una planificación de lo que sería su período en el gobierno, y triunfarían solo aquellos que realmente tengan las mejores ideas en beneficio de la sociedad.
Altas tasas de homicidios. Las dos principales causas de muerte actualmente en nuestro país, son los asesinatos y los accidentes automovilísticos (al contrario de los países desarrollados en los que lo más probable es que usted se muera de viejito). Es increíble como en nuestro país cualquiera puede portar un arma de fuego. En la actualidad, a cualquier sitio que usted vaya, verá la presencia intimidante de guaruras armados hasta los dientes, protegiendo a sus empleadores de delincuentes, secuestradores o miembros del crimen organizado que también están armados hasta los dientes. Usted espera que en cualquier momento de ánimos caldeados, comience un tiroteo cruzado en el que usted o sus hijos estén en el centro.
Anoche conversaba con un oficial de la policía amigo mío, y le decía que la solución a la alta tasa de homicidios es en extremo sencilla: Un desarme general permanente. Me contestó mi amigo que esta es una solución obvia, pero que no es factible por los intereses que hay detrás de la venta de armamento. Además, las empresas de seguridad son un jugoso negocio, y proporcionan trabajo a miles de hondureños. En otras palabras, el crimen en nuestro país, es un buen negocio.
Bueno, si usted está en el negocio de las armas o de las compañías de seguridad, yo le digo: Será un buen negocio hasta que la situación de criminalidad ascendente en la que vivimos cobre como víctima a un familiar suyo. Entonces, dejará de ser un gran negocio para usted, a menos que usted mire con desdén la vida humana, incluyendo la de sus familiares. En una sociedad compleja todos los elementos se interrelacionan, así que sus acciones y decisiones tienen mucha más importancia de la que usted se imagina, por lo que creo que, como ciudadano responsable, usted me apoya en esta propuesta que ahora hago a los futuros padres de la patria: Una Ley anti armas de fuego, que incluya el desarme general permanente (en las calles, solo la policía debería estar armada).

Anteriormente, ya he propuesto soluciones viables para los mayores problemas de nuestra sociedad: la corrupción pública y la educación pública obsoleta y deficiente. Particularmente, no he escuchado de los candidatos a diputados, presidentes o alcaldes ninguna propuesta aceptable para el combate a la corrupción, por lo que mi voto continúa siendo una gran X, y si cambio de opinión votaré por gente nueva. La sangre nueva siempre trae una nueva esperanza. Saludos.

martes, 10 de noviembre de 2009

¡Viva mi funcionario municipal!

Dr. Edwin Francisco Herrera Paz

La semana pasada llegó a mi clínica, ubicada en una zona populosa de San Pedro Sula, un funcionario de la municipalidad. Como en su comitiva llevaba un séquito de policías municipales, pensamos que se trataba de la llegada de algún personaje famoso. Para sorpresa nuestra, la comitiva se detuvo en nuestra clínica. Su objetivo: realizarnos una auditoría. Como hace unos meses no pagábamos nuestros impuestos debido a la insolvencia provocada por el aumento del 60% al salario mínimo instaurado por el derrocado presidente José Manuel Zelaya Rosales, nuestra deuda ascendía a L.100, 000. Yo sentí vergüenza y le di instrucciones a nuestro contador para que comenzara a arreglar los pagos. ¿Cómo es posible que se nos haya pasado por alto el pago de impuestos a nuestra ciudad? ¿No es acaso de allí que se mantienen el asilo de ancianos y el hogar de niñas? ¿Y las obras públicas? ¿No depende de nosotros su mantenimiento?

Bien, nuestro contador fue a la municipalidad a realizar un pago, y cuando regresó nos contó una gran noticia (según él): el funcionario municipal le había dicho que si le pagábamos a él la cantidad de L.20, 000 lempiras, nuestra deuda sería borrada. Así lo dijo, sin más. Sin ningún tipo de vergüenza. ¡Bravo, mi funcionario público! ¡Un viva para la persona que maneja los impuestos que con tanto sacrificio pagamos los sampedranos! A mi parecer, el mencionado funcionario no tiene ni siquiera conciencia de que está haciendo algo malo; es decir, no se trata de un acto inmoral, sino amoral, como un inocente y pequeño animalito que muerde por instinto y no sabe que está causando daño.

Me pregunté a mi mismo: ¿pará qué realiza el gobierno tanta publicidad para que votemos? ¿Es por gente así que vamos a votar? ¿Vamos a votar por gente que busca un cargo público para enriquecerse de la noche a la mañana mientras el resto de nosotros deja el alma trabajando? A mis compatriotas hondureños esto que escribo les parecerá algo banal, algo de todos los días. A muchos otros hasta les parecerá normal, que de todas formas las argollas son buenas cuando uno está dentro, y si se tiene la oportunidad hay que aprovecharla. A algunos los embarga un sentimiento nihilista, de que hay que adaptarse porque esta es Honduras, y nunca vamos a cambiar. Mis amigos europeos o sudamericanos, en cambio, se darán cuenta de por qué Honduras es, desde el punto de vista económico, uno de los países más pobres del orbe.

Y aquí esto sucede todos los días, en todas las instituciones públicas, es la norma más que la excepción, pues cuando llega a un puesto público una persona honrada, o se alinea con el sistema corrupto, o le va muy mal; sucede ante la vista y paciencia de todos, incluidos los políticos, el ministerio público, las autoridades policiales, etc. Y escuchando las disertaciones de los candidatos presidenciales en los foros, me doy cuenta de que todos ellos carecen de una estrategia clara de lucha contra la corrupción pública, el principal flagelo de Honduras.

Se ha calculado que en nuestro país, el 80% del gasto público se destina a salarios debido al enorme tamaño del engranaje gubernamental, que a pesar de consumir como un gigantesco parásito gran parte de la producción nacional, es en extremo ineficiente para cumplir las funciones que le corresponden, como proveer a la población de una educación de calidad y servicios de salud moderadamente adecuados. ¿Y el otro 20% del presupuesto? Ese se va en corrupción, en el enriquecimiento de los funcionarios por los que alegre y optimistamente vamos a votar los ciudadanos cada cuatro años. Y al derroche y festín de corrupción del poder ejecutivo también se une el poder legislativo. Aunque es innegable que en nuestro Congreso Nacional hay gente íntegra, algunos candidatos andan en busca de las ventajas que les proporciona el pasaporte diplomático. Los votantes tristemente desconocemos los antecedentes de nuestros candidatos a diputados, y solo los conocemos por las cancioncitas tontas y pegajosas que nos ponen en las emisoras de radio con el objeto de que recordemos sus nombres a la hora de marcar la papeleta.

Y lo que sucede en el gobierno central, también sucede en las municipalidades. La realidad es que votamos para elegir a nuestros propios verdugos. Hacemos fila para votar como las inocentes vacas hacen fila en el matadero. Nos hacemos el haraquiri.

Pero la democracia debe seguir caminando, por lo que es un deber votar. Sin embargo en las próximas elecciones, aunque votaré, marcaré mi papeleta con una enorme X, en señal de rechazo al sistema gubernamental de mi país, enfermo y podrido de corrupción. Mientras tanto, el funcionario municipal del que hablo disfrutará de sus millones fácil y descaradamente habidos gracias al pago que le harán muchos ciudadanos endeudados. Con eso, se podrá construir una hermosa y enorme casa, comprarse un lujoso carro y educar bien a sus hijos, mientras el grueso de la población obtiene una educación mediocre y las calles de mi ciudad colapsan por falta de mantenimiento. Y cuando oiga la publicidad política, piense que es la publicidad de la autoinmolación.

Saludos.